El viernes próximo pasado (26-08-04) Argentores organizó un homenaje a un indispensable cuando se habla de teatro, de independencia y de buena dramaturgia. Asistieron personalidades de la Cultura y los DDHH.
Decir Argentores es decir "Sin Autor no hay
Obra” y también es decir Somigliana, Gorostiza, Escofet, Halac, Hasse, Cossa y
muchxs más que logran con sus textos poderosos y emblemáticos trazar una
divisoria de aguas en la dramaturgia argentina. Esa dramaturgia que tuvo que
ponerse los pantalones largos en la Dictadura y Osvaldo Dragún mediante,
pergeñó “Teatro Abierto”, poderoso
instrumento cultural que tuvo un final sudamericano como todo lo que en
Argentina marcha contra la dictaduras.
Es cierto que a Osvaldo Dragún lo acompañaron: Gonzalo Núñez,
Jorge Rivera López, Luis Brandoni, Oscar Viale y Pepe Soriano, y Adolfo Pérez
Esquivel, recién elegido Premio Nobel de la Paz como así, Ernesto Sábato. El
movimiento se inició en el Teatro del Picadero ubicado
en la cortada Rauch (hoy Pasaje Santos Discépolo) de la ciudad de Buenos Aires, y fue mandado a quemar por el
gobierno militar. Teatro Abierto se trasladó entonces al Teatro Tabarís.
Con la conducción de la actriz Stella Matute,
la apertura estuvo a cargo, con una semblanza que hizo el dramaturgo Roberto
Perinelli. Afortunadamente no llegó a aplaudir ninguno de los que en su momento
cuando Chacho fue nombrado Director del Teatro Nacional Cervantes, lo
acribillaron con sus críticas melifluas y envidiosas. ¿Qué volvía de Cuba? Si,
pero ¿con qué paradigmas y con qué saberes? La revolución es, o debería ser
un sueño eterno y su subversión de valores un modo dejar atrás los efectos
post colonización. En Cuba Dragún había observado que seguían haciendo teatro
español. Como si la tierra del monocultivo y el bloqueo no tuviera nada para
decir. Luego, más tarde, con la marcha de los sucesos hay decepciones. Pero de
eso nosotrxs en Argentina sabemos mucho y en este estado de cosas, para siempre. Cuánto necesitaríamos hoy un
Teatro Abierto pero no aparecen los líderes, al menos no con ideales firmes,
fuerza de liderazgo y que pueda pensar Latinoamérica de nuevo, desde ese
paradigma que Dragún vio cambiar hasta el que hoy se ha derrumbado. Latinoamérica se homogeniza hacia la derecha con tips de izquierda sin fuerza, que
desprenden algunos estertores sin modificar ni un ápice un status quo degradante.
En torno a la personalidad de “Chacho” se
explayaron también su última esposa, dio su testimonio la dramaturga Florencia
Aroldi con sentidos recuerdos de su infancia, hubo una representación de una
escena de la obra, una carta que reproduciremos a continuación de la dramaturga
Cristina Escofet y se le entregó la palabra a Taty Almeida, Madre de Plaza de
Mayo línea Fundadora, que acompaña cada acto reparatorio de las memorias que se
distraen sin percibir ese punto de inflexión que significa no sólo recordar a
los grandes, sino también tomar de ellxs lo que hace muchos años era innovador y
hoy volvería a serlo porque el sujeto pensante que lo impulsa, puede usar su
intelectualidad para revisar de modo constante qué necesita la Cultura, cómo y
de qué modo instrumentarlo según la ocasión. Dragún fue un innovador y un
sujeto de la Cultura de la resistencia inmanente, sin poses u oportunismos
políticos.
Escena protagonizada por Daniel Dibiase y Brenda Fabre
La velada terminó con un corto en el que
grandes del teatro y personalidades eruditas, descifraron al sujeto ideológico
e intelectual, sus recuerdos de Dragún, de su
personalidad íntima y de amigo o familia y de su posicionamiento
político y su ideario volcado a su dramaturgia.
