La obra dirigida
por Alejandro Tantanian sobre el libro homónimo “El corazón del daño" de María
Negroni, encuentra en su protagonista, Marilú Marini, un encantamiento escénico
pocas veces repetido. Un modo de la conmoción producida por el Teatro que nos
fragmenta y nos completa a la vez.
Por Teresa Gatto
“ Marilú Marini no es una actriz,
es una fuerza de la naturaleza:
cualquier espectador que haya visto su trabajo
no podrá
olvidar esa experiencia en su vida”
Alejandro Tantanian
Tan caros para mí, los epígrafes y, en este caso, con
un repertorio literario basto para generar sentido con el objeto estético que
nos ocupa, me remito a citar a Alejandro Tantanian, si él, con ese grado de enorme
trabajo de dirección siente la fuerza, ser
receptor/a de presencia de Marilú Marini, no puede ser trocado por ningún epígrafe
mejor.
Cuando Marini sale a escena el plauso es inminente, fervoroso,
no ha dicho una palabra y ya, una energía que grita “teatro” se instala, luego
de un breve saludo ya está con nosotrxs la protagonista que nos avisa “Voy a
crear lo que me sucedió”. Ese verbo presente “voy” seguido de un infinitivo y un
pretérito ya coloca la expectación en un plano de inminencia y pasado. Es como
si dijera ya voy a crear mi universo escénico con materiales que vienen de otro
tiempo. Y lo hace, con creces lo hace.
Detrás de un enorme marco de espejo se sitúa la
actriz, única y absoluta protagonista de un texto que está fragmentando en el
tiempo, casi como el arrorró imposible por el asma de su madre. Porque si de
algo trata esta obra es de un duelo (lo sabremos a la postre) de una madre a la
que se amó “con una pasión casi criminal” y del correspondiente sentimiento contrapuesto,
ya no como un odio frecuente, sino como una necesidad de diferenciarse de
manera urgente.
El reclamo esta sustentado en esta frase maravillosa “El
odio es lo que parece; un amor herido”.
Detrás del enorme marco, una suerte de mesa con una
silla que muchas veces mira hacia otra parte (como sinécdoque de esa madre) el
banco en que se asienta la protagonista y un bolso del que puede sacar aquellos
pequeños elementos indiciales para la re-presentación, son todo lo que se
necesita porque protagoniza la palabra en la voz de Marilú.
Y es palabra poética, esa en la que el vacío aflora y
demuestra que la poesía está o puede estar, contenida en la narrativa. Y del mismo modo el
fragmento, lo acontecido está permeado siempre por una enorme pantalla que sólo
cambia de color. Se encuentra detrás de la actriz y puede iluminar o ensombrecer
el clima y, además, tiene la virtud de darle a los sucesos narrados una teñidura
que se acompasa con el recuerdo.
La biblioteca que su madre negaba cuando ella era niña, aparece con las citas de Clarice Lispector, Juan Gelman, Marguerite Duras y otros, como un significante incesante que muestra que la negación de los libros fue en verdad una instigación más a poseerlos.
Jugar a las visitas con un juego de tacitas de ensueño,
usar rouge colorado idéntico al de Marilyn Monroe, tan icónico y a veces
cuestionado, cantar e interpelar a aquello que no fue ni será, se van imbricando
y no importa si hay saltos temporales, porque una vida no se narra, los destinos
completos se cumplen sólo en la literatura.
Y aquí hay una elección de la adaptación que promueve
una cadena semántica: madre, infancia, lengua adquirida, casa helada, y el momento
del exilio a causa de la militancia en que no bucearemos más. No interesa dónde
y cuándo militó, más de 40 años nos enseñaron casi todo. Digo casi porque las
sombras retornan siempre y la anécdota no es que el núcleo de la cuestión. Por
otro lado, un escritor/a vive en un insilio o exiliado en su literatura.
El núcleo en Teatro pasa por la organicidad, la magia
y los pasos dados acertando cada centímetro del espacio escénico. Por ello, el
maridaje es perfecto entre estos 3 artistas. La enorme María Negroni encontró o
fue encontrada por Alejandro Tantanian y éste pensó esa hija en el cuerpo, la
voz y el inmenso talento de Marilú Marini.
Las elecciones y diseño de Vestuario, Iluminación y
escenografía son un logro de Oria Puppo, así como las musicalización y
composición lo es de Diego Vainer, elecciones que engrosan el signo teatral sin
manipular al espectador.
No hay funciones ilimitadas, por ello tal vez el
Teatro El Picadero estaba rebosante de público el domingo 18.45 hs.
En un segmento espacio-temporal de nuestro país en que peligran las manifestaciones artísticas
y la subsistencia de toda una Cultura circulante. simbólica e inmemorial, no hay tiempo que perder.
“El Corazón del Daño” no es gasto, es inversión.
#actricesargentinas
#Escritoras argentinasFICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Actúan: Marilú
Marini
Diseño de vestuario: Oria
Puppo
Diseño de escenografía: Oria
Puppo
Diseño De Sonido: Diego
Vainer
Diseño De Iluminación: Oria
Puppo
Producción general:
Eloísa Canton, Bruno Pedemonti
Adaptación, Puesta en Escena y Dirección: Alejandro
Tantanian
Composición Musical: Diego
Vainer
Duración: 60 minutos
Clasificaciones: Monólogos, Teatro, Presencial, Adultos
TEATRO PICADERO
Pasaje Santos Discépolo 1857 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: (+54 11) 5199 5793
Web: http://www.teatropicadero.com.ar/
Días de función
Lu, Mi, Ju, Vi, Sá, Domingo