Para regocijo de sus seguidores y nuevos espectadores, regresó el Grupo Carne de Crítica. Más filoso, agiornado y con una parodia absoluta sobre la futilidad de las premiaciones y las circunstancias que éstas conllevan.
"Para entender la risa, hay que volver a ponerla en su entorno natural, que es la sociedad; y sobre todo hay que determinar su función útil, que es una función social. Tal será, digámoslo desde ya, la idea directriz de todas nuestras investigaciones. La risa debe responder a ciertas exigencias de la vida en común. La risa debe tener un significado social"
Henri Bergson- Ensayo sobre el significado de la comicidad.
Nunca más apropiado pensar la risa "socialmente". La espectadora sentada a mi derecha se derrama en una carcajada cuando asoman Claudio Pazos y Francisco Pesqueira, la sola mención de un auspicioso comienzo de modo ecuménico (en todas las religiones) desata en la dama una andanada de risotadas que no cesarán hasta el saludo final.
Claro que quién suscribe se ríe. Son varios los motivos: 1) saber que este grupo no regresa sino lo hace recargado de actualidad, 2) que es un regreso esperado por los fans y 3) que ya sabemos que están capacitados para todo lo que harán en escena. Es más, están mas capacitados que nunca. Parece que el tiempo no sólo no ha hecho mella en sus instrumentos (cuerpo completo) afinadísimos sino que además la realidad que hace 20 años, permitía cuadros hilarantes y paródicos trabajara para que ellos 3, contando a Carlo Argento, su director, hicieran uso de ella para ficcionarla en sus más pequeñas parcelas.
Nuestra opinión hacia los premios no cuenta aquí. Hace mucho tiempo que esta escriba declinó ser jurado de muchísimos premios y sólo aceptó a uno que consideró serio y con compañeros de jurado que además de ver todo, no se duermen en primera fila porque...bueno por qué no decirlo, mi abuela no resistía 90 minutos de un espectáculo, tantos minutos como años portaba.
Pero si hace años cuando los derechos estaban sin germinar y parecía que la sociedad no veía el retraso que en materia de igualdad, de denuncia de maltrato infantil, de castigo al matrimonio igualitario, la discriminación sobre el Otro de color, credo o autoprecibimiento, lo sesgada que era la justicia (así en minúcula como ahora) y por sobre todo, que esa clave de humor era absolutamente imperiosa porque era una explosión de tensión en la risa desatada del espectador, no es menos cierto que hoy, ahora, Alga Ladina (El Premio que faltaba) simboliza un estado decadente de la cultura, el invento que son algunos galardones, los olvidos en los homenajes post mortem y por sobre todo la superficialidad que existe al premiar "la canción con mensaje" el premio a la trayectoria de un desconocido todo esto debidamente controlado por un escribano famoso de la TV y el premio entregado por el Presidente de la Real Academia de la Letra Cursiva.
Pero esta crítica no pretende contar lo que desea que el espectador disfrute (y lo haga pensar) sino dejar debida constancia de un espectáculo de 80 minutos, sin respiro como siempre lo hizo Carne de Crítica, en donde se suceden los skectches y todo es actuación, canto y baile. Más ágiles que hace 20 años, más "pibes" que nunca, Pesqueira y Pazos hacen magia, cambiandose en 10 segundos y sin un solo ritmo respiratorio acelerado, cambian registro, peluca y usan sus voces de un modo notable. La velocidad que amerita una puesta como ésta es mérito de los protagónicos y de su director que armó una cadencia infinita en la que no hay pausas y los 80 minutos se pasan en un soplo.
Es meritorio aseverar que Alejandro Mateo a cargo de la escenografía no ha podido ser más simbólica y útil. Dos atriles, detras las algas enarboladas en un portabustos y un vestuario elegante que les permite todos los movimientos sin obstruir nada. El diseño de pelucas de Myriam Manelli, la música fantástica de Pepo Lapouble y la iluminacion a cargo de Carlo Argento, su director, terminan componiendo un espectáculo al que no le falta nada pero tampoco, y, esto es fundante, no le sobra ni un segundo.
Lejos de los requermientos que necesitaron otros espectáculos, esta economía de recursos deja en mano de los actores lo nodal del asunto. Jorge Amado Lurati, conocido como Francisco Javier, un director excelente y un maestro inolvidable cuestionaba en sus clases de teoría y análisis teatral "Qué puestas para qué obras".
Bien, estos 3 magnificos entienden muy bien qué puesta necesita esa dramaturgia de 3, con la dirección de uno y dos cuerpos en escena.
En Fenomenología de la Percepción, Merleu-Ponty (1945) aseguraba "que una pieza artística (poema, cuadro, pieza musical, obra teatral, etc.) se convierten en individuos: Seres en los que puede distinguirse la expresión de lo expresado, cuyo sentido solo es accesible por un contacto directo (convivio teatral) y que irradian su significación sin abandonar un lugar temporal y espacial. Es en este sentido que nuestro cuerpo es comparable a la obra de arte. Es un nudo de significaciones vivientes, y no una ley de un cierto número de términos covariantes (p. 168).
Justamente este convivio se expresa y anuda polisémicamente en homenaje a lo representado.
Esos cuerpos, estos cuerpos, construyen una realidad, re-presentan una historia aunque sea de 4 minutos y para eso necesitan de habilidades en las que antes se haya hecho carne que su cuerpo es un instrumento semiótico, generador de mensajes. Si pensamos en todo lo que ocurre en escena en Alga Ladina, podemos aseverar que aquellos jóvenes Pesqueira y Pazos egresados muy pequeños de la maravillosa escuela de Carlos Gandolfo y Carlo Argento formado en la Educación Física, la actuación y la escuela de Dirección de Rubén Szuchmacher, han transitado un camino de perfeccionamientos varios en baile, canto, destrezas varias y una conciencia del ser los personajes que investir con su cuerpo sin una sola dubitación.
Este es el Premio que merece la gente, los otros, son estatuillas que hasta se olvidan en una mudanza.
La risa es social, necesita un contexto y hoy se hace más necesaria que nunca, aunque lo que la origine sea un estado de cosas decadente y amerita ser parodiado.
Que viva Alga ladina (El premio que faltaba) y que el público se lleva puesto por siempre jamás.