Luego del corto, los invitados fuimos muy bien
agasajados y algunos abrazos dieron cuenta de que definitivamente, admiraciones
más o menos, que el teatro nos une a cada uno en su quehacer, con la esperanza de
que no desaparezca ese vehículo de Cultura y de no permitir pauperizarlo con
oportunismos o artefactos trasnochados. El público es finalmente quien dice SI.
Y nuestro público está muy bien entrenado, cuando del Teatro Independiente se
trata como para no distraerse con futilidades. Larga Vida a Chacho Dragún.
CARTA A CHACHO DRAGÚN. De Cristina Escofet
Mañana fría de julio de 2024. Querido Chacho.
Te escribo esta carta. Sé que vas a recibirla. En el punto y el puente. Casi un
santo y seña. Porque así fue nuestro largo encuentro. En el mismo punto y en el
mismo puente.
Te leo
“Cada época produce su propio teatro. Se habla
de las generaciones como si los autores formaran una generación. En vez de
hablar de generaciones de autores, de lo que habría que hablar es de
generaciones históricas; generaciones de la historia, que te dan una temática,
que te sitúan en períodos de la historia, no hablar de la gente. Nosotros
estamos enmarcados aunque. tampoco
quiero plantear un determinismo total,-tal época produce,- tal tipo de teatro,
tal época nos habla de una crisis que se refleja sobre el escenario marcándonos
un ritmo escénico, y también tal época
nos da una manera de contar, una estructura . . . “
Cada época produce también un tipo de amistades,
de vínculos, querido Chacho.
Te conocí siendo actriz, en una de tus obras,
en mi fugaz paso por los escenarios. Acababa de escribir Primera Piel. Una promesa a Liliana Galletti
( Cecilia Montale en la novela). Escribí sobre nuestros primeros veinte años me
dijo, la última vez que la vi. Yo cumplí
la promesa. A Liliana, Cecilia, no lo vi más.
El punto y el puente. Nosotros. Aquella tarde
noche.
Un café, cerca de canal 13. El manuscrito
de Primera Piel. Vos y Laura Munarriz (yo en la novela).
Tu prólogo.
“ Diciembre del 83…Tengo 54 años y acabo de
sobrevivir a los ocho años más siniestros de mi vida. Igual que todos los que
sobrevivimos. Como Laura, a quien vi hace muy poco, en un café, cuando me
prestó este libro. La hermosa Laura, de pie en medio de un escenario,
moviéndose enérgicamente, porque sabía que acababa de escribir su propio
salvavidas…
No puedo dejar de leerte Laura. Y te veo
acariciarte, creándote a vos misma. Poniéndote fuera de vos para poder mirarte.
Tocarte. Mimarte. Extendiéndote patente de existencia concreta, en medio de
este mar argentino caníbal negador de toda realidad.
Sigo leyéndote, no puedo dejar de leerte,
porque me ayudás a pensar en mí. Y te veo acariciarte. Tocar tu nariz, y
empezás a oler. Tu lengua y gustás. Tus dientes, y mordés. Te aferrás. Tratás
de que nada se te escape. Y te veo dibujar con esfuerzo, a los tropezones tu
propia columna vertebral.
¿No pensás que eso te salvó, haber logrado
construirte una existencia concreta, viva, real y única? Porque muchos de los
que no murieron en estos años fueron barridos igualmente por la marea de la
muerte. No creo que podamos contar demasiado con ellos. Han incorporado el
miedo a sus actos cotidianos, y sólo se convencen de que lo pierden si se
sienten amparados en multitud. Y la multitud no ofrece garantías.
Llevada y traída. Programada para dar y recibir
órdenes, para la risa y el terror, rechazando todo lo que la cuestiona como
multitud, porque le propone una correcta evaluación del miedo como hecho
natural, no como destino.
