El volumen de la referencia contiene una introducción de
Cristina Escofet, un prólogo exhaustivo de Diana Battaglia y seis obras de
teatro que, en distintos momentos y aún hoy, siguen en cartel por ese plus que
es posible alcanzar cuando los exquisitos textos de Escofet se convierten en
textos espectaculares.
Escofet, cristina. (2022). Buenos Aires: Editorial Nueva
Generación, 283 pp,
ISBN 978-987-48655-2-6.
”Aprendé la lección, en dictadura, barrer el piso es una
gran hazaña.
Asediar, indagar, analizar la poética de Cristina Escofet,
es un acto de lectura indescriptible, es el placer del texto. Y es, por qué no
decirlo, un desafío que deviene de desprenderse de las diversas provisiones de
sentido que las puestas alcanzaron y alcanzan en escena. Leer quitándole los
rostros, las escenografías, las luces y los vestuarios cuando esas puestas han
sido tan pregnantes en el imaginario del espectador, supone un ejercicio
absolutamente desafiante, sobre todo cuando quien indaga ha sido espectadora
reincidente de cada espectáculo.
Pero esto es dramaturgia. Esta conformada de palabras,
instrumento sagrado, si lo hay, que compone una poética ( de poiesis, pero no
sólo para dar forma a las palabras, para proveer significado, emoción y hasta
belleza). Una poética es un distintivo. Es lo que hace que A no sea B y además
no se le parezca. Que no se parezca a ninguna otra. Una poética supone una
identificación personal, confesional, política, histórica (como en el paratexto
del libro), una independencia absoluta de modelos ya probados. Exitosos o no.
Absolutamente singular. Inminentemente individual y a la vez, abarcadora de una
cosmogonía única que la hace resplandecer de originalidad.
Dice Umberto Eco sobre las poéticas: «son el programa
operativo que una y otra vez se propone el artista, el proyecto de obra a
hacer, tal como el artista explícita o implícitamente lo entiende»[1]. Y este
proyecto supone una insistencia. Insistencia, re escritura, repetición son,
glosando a Noé Jitrik (en el caso del artistatalentoso), una forma del traslado del
significante. En el caso que nos ocupa no se trata de engrosamiento (en el buen
sentido) de una narrativa que se repite y se estalla, ampliando su nodo principal.
No. Es el caso de una reiteración en un universo. En este caso el histórico. Y
no sólo histórico sino además de Género.
Por ello, frente a una interrogación que me fue hecha en un
Congreso, sobre si el Teatro de Escofet estaba atravesado por la Historia, he respondido sin dudar que su obra atraviesa
la Historia y la evolución y el nomadismo de las subjetividades femeninas en
continuo cambio, evolución y devenir pero mirando el pasado con ojos de
presente que resignifican hechos, sujetos, miradas, crueldades. El compromiso
es tácito. Es inmanente al sujeto que escribe.
A propósito de ello, en la Introducción, la autora muestra
las huellas que sigue su escritura. Ese camino que marcan está constituido por
4: “La mujer de arena”, “Pandora o el regalo maldito”, “Las nieblas de Avalon”
y “La escena como lugar sagrado”.
Sobre La mujer de arena, es notorio ver como Escofet
reversiona y amplía el nomadismo subjetivo de Rosi Braidotti[2]. Desde la
topografía del lugar de dónde viene hasta el derrotero por la filosofía, lo que
demuestra aquí es que todas somos un
in fieri, del latín, en proceso,
inacabado. Mujeres en construcción permanente, en evolución permanente.
Afortunadamente. Escofet planta la semilla en la huella para que los vengan
detrás sepan que no hay cartografías a seguir, lo único que existe es que
Género es un modo de transitar el mundo.
La segunda Huella que hace alusión a Pandora, la refuta
porque hay más simbologías y mitologías
en el Tarot que aprendió a leer hace tiempo. Esos arcanos le sirven para
mirar hacia adentro, para mirar las batallas que libra internamente como filosofa, mujer, escritora y que no son
otras batallas que las del género todo consciente o no. Aquí ya se prefigura
una postura inalienable de escritora. No hay duda, la escritura es un lugar en
el mundo, en el suyo. Y no es nada menor, muchos sujetos se van de este plano
sin haber encontrado su lugar en el mundo y sin por ello, darle un objetivo a
la búsqueda de sentidos. El sentido de las cosas por el sentido en sí, no por
las cosas.
