Ya nadie recuerda a Frédéric Chopin de Tito Cossa, dirigida por Norberto Gonzalo, por Teresa Gatto

 

La puesta escrita por Tito Cossa y dirigida por Norberto Gonzalo formó parte de la segunda temporada de Teatro Abierto y es clave para comprender cómo opera la memoria en una enorme metáfora cuyo disparador es Chopin, pero que en Argentina remite a un liderazgo “otro” que está vivo.



Por Teresa Gatto


“...en mi país no se puede estudiar el teatro como puro fenómeno

estético. Está ligado a los momentos políticos. Y eso, que en otros

países sólo ha tenido influencia sobre el contenido, en el mío ha

determinado a veces la estructura, la manera de decir, o sin

eufemismos: la posibilidad de decir algo”

Osvaldo Chacho Dragún 


Después de presenciar la puesta de Norberto Gonzalo sobre la obra de Tito Cossa, me asedian más preguntas que respuestas. Los personajes ponen en tensión una categoría, la de la memoria, cuyo hilo de Ariadna parece no tener un extremo para asir, entonces la pregunta es ¿Qué pasa con la reminiscencia? ¿Cómo se produce el mecanismo del olvido? No estoy referenciando aquí en qué momento los Pueblos olvidan a sus depredadores.

Cossa, sabiendo a qué se exponía, logra una metáfora fantástica, como lo es la Conmemoración de la Muerte de Frédéric Chopin, quién partió de este plano en 1849 un 17 de octubre. ¿Genera sentido no es cierto?



La casa solariega y clásica de los Galán en Villa del Parque tiene como habitantes a una familia tipo. Papá, mamá y dos hijas jóvenes. El padre, tiene afanes literarios y la madre como toda señora pequeñoburguesa de principios del  siglo pasado aspira a que las niñas toquen el piano, la mayor Zule y haga danzas la menor, Susy. Y por supuesto que hablen el idioma de Madame Bovary y hasta beban vinagre (recordemos que Emma Bovary tomaba vinagre para verse pálida y demacrada frente a su amante esquivo).

La obra tiene una estructura que pivotea entre pasado y futuro que está muy bien elaborado por sus protagonistas. Desde aquellos días en que la visita de Margarita Xirgu era un casi un hecho y se encargaban “chips” para agasajarla o podría aparecer el pianista polaco Witold Małcużyński, ganador del concurso Internacional de Piano Fréderic Chopin en 1937.Hasta un presente que pasa 20 años después de 1945 y que muestra los des-trozos  que memoria y olvido han hecho en esos seres del que queda solo Susy en la casa.



Cuando la obra comienza Zule, encarnada por Brenda Fabre con una solvencia enorme y el candor propio de la enamorada, es un brillo en el escenario, un destello de estrellas que se irá apagando. Espera a un amor, Frank, que se ha ido de voluntario a la Segunda Guerra, una espera eterna que cambiará el destino de Susy.

Frank que está en escena y sólo se hace notar cuando se lo nombra aparecerá en la distopía de tiempo en la que sólo Susy quedó en la casa. Ella, encarnada por Stella Matute transita los cambios de edad con gran solidez, le otorga al ser de su personaje una caracterización que internalizada se traduce en su cuerpo todo mostrando inflexiones de voz y modos de moverse según el paso del tiempo, Frank en la piel de Claudio Pazos, nos tiene acostumbrados a sus camaleónicos trabajos, su uso del cuerpo es extraordinario, como siempre al servicio absoluto lo lleva al límite de la chance de mostrar sonidos, cambios de voz y una elaboración corporal del paso del tiempo que es magistral.



El señor Galán interpretado por Daniel Toppino, concentrado escribiendo odas en su escritorio, quejándose de supuestos plagios, cuando habla, impone su acento castizo y se hace notar. Del mismo modo Amancay Espíndola como la madre, compone con enorme empatía hacia su personaje a esa madre que, en una realidad paralela a la del país, siguen pensando en términos decimonónicos respecto a cómo debería ser la educación de sus hijas y cuáles serían los candidatos ideales para casarlas comme il faut.

