El sentido de las cosas, escrita por Sandra Franzen, dirigida por Andrés Bazzalo

 Una puesta fascinante en la que el minimalismo escenográfico es fundamental porque todo es palabra, todo es poesía, todo es buscar “el sentido de las cosas”. Andrés Bazzalo pone a jugar a dos espléndidos que hacen lucir el texto de Franzen y que tensan no sólo los límites, un joven y un hombre mayor sino también los significados.



 

Por Teresa Gatto

 

“De pronto sentí el río en mí,

corría en mí

con sus orillas trémulas de señas,

con sus hondos reflejos apenas estrellados.

Corría el río en mí con sus ramajes.

Era yo un río en el anochecer,

y suspiraban en mí los árboles,

y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.

Me atravesaba un río, me atravesaba un río!”

Juan L. Ortiz, Frag. de Fui al Río

 

Cada función de teatro tiene como cada obra la chance de un plus. Algo más en lo que el espectador puede bucear. Resonancias del lecturas, reverberancias de escenas imaginadas de alguna narrativa que nos enamora. Entonces llega “El sentido de las cosas” y la autora nos juega (a algunxs) una bella pasada.

Las luces se apagan y vemos a los protagonistas que, rompiendo la convención, deciden volver a comenzar. Ese gesto los acerca a la platea que, ansiosa, se da el gusto de ver a los artistas que le darán el placer que sigue.

El en delta del Paraná, un poeta cuya cama pende un de un sauce, acomoda los papeles que escribió en su insilio de escritor y su retiro voluntario de todo bullicio con el que la cuidad tapa lo verdadero, el ruido de la naturaleza y el silencio de la misma.

En el otro extremo un empleado de una entidad burocrática es enviado, a despecho de su voluntad, a anoticiar al poeta de una “importante” mención honorífica.

Mientras para el poeta, la crecida es un hecho esperable y natural, Víctor Laplace se maneja con maestría en este rol que supone que lo más importante es la palabra a resguardar, el empleado, encarnado con enorme logro por Gastón Ricaud, da cuenta de un temor casi fóbico a las alimañas, señalando que su alergia puede ser fatal. Nada de lo que Josecito, el empleado teme será opción de piedad para el poeta que se siente invadido y procede como la libertad que ganó le indica.

Hay una obstinación del empleado en cumplir con su deber, hay otra que es la del rechazo del poeta ya que justamente el sentido de las cosas no radica en la burocracia.

El espectador asiste así a una conversación que se va tornando afable, luego de la primera resistencia. Los matices que surgen de la escritura de Sandra Franzen están resaltados por la excelente dirección de Andrés Bazzalo que como es su costumbre, toma en sus manos un guion excelente y lo convierte en una obra en la que los actores sin piolines a la vista, se lucen al extremo.

La música en vivo de Gonzalo Domínguez, con su registro litoraleño, excelentemente ejecutada, nos permite junto al resto de decisiones que engrosan en signo teatral, pasar una hora en el Paraná sin que el realismo invada la escena. No hay otra escenografía que la cama del poeta, de modo que imaginar correntada, crecida, papeles al viento, posibles ofidios que el río arrastra y ver par a par al poeta y al joven empleado hacer toda suerte de piruetas con las misma versatilidad, dan cuenta de un mecanismo aceitado entre personajes, una complicidad que no los deja fallar, fruto seguro de un trabajo previo en el que lograron construir ese vínculo cambiante y que redundantemente cambiará la vida de uno de ellos. Hay que resaltar que la escenografía y el vestuario son obra de Carlos Di Pasquo y son indiciales y celebratorios.

Hasta aquí lo técnico/artístico compone una puesta para celebrar, pero hay resonancias que en el caso de esta crítica resultan insoslayables. Ciertas referencias como que el río Colastiné es peligroso o la frase que repite el Poeta “Ay Garay, Garay, llevaron a quien escribe al universo de Juan José Saer, como una cita homenaje al escritor que sólo se quedó en su zona (El litoral Santafesino) para darnos a personajes como Pichón Garay (poeta y exiliado) o mencionar que el Colastiné es muy peligroso como río, un brazo del Paraná que tiene doble cauce y que el mismo Saer utiliza para situar la historia de El Entenado, en el Siglo XVI, donde habitaban los indios del mismo nombre que eran antropófagos.

Entonces, el rito teatral se afinca en la memoria lectora que cruza sus lecturas preferidas, con la poesía del guion y el desempeño de los artistas que al final nos brindan un abrazo.

¡Viva el Teatro!

 

 

 

 

 

FICHA TÉCNICO/ARTÍSTICA

Autora: Sandra Franzen

Actúan: Víctor Laplace, Gastón Ricaud

Diseño de vestuario: Carlos Di Pasquo

Diseño de escenografía: Carlos Di Pasquo

Músico En Escena: Gonzalo Domínguez

Operación técnica: Ramiro García Zacarías

Diseño De Iluminación: Horacio Novelle

Fotografía: Nacho Lunadei

Diseño gráfico: Mariana Meliac

Asistencia De Escenas: Adrian Rallap

Prensa: Natalia Bocca

Producción artística: Alejandra García

Producción ejecutiva: Alejandra García

Dirección artística: Andrés Bazzalo

Duración: 60 minutos

Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos

CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN

Corrientes 1543

Capital Federal - Buenos Aires - Argentina

Teléfonos: 5077-8000 int 8313 en horario de venta

Web: http://www.centrocultural.coop

Entrada: $ 10.000,00 / $ 9.000,00 - Domingo - 19:30 hs - Hasta el 26/05/2024

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.