La tercera huella “Las nieblas de Avalon” , es otra
referencia a mujeres que la Historia ha casi petrificado, Igraine, Ginebra y
Morgana, poderosa ésta última y
protagónica absoluta en todas las sagas de Arturo y contrafigura de
Merlín, están ya descansado en un globo de ámbar. Los personajes de Escofet nos
respiran en la cara. Están eternamente vigentes no sólo por la factura
escrituraria sino por la decisión per se de la autora, con una conciencia de
proyección de estos personajes que reivindica lo dicho al principio, ellas
atraviesan el tiempo, el viento y todos los médanos de arena sin perderse
jamás. Los personajes de Escofet son un in fieri absoluto y maravilloso.
La cuarta y última huella refiere justamente a esas
travesías femeninas que la ocupan. Y más allá de su reflexión sobre su obra,
hay que señalar que Escofet no ha apelado al melos jamás. Tampoco existe en
ella ninguna intención de realismo, ni del del Siglo pasado ni del agujereado
de éste. Escofet dejó la leche realista en la cuna. La carnadura de esas mujeres no concede la
más mínima opción de rendición, se gestan, desarrollan y mueren si es necesario
en un seno contenedor que las exonera
del reproche y la edulcoración. Han sido concebidas de adentro hacia
afuera como la misma autora las sueña, concibe, elige y les da vida.
Antes de entrar al mundo ficcional, hay en el libro un
prólogo impostergable de la Profesora Diana Battaglia que conoce la obra de
Escofet como pocas y que le concede una seriedad a todo lo que investiga de un
modo exhaustivo y profundo. Todo lo expresado por D. Battaglia es fundante para
acercarse a la obra y sus conceptos sobre la elección del formato de monólogo que en las mujeres de la Historia ilumina una cuestión importantísima. No se puede
soslayar el hecho de que Battaglia es profesora de Narratología e integra
simposios, Congresos, y he tenido el honor de compartir presentaciones con ella
en los que luego de sus exposiciones, sólo me restó improvisar porque Diana
tiene un ojo avizor imponente. Y, si las rescatadas del olvido han sido
enviadas durante Siglos al desván de la nada, Escofet poniéndolas a monologar
les permite ser plenas sin la intervención de otros discursos. Se realzan a sí
mismas en sus glorias y miserias, dejando de lado aquí a Sol de Noche, obra
maravillosa que fue montada por Francisco Javier en el Teatro Cervantes y que
tiene dos personajes Fina y Feli que provienen del propio acervo familiar de la
autora. Battaglia da en el punto neurálgico de la referencia, y glosando a Noé
Jitrik, conviene con él en que el referente del discurso del teatro histórico,
es otro referente: el discurso histórico. Por ello, y por muchos otros
conceptos creo que la Investigadora Diana Battaglia es una excelente puerta de
entrada para los investigadores de Teatro sobre la obra de Cristina Escofet.
Las Obras en cuestión
Fridas. Monologo Confesional en un acto. Dedicada con
profundo afecto fraterno a Ana María Casó, Fridas fue estrenada en el año 2002
con dirección de su autora. Fridas en plural, no hay una sola. Ha sido repuesta
hace 2 años con dirección de Roxana Random, y que forma parte de la
“eternidad”. Su mezcla de dolor y pasión, como se puede observar en las
muestras, en su museo y en esa vena de Kalho. Las múltiples Fridas que conviven
dentro de ella. Su mirada introspectiva, el adentro de sus pinturas y un cuerpo
que no acompaña, se desnudan poéticamente para en un caleidoscopio (como
declara Escofet en una entrevista) el sujeto inacabado, que se va construyendo
salte obstáculos en una suerte de reafirmación femenina que “no dispensan
lágrima o reproche” (Borges dixit) , porque se asume como femenina y a la vez fálica, y yo tengo pará mi que ser mexicana influye y mucho en su discurso
poético
Sol de Noche. Pieza teatral en once cuadros. Dedicada a su madre y a su tía y por supuesto
a la memoria de Francisco Javier[3], posee un registro intimista y por momentos
desopilante. Fina y Feli (hermanas) recuerdan, repiten ceremonias. Son
entrañables y en esa atmosfera del Delta es muy difícil hacer una
identificación temporal. Ellas, son esas tías, abuelas, madres que
llegando a una vivencia que experimenta
más pasado que futuro, desgranan sus vidas “como si” y entremezclan su
ceremonia del té (añosa ya) sin dejar escapar dolores y fracasos pero siempre
desde una perspectiva en la que la acidez que le permitimos a nuestros mayores
termina siendo un agradecimiento por un optimismo de la voluntad que nos
funciona como un espejo develador.
