Libertins por Patricia Zangaro.
La obra escrita por Patricia Zangaro y dirigida por Gustavo Insaurralde, encuentra en sus 3 protágonicos: Daniel Dibiase, José Manuel Espeche, Mónica Felippa, un logro escénico para interpelarnos. En el CELCIT, los domingos a las 16.00 hs.
Por Ana Abregú.
Alain Badiou, ha denominado fidelidad al
acontecimiento,
por parte de César Vallejo,
en relación a los acontecimientos de las
revoluciones
como fuerza
liberadora a favor del Otro oprimido y explotado de América Latina,
y el de
la literatura como vehículo de verdades.
Jessica Ramos-Harthun
Paralaje, se llama el error debido a la variación de la posición de un
objeto, al cambiar la perspectiva del observador; es la impresión que me dejó
esta obra: los personajes eran demasiado jóvenes y demasiado cerca de momentos
que serían determinantes para la historia, como para haber entrado en la
revolución. Estaban más allá, en esa época, los setenta, y actualmente, más
acá, en ésta época; más de cuarenta años de cambios en la conciencia y el
compromiso, en la percepción del burgués como actor de cambio en la política.
Se han convertido en guionista (Mónica Felippa-Doña Elvira) y actores (Daniel
Dibiase-Philiphs, Jose Manuel Espeche-Huascar) –actores-personajes –, se
reunieron en un sótano –reencuentro luego de años– para discutir sobre un
posible guion, que aún no está escrito; cajón de vino, sillas, butacas,
recuerdos, conversaciones literaria, tertulia en la intentan ensayar una
posible obra, cuyo tema debe referirse a una revolución, pero, el avance se ve
elidido, permanentemente, por la sensación de capitulación de los ideales, por
la indiferencia del posible público ante el arte, por las experiencias
personales; aparece la idea de representar un guion anónimo, inspirado en
textos del Marqués de Sade; nombre que anticipa situaciones escatológicas, pero
también la idea de “liberación” usando como vehículo la depravación sexual. «El
teatro de la crueldad», como diría Antonin Artaud, que moldearía una época en
la que se expuso la violencia solapada hacia la mujer, los poderes económicos
con los hilos invisibles sobre la moral aparente y que trata de otro tipo de revolución:
la revolución sexual.
Si acaso los personajes asumen la derrota de aquella revolución en la
que se proponían paradigmas para deshacer la interdependencia de clases, el
sometimiento a jerarquías, los valores sociales; el texto los empuja en otra
dirección, en aquella de los años de principio del siglo XIX que, justamente,
se quiso neutralizar en las luchas sociales; la misantropía, la mujer como
objeto y mercancía, el sexo explícito sin artificios; que a su vez, manifiesta
la contradicción de los objetivos de la dramaturgia como elección de
representación y oficio, con lo que significa la necesidad de atraer al público; hay una paradoja sobre el
desplazamiento en los intereses concentrados en la sexualidad, la pornografía, y
el valor comercial como objetivo –la dicotomía cultura, comercio–, reemplazando
a la calidad de los textos teatrales a los que la dramaturga aspira. Hay un
corrimiento hacia el espectro depredador de la pornografía en detrimento de los
valores de la virtud. Y lo intertextual que refiere a Justine, historia de hermanas, en donde la depravación es reacción,
y se emite el concepto de cuando todo se ha vuelto corrupto, se aconseja el
vicio, e inicia un referente a los dobles.
La asimétrica relación entre el pasado, donde se imaginaba cierto
futuro, y el presente de ese futuro, un conflicto que atraviesa a los
personajes.