Hay una presencia que atraviesa el tiempo que es la de Palumbo, llevado adelante por Daniel Dibiase, estará encargado de los bustos de la plaza conmemorativa a Chopin y otros y desempeñará sus roles con gran afecto hacia la familia. Dibiase también flexiona su personaje todo lo posible hasta llegar a ser un interlocutor válido y querido para Susy que ha quedado sola en la casa, ganando su simpatía en arduos años de cercanía silenciosa.



El diseño de escenografía de Alejandro Mateo es óptimo. A la casa que será testigo del paso del tiempo y los avatares de esta familia, no le falta nada. La estancia está diseñada de modo que cada escena tenga un espacio significante y los objetos que la pueblan sean imperecederos los que colabora con la iluminación de Leandra Rodríguez, cuya delineación muestra el paso del tiempo con sus opalescencias y contrastes. Mateo también se ha ocupado del diseño de vestuario, haciendo que mágicamente parezca intemporal en la única habitante que queda en la casa.



Lo cierto es que la Dirección de Norberto Gonzalo le hace un enorme honor a la obra de Tito Cossa, porque su montaje provee de muchos sentidos a lo re-presentado y logra además, que nadie se quede con el trofeo no hay chance de que uno solo de los personajes exista sin el resto. Como tampoco hay chance de que el debate posterior que se hace todos los sábados no muestre una participación plena del público que, ávido de expresarse capta el mensaje en varias direcciones pero que, asumo, siempre decide que lo personal y lo estético es político. En la función de la que participamos el moderador fue nada menos que Edgardo Esteban, periodista, escritor, guionista y Veterano de la Guerra de Malvinas.  Una semblanza de su vida motivó un debate que puso en jaque no solo el tiempo en que vivimos y resistimos, sino también y casi como una en una enorme elipsis, sin nombrarla la Memoria disparó aquello que el espectador presente no quiere para el hoy, porque memoria y olvido no son antagónicos sino más bien complementarios de procesos mentales que ponemos en marcha cuando el quiebre emocional que produce la realidad se torna glorioso o insoportable. Fuimos por un espacio de tiempo náufragos rescatados por otros náufragos que podían aún flotar en la intemperie y orfandad en que el estado de cosas del país nos ha colocado y que por momentos parece una pesadilla siniestra,

A ese mecanismo apela Tito Cossa y logra con creces en la dirección de Gonzalo, una catarsis en el debate que sería imposible sin él. No es porque todo teatro deba ser catártico sino porque la condición histórica en la que fue escrita la pieza nos dejaría tambaleando en nuestros recuerdos y olvidos sino pudiéramos expresar lo que suscita la obra, que debemos acentuar no hace alusiones directas más que a una fecha, la de la muerte de Fréderic Chopin y el nacimiento a la plenitud de un Movimiento que parece agonizar a veces pero que es el único Fénix político de la Historia Política de la Región.



Ficha Artístico/Técnica

Autor: Roberto Tito Cossa

Actúan: Daniel Dibiase, Amancay Espíndola, Brenda Fabregat, Stella Matute, Claudio Pazos, Daniel Toppino

Diseño de vestuario: Alejandro Mateo

Diseño de escenografía: Alejandro Mateo

Diseño de luces: Leandra Rodríguez -Adea-

Realización escenográfica:Patricio Gonzalo, Norma Rolandi

Realización de objetos: Natalia Mumbru

Fotografía: Ana Maria Ferrari, Walter Cesar Remus

Diseño gráfico: Marcelo Mangone

Asistencia de escenario: Patricio Gonzalo

Asistencia de dirección: Christian Hernán Cominotti

Prensa: Paula Simkin

Producción ejecutiva: Claudia Díaz

Producción general: Teatro La Máscara

Coreografía: Mecha Fernández

Dirección: Norberto Gonzalo

Composición Musical: Gerardo Amarante

Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos

TEATRO LA MÁSCARA

Piedras 736

Capital Federal - Buenos Aires - Argentina

Teléfonos: 4307-0566

Web: http://www.lamascara-teatro.blogspot.com

Entrada: $ 8.000,00 - Sábado - 17:00 hs - Hasta el 31/08/2024


Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.