Modelo vivo muerto de Bla Bla & Cía por Ana Abregú






Bla Bla & cía, compañía formada por Pablo Fusco, Tincho Lups, Manu Fanego, Julián Lucero, Sebastián Furman y Carola Oyarbide, dirección de Francisca Ure; espectáculo teatral que experimenta, como novedad, desde el género varieté a la comedia de suspenso.


Por Ana Abregú 

 

Intentar definir el humorismo

es como pretender atravesar una mariposa,

usando a manera de alfiler un poste telegráfico.

 

Enrique Jardiel Poncela

 

Aún no ha comenzado la obra –o sí–; un enorme cuadro nos presenta la imagen de un personaje del renacimiento, por pose icónica, mirada, bigotes un gorro rojo tipo panecillo, semejante al Tudor isabelino; me hizo pensar en Eugène Delacroix; luego, cuando lo refieren como Altomir, refuerzo la idea, ya que un discípulo de Delacroix, Paul Ratier, fue el que realiza las copias de las pinturas rupestres de Altamira, el concepto de cavernas, se incluirá más adelante, en el sentido Platoniano, el mito de la Caverna, cuya interpretación eludo describir para no revelar la importancia del argumento y escenografía. Las manos de las cavernas, los lápices para dibujar, las manos en donde crecen los signos.

Lo que produce extrañamiento en el cuadro son tres lápices que sostiene el personaje; lápices octogonales, negros y rojos, B2, tipo Staedtler; el detalle de solo el cuadro, ya nos habla de objetos anacrónicos; así como los teléfonos a disco, y otros. La utilería atribuye un contraste de épocas en un sentido lúdico que irán tomando significado.

La obra trata de la última clase en un curso de dibujo, el lápiz, con sus características de degradar o crear efectos de luces y sombras, como metáfora de los diferentes recursos que se utilizan en la obra, como procedimientos de reposición de los autores referentes del humor.

Se presentan diversos planos de narrativa, un itinerario por los procedimientos del humor, cada palabra que le asignemos para definirlo quedará holgada, humor del ridículo, del absurdo, histórico, alegre, del juego de palabras, irónicos, mimos, gags.

Comienza la obra y conocemos a Bastien (Sebastián Furman), que a la manera de las películas mudas se presenta como el musicalizador que dirige la tensión y expectativas entre drama y humor, además de anunciar las escenas –obra en tres actos– y el hilo invisible de la música que impone su tempo e imitación de Fito Páez en el piano. Remite a las películas de Chaplin, administra el mecanismo que el espectador ya tiene en el imaginario.

Ingresa Ernesto (Julián Lucero), el Director de la escuela, cuyo nombre convoca a Wilde, específicamente al juego de palabras por el nombre, en inglés "serio" y Ernesto es similar fónica; se hace referencia a la importancia de las especies para "sazonar" la obra de arte, en el caso la pintura; las múltiples remisiones a Wilde convocan el humor fino de la sonrisa en la aparente seriedad que el personaje parece desdoblar: es el profesor serio, pero se divierte de sí mismo, de lo que dice, de lo que hacen los compañeros, la sonrisa wildeana, somera, de personas circunspectas, el gesto humorístico y la caracterización vendrá de la mano de la música, vestimenta y elementos; traje que produce extrañamiento; aspecto formal e informal a la vez, y la coordinación musical, como en La importancia de llamarse Ernesto: recursos del vodevil,

Juan Manuel (Manu Fanego), el modelo, ingresa al escenario. Ernesto lo esconde en una caja al fondo del escenario para hacer su entrada sorpresiva; el examen de fin de curso será dibujar al modelo vivo.

Los alumnos son Lucía, Sarabia y Sergio (Carola Oyarbide, Pablo Fusco y Tincho Lups)

Lucía –lúcida–, la contrapartida que neutraliza la idea de desopilante, con la intención de la mera risa, sino de poner en juego lo sensato; este personaje coloca el lado "normal" de las situaciones, en contraste con el humor de lo absurdo que está en la mente del espectador, dentro de la obra se construye mundo; Lucía aporta el sentido de normalidad de hacer las cosas, como ocurrirían en una situación real; por momento, organiza la comprensión de lo que dicen los otros personajes, teniendo cuidado de eludir las responsabilidades por lo que se dice, como el prototipo de la buena alumna; presta atención, es centrada.

Sergio, cuya performance me remitió a Buster Keaton, el humor de coordinación física y efectos de sátira; cuyo tema es la imposibilidad de controlar el destino, lo inesperado se interpone, desvía, interfiere.