Aparecen los dobles desde el imaginario sexual de la obra que se quiere
reponer, los deseos y perversiones que Philiph –personaje del guion imaginario–
que planea el abuso a gemelas a las que espía que con la complicidad de Huascar,
escenifican la violación con regodeo y perversión desnuda. El doble de Philiph
y su versión joven, en utopías que podrían decirse contradictorias; mismo Doña
Elvira y Huascar, sus dobles de juventud y los actuales; y los dobles de
nombres, la Doña Elvira, romance de Meléndez Valdés, poeta del siglo XVIII, de
poética anacreóntica, como una cizalla de la Doña Elvira del presente,
contradictoria, canta a la alegría y el hedonismo, dos realidades
contrapuestas. Mientras, el doble mismo de la confesión de Huascar, en aquellos
años, quince, cuando se enamoró del culo de
gemelas, reverberación de aquella conversación, ahora dentro de la
representación de la obra en donde también se hace referencia a las gemelas
imaginarias como fragmentos de cuerpos, culos, lenguas, penes, piernas, la
concisión numerativa, es una referencia al lenguaje despojado, crudo, el
recorte del ser, la aspereza del lenguaje, la sordidez del mensaje. Notable
transformación de este personaje en lenguaje y tono, pasando del acento porteño
al acento norteño, el canto, el arrastre de las erres, imagen que acentúa con
un echarpe con motivos incaicos, lo que evidenciará su doble incaico, Tupac
Cusi Hualpa, el último emperador incaico; conocido como Sapa Inca, también una
revolución, en su historia personal, reformas, contrincante de Atahualpa; la
historia entre poesía y revolución, el arte como articulador de cambios y
cultura. Dobles sin paralajes, en sus destinos de revolución, en contraposición
con los personajes que han quedado con la frustración de lo inconcluso que los
ha llevado a este presente en donde el arte –dramaturgia para el caso– los
convoca.
Los actores entran y salen del presente hacia la representación de la
obra que ensayan, y al pasado de los años de dictadura, y a su vez, al pasado
personal, en una suerte de liberación de un peso que nació en una época testimonial
para la que eran «demasiado jóvenes», pero a la luz de la historia ha quedado
como una deuda.
Subyacen dilemas
textuales ante la materialidad de la escritura, se nombrará a Samuel Becket,
dramaturgo y poeta español, cuya obra emblema, Esperando a Godot, como doble de la escena que presenciamos:
esperando a definirse por la obra que se va a representar; a Juan Gelman,
poeta, escritor, militante activo en el setenta, «expresionista del dolor»,
dirán de él, por su escritura del duelo, del vacío, a Vallejo, el mejor poeta
del siglo XX, cuyas obras Paco
Yunque y Tungsteno refieren a las
mismas luchas sociales setenteras en Argentina: la iniquidad social, la
explotación, el Estado indiferente o cómplice de las injusticias y represión.
Entre representación del guion, y lenguaje del personaje se revela un
dilema del lenguaje entre expositivo o la poética de lo sensorial de metáforas.
Sobrevuela el material histórico de estímulo, cuya tensión excesiva está en no
haber formado parte, en haber transcurrido más de cuarenta años y la huella de
la pérdida sostener el desaliento; no poder percibir de la revolución más que el
habérsela perdido, una catexia de la experiencia.
De todos modos queda el arte. Y el vino.
Libertins
(libertinos), la obra es ahora, sobre todo para jóvenes, para un presente de
discursos distorsionados que caen un el paralaje, ahora no tan inocentemente o
cuestión de edad.
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Autoría:
Patricia Zangaro
Actúan: Daniel
Dibiase, Jose Manuel Espeche, Mónica Felippa
Diseño de vestuario: Agustin Justo Yoshimoto
Diseño de escenografía: Agustin Justo Yoshimoto
Música original: Fernando Dieguez
Diseño De Iluminación: Luis Alberto Rivera López
Asistencia: Airton Santos
Asistencia de vestuario: Éstel Gómez
Prensa:
Kasspress
Producción ejecutiva: Julieta Rivera López
Dirección: Gustavo
Insaurralde
Duración: 60
minutos
Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos
CELCIT
Moreno 431
(mapa)
Capital Federal
- Buenos Aires - Argentina
Teléfonos:
4342-1026
Web:
http://www.celcit.org.ar
Domingo - 16:00
hs - Hasta el 08/10/2023