La Madonnita de Mauricio Kartun por Ana Abregú





La obra dirigida por Malena Miramontes Boim, sigue otorgando sentido cuando el género se pone en jaque una y otra vez. Excelentes trabajos de actuación en Ítaca.

Por Ana Abregú

 

 

 

«Yo sé que mi risa no es agradable, y por eso me gusta...

Estoy enamorado de mi risa. 

La gente sufre sed de emociones fuertes...

por eso acude a verme con el interés mismo con que escucha en Palermo los rugidos del tigre»

Florencio Parravichini.

 

 

La obra despliega la biografía de La Madonnita (Natalia Pascale) como una música de fondo que va relatando Hertz (Fito Perez), desde la mujer real, esposa de Hertz, matrona, coja, desalineada, a modelo pornográfico; usada desde niña, sin voz, sin rebeldía, que se rindió a las palabras de su partenaire, “versero” oriental, negro candombero –uruguayo–, de quién La Madonnita se enamora y con quien intenta escapar; pero, frustrada la huida, debe volver a servir –en todos los sentidos de la palabra–, al esposo.

Hertz –no puedo dejar de notar que el nombre es la medida de la frecuencia, onda o ciclos por segundo–, fotógrafo, explotador, nos colocará a La Madonnita en los ojos y la descripción a través de la luz; en un mundo plano en blanco y negro; recurre a la perversión del cómplice, vendedor de las fotografías pornográficas, como nuevo compañero sexual de su mujer.

Mientras, Basilio (Darío Serantes), el comerciante que la abusará para formar las fotos, persuadido por Hertz, la percibe en las manos, en tres dimensiones, el volumen de la anatomía de La Madonnita, como en una sinestesia hacia el tacto.

La mujer no es una persona es un imaginario que se comercia. Basilio percibe a La Madonnita como lo hace la cadencia del tango, la poética popular del lenguaje rantifuso, sin insultos bajos, sino más bien al estilo de Florencio Parravicini; este dispositivo comunicacional de época, atribuido a Discépolo, pariente del sainete, el grotesco italiano-criollo; la comunicación de lo patético sin la máscara social, el cocoliche, que en la maestría de Kartun y actuación de Basilio, exhibe el tema básico: la despersonalización de la mujer, el objeto cotidiano, pero erótico bajo la luz y las palabras, la humillación y la posesión con que se moldea a una mujer.

La escenografía, acorde a la época y escenario: un estudio de fotografía, disfraces que son la utilería con que se desfigura la realidad de los clientes, la máquina óptica y, como una metáfora de la hipocresía, destaco el reclinatorio, en el fondo, en el centro de la escena, todo un símbolo en sí mismo; como la comida “papas y caracú”, el vino, los olores; gestos de la pobreza, como cuando aparece una fojaina y un trapo que servirá para secarse las manos, servilleta de Basilio, limpiar el piso y las axilas y tetas de Filomena, La Madonnita; los objetos y acciones son alegatos en detalles que describen las circunstancias.

El diálogo del fotógrafo sobre la percepción de la luz, las descripciones de la química de la transformación, me resultó de una belleza lírica singular; la belleza: el infinito expresándose por medio de lo finito, diría Schelling, me dejó la impresión de estar presenciando la anfibología entre literatura e imagen, las palabras que construyen el objeto del deseo, el enmascaramiento de la realidad bajo la estética subvertida.

El espectador situado en la óptica del contexto, asiste a la conversión en el imaginario de los protagonistas inmersos en el diálogo que compone a la mujer, así como su entorno, la época a principios del siglo XX.

La intensidad y fugacidad de la luz, la conmoción del artista que convierte esa luz en el escenario de las fotografías, la luz que compone el cuerpo de la mujer.

La Madonnita presente suplantada por La Madonnita fantasía; la mujer como objeto despojado, cotidiano, y el relato del artista que la edifica con la luz pero se conquista con la palabra.

Extraordinario logro del guion al exponer la escena de la construcción del imaginario del artista y el comerciante; La Madonnita una mujer improbable convirtiéndose, por la fuerza del relato entre el fotógrafo y el vendedor, en un objeto del deseo que la perfección y exactitud del artista acomodan en los ojos del observador, el triángulo poesía, luz, mujer.

El fotógrafo aprovecha la experiencia sensorial que produce la imagen; Punctu, la fascinación por la emotividad, que provoca en el espectador el impacto de una fotografía, según Roland Barthes, Studium, la fascinación por la imagen, el hecho de posar, una teatralidad.

La puesta de La Madonnita es la puesta en expresión de un diálogo sobre la ilusión, la construcción de la fantasía; el relato de la mujer imaginada, la reverberación de la mirada sobre la fotografía.

No es de nuestra época, pero lo es, La Madonnita, un hecho histórico, vivencial, sobre la depravación y la conversión de la costumbre en naturalizar la degradación y la fuerza poética en contraste que convierte el conflicto moral en una experiencia lúcida sobre el poder de las palabras en el imaginario colectivo.

No pueden perderse esta extraordinaria obra, dirigida con gran sensibilidad por Malena Miramontes Boim.


 

 

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

 

Dramaturgia:Mauricio Kartun

Actúan:Natalia Pascale, Fito Perez, Darío Serantes.

Diseño de vestuario: Cecilia Gómez García.

Diseño de escenografía: Micaela Sleigh.

Realización Audiovisual: @fiero.fuego.

Música original: Matías De Stéfano Barbero.

Diseño De Iluminación: Javier Vázquez.

Fotografía: Lucas Suryano.

Diseño gráfico: Niko Fran.

Asistencia de escenografía: Guadalupe Borrajo.

Asistente Fotografía: Florencia Laval.

Asistencia de dirección: Vanina Cavallito.

Prensa: Cecilia Gamboa.

Dirección: Malena Miramontes Boim.

Duración: 60 minutos.

Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos.

ITACA COMPLEJO TEATRAL
Humahuaca 4027 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 75493926
Domingo - 19:30 hs - Hasta el 01/10/2023, 15/10/2023 y 29/10/2023

Socilto de Otoño de Sebastián Bayot, interpretado por Ana Padilla, por Teresa Gatto