Y no hay nada más cuestionador que el misterio
de ese individuo único, irrepetible, que va dibujándose a sí mismo, tocándose, acariciándose,
a los tropezones, a pesar del miedo, a pesar de la muerte. Vos me entendés,
Laura. Sabés que no hablo de la soledad. Al contrario, hablo del amor. Del que
sentiste por Cecilia Montale cuando abriste los ojos, hace mucho y la viste
frente a vos. Del que sentís ahora por ella, cuando ya no está, y te hace
falta. Porque vos y ella-intuyo-son dos partes de la misma juventud que
necesita de ambas para crecer. Juventud desgarrada, mutilada, negada, condenada
a muerte, porque precisamente por sus venas corren Laura y Cecilia. Esa
juventud que echo de menos porque significa mi verdadera continuidad, mi
verdadera paternidad. ¿Dónde está? Me he preguntado muchas veces en estos ocho
años. ¿Cuáles de sus libros, de sus vidas, de sus imágenes habrán logrado
sobrevivir al incendio? Esta noche, tocando tu Primera Piel, sé que vos
sobreviviste. Vos, la parte sobreviviente de Cecilia Montale. ¡Qué angustia
Laura, qué angustia!¡Cuánto sufrieron! Y no porque a nosotros, a mi generación,
digo, le haya sido fácil crecer. Aquí nunca fue fácil crecer. Aquí nunca fue
fácil crecer, en esta inmensa fábrica de marginados, de exilados internos. Pero
nosotros protegimos nuestras imágenes privadas, con un impermeable de ideas,
muchas de ellas traídas por comisarios políticos. Tu Primera Piel es la imagen
en carne viva. Tu olfato, tu sentido del gusto, tu tacto puesto sobre la mesa,
tan indefensos, tan a punto de ser desollados…Tan jóvenes.
Laura me dijo en 1968:”Quién puede asegurarme
cómo serán los años que vendrán?¿Quién puede asegurarme que los próximos años
no cambiarán constantemente? Quizá no sea esta más que mi primera piel de
prueba…A lo mejor nuestras pieles definitivas no están listas”
Y ya en 1983, ahora cuando sus primeras pieles
fueron sometidas al fuego, a la tortura la picana eléctrica, a la humillación,
a la muerte, Laura me dice: “pertenezco a la generación de argentinos que no conoce
la felicidad”. ¡Qué se yo lo que es la felicidad! En una vida como la mía,
donde los proyectos duran hasta el próximo llamado telefónico. ¡Qué se yo lo
que es la felicidad!
Pero ahora casi de madrugada, te agradezco el
cable que me tirás. No a la felicidad, claro. Pero tocando tu Primera Piel
comprendo mejor por qué se puso tanto empeño en castigar y destruir esas
primeras pieles. En un país como el mío, aferrado a la irrealidad desde hace
mucho. Inundado de autoritarismo desde la mesa familiar, la escuela, el
cuartel, tanta lengua dispuesta a gustar de la gente y las cosas, tanta mano abierta preparada
para tocar, tanto ojo abierto a la mentira. Eran la víctima propiciatoria de
quienes tuvieron el poder, y de quienes lo soportaron por cobardía.
Pero vos sobreviviste, Laura. Y Cecilia
también. Seguro que sí. Nadie podrá separarlas. Hasta el próximo café”. Chacho
Dragún
Tu
teatro. Mi novela. El punto y el puente donde comenzaron a mezclarse las
palabras. Sabiendo que el punto no
define sino sólo el punto y que no da la direccionalidad de los caminos. El
puente es un tránsito. Y uno elige el hacia dónde.
Aquellos días…
“Nosotros los de entonces ya no somos los
mismos”, dijiste … “Nosotros, los
sobrevivientes,/¿A quiénes debemos la sobrevida?/¿Quién se murió por mí en la
ergástula,/quién recibió la bala mía,/la para mí, en su corazón? Tu amado
Roberto Fernández Retamar. El mismo punto, el mismo puente…
Eran tus días de transformar el miedo en un
acto de provocación de permanente teatralidad. Eran tus días febriles de armar
el rizomático universo de Teatro Abierto. De juntar a los que sabían de la
escena, con los que necesitábamos renacer desde la misma.
