No existen
las historias mínimas, todas las historias deberían ser contadas. La máquina de
narrar y/o representar es un viaje que nos seduce siempre, o casi siempre,
sobre todo en los unipersonales, en los que como en este caso, Ana Padilla nos
cuenta una historia que se agiganta.
“Necesitas límites mentales. Necesitas no
esperar. Necesitas no esperar nada de los demás.
Necesitas no traficar con tu dolor. Necesitas
orgullo y soledad. Necesitas orden. Necesitas poesía.”
Alejandra Pizarnik
Un árbol que parece deshojarse pero no por ello
dejar se de ser cobijo, una plaza, un banco y un sujeto supuesto pero mudo, es
todo lo que necesita Ana Padilla para contar su historia.
Llega solita a esa plaza, hay un sol otoñal y
su compañía es un cactus. Sí, un cactus al que le tejió un gorrito.
Así, la protagonista que intentará vanamente alguna
respuesta de su interlocutor silente comenzará a narrar un día en su vida, en
las muchas vidas que todas las mujeres que pasan los 40 y están solas atraviesan
con dignidad y una compañía que bien puede ser un cactus.
Se/le hará preguntas que deberá responderse y
como cada vez que uno se responde, aflora una verdad, no absoluta, la verdad de
quién responde.
El hombre silente, parece no tener a nadie
tampoco. Pero aún así no se digna a responder ni a preguntar,
Finalmente lo más claro es que si no hubiera un
sujeto, un muñeco o nada, ella se seguiría preguntando porque debe dilatar un
momento. Ese momento va a legar pero mejor ni recordar las preguntas del
médico, las sospechas sobre los resultados. Mejor persistir en la plaza donde
reina una paz, que nada es capaz de burlar,
Reflexiona sobre su estar en el mundo, sobre
cómo el teléfono puede hostigar, sobre las cartas que invariablemente taren
malas noticias.
¿O será que el otro, el del banco es un mismo
ser? Un espejo en que ver las ausencias y los fracasos, o recordar alguna
alegría.
El tono de Ana Padilla tiene una cadencia
suave, como de enamorada de la vida, de la plaza, del solcito y del cactus.
Pero en un in crescendo dramático aparecerá una
verdad, una que no desea saber, al menos en ese momento.
El guion de Sebastián Bayoy, la mece sin prisas
y sin pausas para que la dirección de Gonzalo Castagnino explote lo mejor de
Padilla, que son justamente las flexiones de su voz, sus posturas coporales,
que denotan alegría, paciencia, insatisfacción.
De ese modo, cuando se aproxime el final, el espectador
que sabe ya loque el horizonte de esa mujer puede traer, que sabe que no hay
amigos ni familia, está clamando por la frase final.
¡Qué cuál es? No señor lector, las obras se ven
, se disfrutan y degustan si el caso pero no se advierte sobre el argumento
jamás. La sorpresa que Padilla prepara estalla para que público la acompañe con
un aplauso sostenido.
El resto de los elementos que engrosa el signo teatral, están como de costumbre bien consumados por Alejandro Mateo, en escenofrafía, vestuario , el diseño de luces de Lucas Orchessi junto a la realización de objetos Giselle Lolo acompañan sin invadir la historia. Le dan marco a lo importante, la vida de esta mujer.
Ficha técnico-artística
Autoría:
Sebastián Bayot
Actúan: Ana Padilla
Vestuario:
Alejandro Mateo
Escenografía:
Alejandro Mateo
Objetos: Giselle
Lalo
Luces: Lucas
Orchessi
Redes
Sociales: Natalia García Maiselman, Shula Maiselman
Música:Fernando
Nazar
Fotografía:
Fuentes Fernández Fotografías
Comunicación:
Alejandra Herren
Asistencia:
Carlos Fernández
Gráfica:Fuentes
Fernández Fotografías
Dirección: Gonzalo
Castagnino
Duración:
60 minutos
Clasificaciones:
Teatro, Presencial, Adultos
PATIO DE
ACTORES
Lerma 568
(mapa)
Capital
Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos:
4772-9732
Web:
http://www.patiodeactores.com
Entrada: $
8.000,00 - Sábado - 18:00 hs - Hasta el 07/09/2024