Yo, Encarnación Ezcurra.Monologo en ocho momentos. La potencia del texto no deja lugar
a dudas. Encarnación está en su momento postrero y revive su infancia sin moños
ni miriñaques. Existe en este monólogo una fuerza de la palabra que es
devastadora. Y que, sin mostrar el amor como una bendición le rinde culto a
través de la fidelidad. También le rinde culto acompañando desde lejos. No es
cualquier mujer, es la esposa de Rosas pero la historia oficial siempre olvida
y sino lo hace, edulcora como en el caso de Camila O’Gorman. El amor, el sexo,
la posesión de una mujer, en 1838, se revelan en el texto con bravura.
Encarnación, la Negra Toribia, desgrana su vida antes y después del Restaurador
pero como es habitual en Escofet, el masculino en cuestión es un disparador
para un ser femenino que saca valentía
desde las entrañas y si fuera por ella iría al frente de la batalla.
Encarnación, de quién sólo leyendo, aspiramos sensualidad es una guerrera de
origen y de amor.
Sonata Erótica del Río de la Plata. Pieza Teatral en tres cuadros. Aquí dos mujeres de
distintos estratos sociales como lo eran Trinidad Guevara y Mariquita Sánchez
de Thompson, se desterritorizan en aquellos momentos en que cruzar el Río de la
Plata era una solución común. Ambas con su origen diferencial, cruzan ese río
ancho y marrón, que era y sigue siendo un corredor de salida. Trinidad más salvaje, mas curtida, Mariquita
más elegante, pero impregnadas ambas de la poesía del erotismo que del que son
depositarías y anhelantes a la vez. El tema epistolar juega un papel importante
para la más beneficiada socialmente. Trinidad exhibe, denuncia, una mujer que
sólo es plena en esencia o pariendo hijos. Pero ellas son Historia y esa
materia bien entendida, enciende la Memoria.
Las Lucías.Pieza Teatral en nueve momentos .Obra desgarradora en la que nuestros años ’70
reverberan y seguirán reverberando porque no están saldados. Las Lucías tienen
su germen en Padre Carlos Rey Pescador, porque Escofet es además de una lectora
incansable de filosofía, una investigadora pertinaz de todo lo que puede
investir al personaje del que va a dramatizar. Así como en otras obras asoman
nodos de feminismo e historia, aquí aflora un dolor propio de Nación y también
de la autora. Las Lucías son esas mujeres que estuvieron cerca, tan cerca de la
muerte que murieron en vida.
A través de lo granos de Maíz (Memorias de Malinalli). Esta
obra se estrenó este año 2024 con un éxito rotundo en el Teatro Nacional
Cervantes, dirigida por Andrés Basallo. Es posiblemente la que impide el
distanciamiento mayor. Viva en la memoria cercana e igualmente de una poesía
indescriptible en la lectura. Marina, Malitzin, Malinalii, Malinche, figura puesta en
jaque desde el principio de la Conquista de México, en manos de Hernán Cortés.
La traidora, la de las dos lenguas y al final la sin lengua. En la piel de la
Huesera y de una actriz, encarna desde
el comienzo de su propio tiempo una
sentencia: seremos conquistados, seremos esclavizados, seremos humillados. Y no
importa si hay un hijo que la Malinche tiene con Cortés, porque ese hijo es
como todos los hijos de la conquista, mitad violación y mitad voluntad de
supervivencia.
Estas breves reseñas sobre las obras de Escofet no intentan señalar un camino de lectura. Sólo anhelan que los hacedores teatrales y otrxs se acerquen a esta obra insoslayable y única. El campo intelectual del teatro argentino es muy rico en expresiones, pero vale mencionar que es muy repetitivo al rendirle tributo a poéticas perimidas. Salvo una pequeña porción de ellxs que están intentando algo nuevo, o cuando se exhiben dramaturgias foráneas, no resulta interesante volver a ver aquellas obras que en la mitad del Siglo pasado eran clásicos. Y con el paso del tiempo, aquellos que abrieron caminos se han ido. Este es el caso Tito Cossa, recientemente fallecido.
La ambición de máxima de este análisis no es sólo el
conocimiento plácido y afiebrado a la vez de la autora, si el oxímoron es
tolerable. Mis expectativas ya se han cumplido y sé que habrás más, Ojalá el
resto quiera y se pueda.
! Eco Umberto, Obra Abierta, 1970, Planeta. Buenos Aires