Nosotros los de entonces, ya no somos los
mismos… No, no lo éramos. Como en el juego de las muñecas rusas, unos salíamos
del cuerpo del otro, nos paríamos unos a otros y nuestra conciencia individual
se expandía y se reconocía en la conciencia histórica. Nos recomponíamos como
individuos, nos estructurábamos en el entramado de construcciones colectivas de
sentido.
¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,
sus huesos quedando en los míos,
los ojos que le arrancaron, viendo
por la mirada de mi cara,
y la mano que no es su mano,
que no es ya tampoco la mía,
escribiendo palabras rotas
donde él no está, en la sobrevida?
Fernández Retamar. Entonces como ahora.
Intercambiando pieles. Sigo leyéndote.
“Sí, el teatro debe poner en claro lo que en la
vida es oscuro. O sea, poniendo en claro lo que en la vida es oscuro, es como
si uno delante de la gente que sufre a causa de una máquina infernal que la
oprime, toma la máquina, y la desarma y
le dice a esa misma gente: "Mirá,
esta máquina, que sirve y que se usa para hacerlos sufrir, es esto. Acá está
desarmada, la máquina. Acá está cada piececita. Ahora quedás en libertad de
tirarla, de cambiarla por otra, o de volverla a armar como estaba y seguir
sufriendo." El teatro sí puede ejercer ese acto de lucidez sobre la gente,
de desarmar la máquina delante de la gente mediante la lucidez para que se vea
cómo funciona. Mucho más allá de eso, et teatro, no puede ir, ¿no? La gente de
teatro que ha querido ir más allá, pues, ha tenido que dejar el escenario y
cambiarlo por otras cosas, mucho más contundentes que el escenario. Pero, de
cualquier manera, yo creo que el teatro puede ejercer un gran papel
transformador; Hispanoamérica, debe ser,
de pronto, el último lugar libre donde
queda, el escenario vacío de un teatro, donde todo es posible…”
En el teatro todo es posible querido amigo, y
vos nos metiste ese bicho incómodo de desarticular la máquina infernal, de
armar escenarios de sentido en las barbas de los Inquisidores de la
sensibilidad, del sinsentido disfrazado de dogma obligatorio, de matrix
ineludible. Vos nos metiste el bicho de nadar contracorriente armando nuestro
propio cauce. Vaya utopía.
Tus palabras me ayudan a armarme
“ El teatro pone al ser humano en su verdadero
lugar, como un habitante más de un universo muy amplio. Yo creo
que el teatro puede jugar esos roles, pero
especialmente a través de la sensibilidad de la gente, de la sensibilidad
dormida de la gente. Despertarla, pellizcarla, incentivarla, trabajar sobre una
imaginación que se ha perdido. Creo que hemos vivido en un mundo que ha
combatido la imaginación como el enemigo público número uno”
Vos todo lo transformabas en una escena
necesaria.
Aquel teléfono que sonó en mi casa. Era diciembre del
83’.Diciembe del retorno a la democracia.
“Necesitaba hablarte. Dicen que la dictadura
terminó, pero yo no sé si voy a poder vivir sin miedo. Me acostumbré a vivir
con miedo. ¿Puedo ir a tomar champán a tu casa?”
Y después del champán, en el calor de aquel
diciembre que nos prometía la esperanza, nos fundimos en una de las tantas
manifestaciones que salían a exorcizar los miedos del silencio. La calle
poniendo de relieve una dimensión del
ser: la de necesitarse…
“Poner al ser humano en su verdadero lugar”...
Tu frase como un mantra. Poner al ser
humano en estado de necesitar del otro , porque ha tomado conciencia de sí y de
su entorno, sacudiéndose el estado de autosuficiencia, de encapsulamiento en la
mónada donde nadie necesita de nadie.
Sí, nos impulsaste a la construcción del
escenario plural del nosotros. Nos permitiste construirnos como sujetos
autónomos desde un Teatro Abierto imbatible. Porque de verdad, la utopía
parecía estar de nuestra parte.
..
