Hermanas de Sangre, una obra de Jessica Schultz, dirigida por Carlo Argento, por Teresa Gatto

 

La puesta apela a esos sentimientos que se despiertan cuando un integrante de la familia parte y los que quedan se enfrentan a verdades y secretos en una mezcla de sensaciones como lo son la sucesión de los bienes y las diferencias personales y el dolor.



Por Teresa Gatto

«Los que no cambian nunca de opinión

deben cerciorarse bien antes de juzgar»

“Orgullo y Prejuicio” - Jane Austen

 

Corren los años ’60. Viejas como el mundo las ceremonias de la muerte también contienen encuentros álgidos y tal vez no deseados. No hay prácticamente una sola vez en que el reproche no se haga presente. Que no los hubiera, sería cosa de santos no de humanos.

Aquí un mujer heteronormativa, cuidadosa al extremo de las buenas costumbres y ortodoxamente judía, se va a encontrar con su hermana que residió en el exterior y que no llegó a tiempo a la ceremonia fúnebre.

La mujer que la sociedad espera que sea una señora está encarnada por Jessica Schultz, la recién llegada, con sus aires libertarios sus ropas hippie chic y una independencia que se respira está instalada en la piel de Estela Garelli.

No podrían ser más diferentes ni haber elegido distintos tan diversos. Tampoco podrían a simple vista, congeniar en nada. Los reproches se harán presentes por el presente y el pasado. Y, en la transcurrir de la puesta, habrá un in crescendo dramático que los momentos de humor atemperan pero que tiene que ver con los secretos.



Ya no es quién se queda con qué objeto, todos significantes por pertenecer a la madre muerta. Importa que en esa compulsa por quién merece, quién cuidó, quién se quedó, van destrabándose secretos que está crítica no abordará porque forman parte del argumento y porque además sólo asistiendo a la puesta, se puede dimensionar y también verse reflejado.

El secreto, su dimensión, lo que fabulamos sobre la vida del otrx, se destraban cuando los argumentos sólidos se ponen sobre la mesa.

El origen es además, fundante aquí, porque la más conservadora no tiene idea de cuál fue la historia de su madre ni de cuántas penurias atravesó su hermana liberal.

La otra intención lograda es la descripción de una cosmogonía israelita que muchos desconocemos en sus más íntimas convicciones religiosas. Ambas las conocen pero hay límites para acatarlas.  

El guion de Schultz arma y desarma con logro merecido, una instancia de duelo y reparto más de culpas y responsabilidades que de pertenencias.

Ambas actrices cumplen con creces con el ser de su personaje y es obvio que Carlo Argento logra su objetivo de dirección. Sus contrapuntos son precisos, ajsutados a tiempo y altalento que las caracteriza.

El diseño de vestuario de Juan Miceli es clave para distinguirlas sin exageraciones, del mismo modo que el diseño de escenografía de Alejandro Mateo que permite una circulación por el departamento de la madre muerta, con elementos justos para representar de qué se trata. La música que aporta Diego Mizrahi resulta agradable e icónico para completar el logro de la puesta de esta comedia dramática que devela varios secretos, de los cuales uno sobre todo es fundante para quebrar o fisurar la visión del mundo conservadora de Schultz y permitir un nuevo orden en la casa del duelo.

 

 


 

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Autora: Jessica Schultz

Intérpretes: Estela Garelli, Jessica Schultz

Peinados: Fabián Sigona

Maquillaje: Cholu Dimola

Diseño de vestuario: Juan Miceli

Diseño de escenografía: Alejandro Mateo

Realización de escenografía: Eduardo Muro

Música original: Diego Mizrahi

Diseño De Iluminación: Carlo Argento

Fotografía: Kevin Enis

Diseño gráfico: Nahuel Lamoglia

Asistencia de dirección: Nahuel Graffigna

Dirección: Carlo Argento

Duración: 75 minutos

Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos

TEATRO HASTA TRILCE

Maza 177

Capital Federal - Buenos Aires - Argentina

Teléfonos: 4862-1758

Web: http://www.hastatrilce.com.ar

Domingo - 19:00 hs - Hasta el 28/07/2024

 


La Celebración. Una Comedia para los que vendrán.  Dirigida por Manuel Santos Iñurrieta. Por Teresa Gatto