Un hecho teatral inédito en torno a la representación
femenina de un mito (?), se presenta en el Teatro Nacional Cervantes para que
una vez más, texto, dirección y las brillantes actuaciones de Ana Yovino y Maia
Mónaco emocionen a una platea que, conociendo o no la trama de los sucesos, se
conmocione estremecida.
Por Teresa Gatto
¿“Acaso hablás las lenguas de estos Moctezumas”?, la
interrumpió bruscamente un soldado, dirigiéndose a ella en maya, cuando conversaba
con una mujer que molía maíz para los hombres barbados. “Es la lengua de mis padres”, contestó ella, “no
la he olvidado”. El blanco que hablaba maya dio una orden y la condujeron ante
el gran Capitán”.
Hernán Lara Zavala[i]
De todos los legados que me ha dejado la Historia de
la Conquista de América y, diría Todorov “Y el Problema del otro”[ii],
siempre el asombro de las Cartas de Colón a la Reina Isabel, describiendo un
mundo inventado y narrándolo como “descubierto” y la Conquista de México a
cargo de Hernán Cortés y sus Cartas de Relación, enviadas a España, han sido
motivo de inquietud. ¿Cuánta literatura (hoy sabemos que sí) había en ese
género epistolar y cuánta verdad, mito o naturalización del sometimiento era vedado? O tal vez no, porque el mayor problema para
estos españoles arribados a Mesoamérica y a América del Sur sus habitantes eran
infrahumanos. No sólo conformaban un “Otro” de raza, credo o religión, no eran
seres humanos. Eran bestias de carga listas para ser a sometidas o usadas como
se verá luego en la Conquista de México por parte de Cortés. Ya no importa si
se leyeron mal las señales y el Capitán Rubio no era lo que el horóscopo anunciaba.
Ni siquiera la ingenuidad de Moctezuma frente a los primeros signos de
cordialidad. No. América sería labrada en sangre. Y cómo hemos visto en los
siglos posteriores, cosecharía sangre hasta nuestros días.
Pero de la todas las Crónicas (extensos volúmenes que
narran los sucesos, avalando o rechazando el avance europeo) las mujeres son
las grandes ausentes o personajes muy secundarios, nombrados solamente en lo
que concierne a tareas domésticas o sexo. Con una enorme excepción: La Malinche.
Pero esto se trata de una crítica teatral. Y después
de muchos años de esperar una representación que le hiciera honor a la primera
mujer ilustre de México (sí, Ilustre) el rizoma se pone en marcha y es
imposible no contextualizar. Pero, cuidado, no es necesario saber nada de
Malinalli, Marina o Malinche para ver este despliegue escénico.
La sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes
es el espacio de contención ideal para esta puesta porque brinda la intimidad
que requiere narrar/ re-presentar una vida. Y la sostiene con creces porque
como el texto espectacular y el original son pura poesía, hay que estar muy
atento pues cada palabra es de una densidad semiótica y cada movimiento de las
protagonistas es una cadencia que aún en los malos presagios, acuna.
El dispositivo escénico montado por Alejandro Mateo
permite que Maia Mónaco, cante descifrando granos de maíz que ve en un pozo que
se replica infinito en una pantalla. Ella presentará a Marina y es ahí cuando
Ana Jovino, gladiadora triunfante de todas las heroínas, completa el espacio
escénico. No sólo lo consuma sino que amplía esa condensación de sentido que ya
la cantora (extraordinaria voz) nos venía adelantando.
Asistimos a la historia de un nacimiento, de un modo
de creer en los Dioses y de un rapto.
El registro vocal de ambas es imponente, una canta, la
otra describe su vida y mientras tanto su cuerpo se contorsiona. Todo el diseño
audiovisual de Lucio Bazzalo que se replica en el suelo y en la pantalla de
fondo, acompaña poéticamente a la poesía vocalizada a la perfección. Allí, una
selección de rostros, signos, la propia mixtura mexicana, Aztecas, Toltecas,
Mexicas, las Ferias del viejo Tenochtitlan y los dioses hacen la metonimia
perfecta con lo representado.