Sarabia provee un estilo chaplinesco, en el sentido de inadecuado, de incomodidad, como si no terminase de comprender del todo la vida del artista que ha elegido; los gestos en la cara, la profunda integración en la mirada del gesto triste de Chaplin que juega en el límite entre la ternura y la resignación y la conversión en humor.

Ya la clase está por comenzar, la música impone un compás de ejecución de acciones –también un procedimiento de las obras de Wilde– Juan Manuel entra en escena, caracterizado, desnudo y cubierto con una túnica al estilo de los modelos griegos; sube a la tarima donde se ubicará de cara a la clase, de espalda al público: el humor escatológico se detona, el género muta, instantáneamente desde la tímida sonrisa wildeana a las carcajadas al estilo de Stand up, el efecto sorpresa estalla el clima festivo que no decaerá.

Los diálogos y situaciones tomarán caminos disímiles, reversiones de películas, algunas de animación (Mix entre Carmen Miranda, brasileña, y música de Celia Cruz, cubana, Scooby-Doo), efectos especiales; imágenes que el público, de diversa edad reconocerá; en la obra hay un despliegue de alternativas del humor que recorre las épocas y personajes en una combinación hilarante, estentórea.

El modelo es asesinado, el género de thriller de suspenso se acomoda al esquema del clásico "cuarto cerrado", de Edgar Allan Poe: Un crimen imposible, nadie pudo entrar ni salir de la habitación donde se encuentra el cadáver. Entra en escena, María Luisa (Manu Fanego), psicóloga, devenida en investigadora del asesinato. María Luisa canta tangos –apariencia y gestualidad de Evita– propone una reposición de las historias personales, momentos en la vida de cada personaje como método para descubrir al asesino; presenta una dinámica entre el método del psicoanálisis para restaurar traumas, asuntos no resueltos en la niñez; el psicoanálisis con sus procedimientos contemporáneos como método distintivo para penetrar lo oculto de las personalidades; incluyendo el repertorio de juegos de roles e incluso infantiles.

En el relato de los alumnos se renueva el humor del gag, del clown, del mimo.

Interesante secuencia en relay de Sergio, que me evocó procedimientos de Buster Keaton y Marcel Marceau, el movimiento, el ingenio, la expresión corporal.

Se reconoce algo del teatro de Pirandello, Seis personajes en busca de un autor –son seis personajes–; algo chejoviano en personajes marcados por la insatisfacción, y se nombra incluso La gaviota, historia de desencuentros amorosos, que introduce el hecho actoral, en paralelo a las artes plásticas, el actor y el alumno, simultáneamente aludidos.

Se incluyen referencias  a la actualidad, y señales como la botella con pico rociador, o las plantas –Thalía, Xipolitaquis, homófonas de nombres científicos– o menciones a la tecnología.

Una obra en la que confluyen elementos desde diferentes fuentes artísticas que no determinan su sentido en la interpretación conceptual; el esquema representativo rompe el molde convencional de limitarse a una época, al arquetipo, a la identificación metafórica del espejismo por el discurso de confesión.

Obra divertida, actores con habilidad en el oficio que se divierten con el público.

¿Quién es el asesino?: habrá que verla para enterarse; la intrepidez compleja nos arroja hacia un giro, el develamiento del misterio sostiene una dinámica que conduce a la revelación inesperada.

La obra es como un sentido homenaje a grandes del humor, a los artistas, a los compositores en clave de diversión, sin dejar de lado la reflexión sobre el valor de los gestos, la creación, la palabra, la cultura, incluyendo la actualidad política; alegoría de emociones que la risa vehiculiza.

 

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FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Dramaturgia: Creación Colectiva

Intérpretes: Manu Fanego, Sebastián Furman, Pablo Fusco, Julian Lucero, Tincho Lups, Carola Oyarbide

Diseño de vestuario: Sandra Szwarcberg

Diseño de escenografía: Sol Soto

Diseño de luces: Gustavo Lista

Redes Sociales: Diego Bocha Fernandez

Música: Sebastián Furman

Diseño gráfico: Manu Fanego, Patricio Vegezzi

Producción:Maribel Villarosa

Colaboración en dramaturgia: Gustavo Lista

Colaboración coreográfica: Jorge Thefs

Dirección: Francisca Ure

Duración: 90 minutos

Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos

 

CARAS Y CARETAS 2037

Sarmiento 2037 (mapa)

Capital Federal - Buenos Aires - Argentina

Entrada: $ 5.000,00 - Viernes y Sábado - 22:30 hs - Hasta el 28/10/2023

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.