Nosotros los de entonces, Chacho, heridos pero conscientes de la herida,
olvidados, pero conscientes del olvido, aislados, pero conscientes del
aislamiento. Es de esa conciencia que nació el nosotros. Un nosotros en la
escena y en la escucha por haber recuperado el habla.
No quiero entristecerme, amigo, pero el
nosotros, hoy amenaza estar herido en un yo soy, igual a yo y superior siempre
a mí mismo. Yo y mi mismísimo yo. Como si fuera el destino terminal de un
infinito ombligo de imbécil tautología giratoria.
“ Escribir es poner el cuerpo” , decías. Y en
ese poner el cuerpo, te encontrabas, te perdías, te preguntabas, porque en
definitiva tampoco te importaba mucho si la obra estaba terminada del todo. Porque en el armado
conjunto estaba la clave. En el necesitarse estaba el punto y el puente. Nos
sentíamos fuertes porque nos
necesitábamos no para configurarnos de acuerdo a una neocultura adaptativa,
sino para provocar nuestro propio orden simbólico…
Poner el cuerpo. Leerse en las urgencias, hacer
del otro un aliado indiscutible a la hora de comprender que la realidad no es
lo inevitable a aceptar, sino la condición para crear la necesidad de una
realidad diferente… Esas fueron tus consignas.
El teatro desde Teatro Abierto se ha
multiplicado, pero la escena de la urgencia del hoy te extraña, para reforzar
la escena de arrebatar audiencia a la
crueldad de las narrativas del mercado que ha sustituido la pasión transformadora por el odio
que aniquila y destruye, y que se
propone como única salida.
Siempre nos encontrábamos en el mismo punto y
en el mismo puente. Ayer y hoy se me mezclan. Y no puedo evitar que así suceda.
¿Nos ves Chacho? Nosotros, los de entonces, que
no éramos los mismos. Tomando las calles
. la inmensa calle abierta del nosotros. Ebrios. Radiantes. Enloquecidos,
Roncos, atrevidos.
Te veo agitando una pancarta . Te veo como un
eterno Hamlet recitando el to be or not to be, clamando porque ni el mundo ni
la sociedad desaparezcan. Te veo rogar por la existencia, del amor, la
comunión, el encuentro y la mirada y la construcción colectiva y plural. Y
nuevamente digo, vaya fortaleza, vaya utopía, en la era ciega del es lo que
hay, y a conformarse…
..
No puedo dejar de leerte...
“Pero, además, uno se vuelve más crítico porque uno se ha vuelto más
lúcido también y si yo en una época pensé que el teatro va a hacer la
revolución, ahora estoy convencido de que es la revolución la que va a hacer al
teatro. Uno se vuelve más lúcido con los años y se da cuenta que todo se
vuelve mucho más dramático. Y más en sociedades como las nuestras, en
sociedades hispanoamericanas como las nuestras, donde…el teatro es como un
fenómeno de contramano; es como intentar crear una pequeña sociedad a contramano
de la gran sociedad, ¿no? donde se trabaja con terrible dificultad de todo
tipo. Uno se pasa luchando por crear un teatro popular pero se encuentra que en
nuestros países latinoamericanos no hay una clientela cultural formada. No
solamente tenés que crear el producto sino que además tenés que crear el
cliente, tenés que irlo a buscar”…
Crear la obra. Crear la necesidad de que te
necesiten. Luchar contra los fabricadores de necesidades encorsetadoras.
Despertar sobre nuestros sueños, sobre la historia que nos cuentan, sobre los
núcleos de pensamiento que se borran, mientras diseñan un sujeto humano
semejante al bostezo repetido de una
ecuación algorítmica. Sobre la que no hay ni marco de ideas, ni construcciones
sólidas que la sostengan.
Eras un agitador de conciencias. Soñabas con un
Teatro Latinoamericano. Soñabas con talleres de creatividad permanente, donde
la misma escena fuera contada de múltiples maneras, en una suerte de mirada
caleidoscópica. Nos incitabas a nuestra propia aventura en la escena y hasta
que casi nos convenciste con aquel proyecto de un barco teatral que navegara
llenando de teatralidad, puertos y orillas.