Los avatares se suceden y en un sencillo chasquido de
dedos las ropas de Marina mutan, ejemplo de la notable concepción de vestuario
de Adriana Dicaprio. No existe una tela de más. La funcionalidad de los ropajes
nos pone permanentemente en el día a día de la guerrera, sobreviviente, en el de
una mujer que quedará en un “entre” (in between) del que nos hablaba Homi Bhabha,
en El Lugar de la Cultura. Ese lugar el del mestizaje más certero del que haya
registro: Maya, Azteca, Europeo.
“La voluntad trama flores y el destino trama abismos”
dice el texto glorioso.
Pero Malinche es la lengua, la lengua es la madre, no
hace falta revisar ningún texto, lloramos, amamos, gozamos en la lengua materna.
Y si bien el mestizaje es brutal en el caso de ella, sobrevive. Subsiste al
destino del abismo porque es una guerrera. Pero como señala Octavio Paz en el
Laberinto de la Soledad “Si la chingada es la representación de una madre violada,
no me parece forzado asociarla a la Conquista que fue una violación, no sólo en
sentido histórico sino también en la propia carne de las indias”.
Ana Yovino, Malinche de Ley, en un despliegue físico
notable, en el que el cuerpo se convierte en un instrumento afinadísimo y
guiado con certezas todas exitosas de la mano de su director, Andrés Bazzalo,
hace honores a la guerrera, se desplaza en el conjuro del diseño lumínico de
Soledad Ianni, se fusiona con la cantora que en sí misma un personaje ya de culto,
porque la música en vivo creada por Gerardo Morel y ejecutada a la perfección
por Maximiliano Más, asiste a su voz y mece al publico en el encantamiento de
un mito que me obstino en negar.
Malinalli, Malintzin, Marina, Malinche existió, no
sólo en las Crónicas en las que a Cortés se lo llamó Hernán de Malinche,
otorgándole a la india lengua una estatuto enorme. Si no que además y esta es
una teoría de trasnoche y conmoción; sólo su existencia justificaría el
escarnio atávico que padecen las mujeres mexicanas, el acuñamiento del término
Feminicidio (Marcela Lagarde) y toda la vasta y hermosa literatura que nos
legaron y legan Elena Garro, Rosario Castellanos, Elena Poniatowzka, etc. ,
agregaremos entonces, a Cristina Escofet a esa lista sin números de orden,
porque todo canon es subjetivo.
Que el sol sea una señal para que cada uno se arme una Malinche propia o pueda
conocerla en el Teatro Nacional Cervantes.
La Cultura es el único bien que nadie puede arrebatar.
La Conquista de América y sus pormenores nada menores ayudan a entender quiénes
somos y adónde estamos.
Creo que como dice un personaje de Juan José Saer: “Como de costumbre, lo
importante no se ha dejado decir”.
Autora:
Cristina Escofet
Actúan: Maia Mónaco, Ana
Yovino
Diseño de vestuario: Adriana
Dicaprio
Diseño de escenografía: Alejandro Mateo
Diseño Audiovisual: Lucio
Bazzalo
Músico
En Escena: Maximiliano Más
Realización Audiovisual: Lucio Bazzalo
Música original: Gerardo Morel
Diseño De Iluminación: Soledad Ianni
Asistencia de dirección: Vanesa Campanini
Producción: Sofhi García J, Lucía Quintana
Dirección musical: Gerardo Morel
Dirección:
Andrés Bazzalo
Duración:
75 minutos
Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos
TEATRO
NACIONAL CERVANTES
Libertad 815 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4816-4224
Web: http://www.teatrocervantes.gob.ar/
Entrada: $ 3.500,00 - Domingo, Jueves, Viernes y Sábado - 19:30 hs - Hasta el
28/04/2024