FRIDAS, de Cristina Escofet, dirigida por Roxana Randon, interpretada por Verónica Pernisa, por Teresa Gatto

 

Lo único que se puede decir es ¿Cómo no la vimos antes? La realización que la intérprete y directora hacen del texto de C. Escofet es una rara avis en el circuito teatral, en el que la metáfora se degrada como la Nación. El texto exquisito y la puesta magnífica revalidan que el teatro sabe encontrar las fisuras que deja lo “ya visto, escrito y repetido” y encontrar una manera de representar ausente de melos barato y previsibilidad.



Por Teresa Gatto

“El cuerpo no es una cosa, es una situación: 

es nuestra comprensión del mundo 

el boceto de nuestro proyecto”

Simone de Beauvoir

 

Hoy, en 2024, Frida Kalho es considerada un icono pop. Aquí hace tiempo que muchas mujeres usan sus fotos, su rostro en accesorios como si esa sola iconicidad las pusiera al abrigo del machismo, o les hiciera decir sin decir: soy como Frida.

El caso es que “la Khalo” no se agota paseando por las calles de Coyoacán dónde nació, ni visitando la Casa Azul con un guía de turismo. ¡Que bah! Esta mujer irrepetible se puede ver muy bien en los tableros que mandó a construir para poder pintar acostada en el hospital en el que permanecía largas temporadas, encorsetada por sus problemas óseos. Se puede ver, se puede observar también cuál era su esencia en algunos de sus dichos.

Pero “Fridas” de Escofet, habla de muchas, entonces como tantas representaciones excelentes hace en escena Verónica Pernisa, hay que decir que Roxana Randon encontró el equilibrio justo en la dirección.

El minimalismo del escenario con tan solo los objetos que serán necesarios para que Frida sea (escenario que coindice con el espacio escénico) la perfecta sincronicidad entre sus parlamentos y la proyección de sus cuadros que resultan en la poesía del texto una clase magistral sobre esta mujer,

Su postura orgánica de maltrecha ósea (que sostiene toda las puesta) su voz que tiene un registro que no se puede impostar, su gesto al beber un sorbo de tequila, esa bebida hecha con el corazón del agave, que raspa y pide más como el corazón de Frida. Corazón que logra confesarse a través de las pinturas, armarse y desarmarse diciendo “Siempre muero de amor, nunca de muerte”. Su cuerpo ha sido su comprensión del mundo y el boceto de su proyecto.



El modo en que exhibirá su dolor y su fortaleza son de una poesía que se agradece. No hay melos, hay vida. Frida está viva y no espera que nadie la salve y sí, ostenta una dualidad, es femenina pero también fálica. Las mujeres “en dolor” construimos corazas, armamos muros, somos, en tanto mujeres en evolución, conscientes de que exhibirse vulnerable es un festín para muchxs. Tal vez, sólo tal vez, sea más productivo y cómodo victimizarse pero eso sería aprovecharse al revés.

Frida es, como ya he señalado, un sujeto inacabado y Randon y Pernisa leen muy bien el texto de Escofet, leen muy bien para interpretar a ese sujeto mujer mexicano, que necesita la muralla para no ser aplastada, curiosamente en este caso, todo su corsé médico sea una gran metáfora de lo que sostiene el cuerpo erguido, de ese dolor que se transforma en colores plasmando una vida y que su corazón cuya sístole y diástole le dictan las cadencias que ella diferencia muy bien, le provean pintar al hijo que no pudo ser pero que sigue llevando adentro.

Las opciones estéticas de las puesta, la iluminación de Eva López, el vestuario que la propia Pernisa utiliza sin una sola guarda de más, como así también sincronicidad de las proyecciones en el atril, cierran de forma espléndida una puesta que ha bajado de cartel el sábado 26 de octubre pero que como ostenta ya tres temporadas a sala llena (2022-2023-2024), sea posible volver a representar en el 2025. Ojalá, así sea. Vale la pena que tres componentes como son las dramaturgia, la dirección y la actuación, sigan despertando sentidos y no cuadritos de cultura Pop.

 

 


 

 

Autora: Cristina Escofet

Intérprete: Verónica Pernisa

Vestuario: Verónica Pernisa

Iluminación: Eva López

Proyecciones: Natalia Basconi

Sonido: Natalia Basconi

Asistencia de dirección: Natalia Basconi

Realización: Verónica Pernisa

Coordinación general: Roxana Randon

Dirección: Roxana Randon

Duración: 50 minutos

Clasificaciones: Monólogos, Teatro, Presencial, Adultos

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