Siempre nos encontrábamos en el mismo punto y
en el mismo puente. Y desde este lugar, puedo decirte, por si acaso me hubiera
olvidado de recordártelo. Querido maestro que te convertiste en mi gran amigo,
fuiste el que me enseñó a diseñar escenas sin marcos señalados por el uso, a
desechar brújulas efímeras.
Insólito, ecléctico y nómade fue tu destino.
Las noches de aquellos días de infinitos
teatros, conservan la impronta de nuestros mundos sumergidos. Nuestras
Atlantis.
En aquel café, aquella tarde noche le dijiste a
Laura:¿No pensás que eso te salvó, haber logrado construirte una existencia
concreta, viva, real y única? Y, yo te lo digo ahora, gracias por tirarme un
cable en este día , Gracias por recordarme que en el teatro todo es posible, si
no nos olvidamos de anteponer el casi… Casi todo es posible si no nos olvidamos
de construirnos una existencia concreta,
viva, real y única. Porque, ¿De qué drama del mundo de lo humano hablaremos si
no sabemos de qué se tratan ni el mundo ni lo humano?
“Nosotros los de entonces, ya no
somos los mismos”, dijiste y por eso me animo a preguntarte ¿Y nosotros, los de
ahora?¿Quiénes somos? ¿Cómo se sostienen
los escenarios en una realidad implosionada? ¿Somos la idea de lo que
una vez fuimos? ¿Somos el pasado que viene a nuestro encuentro y nos alcanza un
libreto que acaso ya olvidamos? ¿O es que
ya nos convencieron de ser el diseño de la máquina infernal, que nos
oprime?¿Y si de pronto la única tarea fuera nada más que recordarnos? ¿Y si en
la escena estamos, vivos, lúcidos, pensantes y al salirnos del teatro la
realidad fuera tan sólo una gran selfie?
Verás amigo, como en la noche cartesiana de la
duda, estoy perdida.
Y a lo mejor sea en la duda, donde más cómoda
me sienta. La duda, como el punto y como el puente. Pero siempre en la escena
de la vida amigo. Simplemente latiendo.
La comunidad teatral estrecha filas. En cada
sala. En cada elenco. En cada debate. En cada borrador que diseña nuevos
renglones para seguir provocando reflexión, polémica, deseo. Somos los nautas
de tu alucinado barco de convocar el drama,
dispuestos a desembarcar sin aviso previo en cualquier rincón que se nos
preste como puerto. Somos tus discípulos,
disciplinados, tesoneros, laboriosos, pero sin duda atrevidos, bravos, disruptivos,
imperfectos, inacabados. Nos enseñaste la estrategia de tomar por asalto la
escena. Nos dejaste en custodia un tesoro, desentrañar el latido de una
Latinoamérica que nos sigue doliendo en la palabra propia y en el olvido ajeno.
Sé que voy a leer la carta que te estoy
escribiendo en el aniversario de Teatro Abierto. Y no puedo dejar de repasarte.
Una tarde del 99. A la raíz de la nada misma,
me sonó muy loco tu pedido: Cuando parta de este plano, alguien te va a avisar.
Inmediatamente me vas a escribir una carta, la vas a leer, la vas a romper. Yo
la voy a recibir. Y por favor, quiero que me lleves un ramo de violetas.
Tiempo después, alguien me avisó . Yo te
escribí, leí y rompí la carta. Camino al Cervantes aquella mañana de junio, me
detuve en un kiosco de flores. Por casualidad, ¿no tiene un ramo de violetas?
Aquí tiene dijo el florista, no entiendo como aparecieron estas flores. “Nunca
jamás tengo violetas” y me regaló el ramito.
Sé que vas a recibir esta carta, que la escribo
como Laura escribió su novela, esperando a Cecilia. Y aunque te sigo
extrañando, siempre estás. Siempre te
encuentro. En el mismo punto. En el mismo puente. Osvaldo Dragún, Chacho querido Es que tu eco suena fuerte. Hasta el próximo café.
Cristina Escofet .