Las Criadas por Teresa Gatto




 La obra de Jean Genet, dirigida por Facundo Ramírez y protagonizada por Claudio Pazos, Pablo Finamore y Dolores Ocampo, es uno de los logros escénicos del año. La teatralidad presente del principio al fin, sin treguas ni espacios, se puede disfrutar en Espacio Callejón, los domingos a las 13.30 hs.

Por Teresa Gatto

 

"Bajo la magia de lo dionisíaco no sólo se renueva la alianza

entre los seres humanos; también la naturaleza enajenada, sutil

o subyugada celebra su fiesta de reconciliación

con su hijo perdido: el Hombre"

Friedrich  NietzscheEl Nacimiento de la Tragedia

 

Las Criadas de Jean Genet no es una tragedia, se ha denominado farsa, absurdo y más. El epígrafe apela al rito del teatro, Dionisio "el del doble origen", hace su magia en la sala e interpela en busca del hijo perdido, de la piedad perdida, de la ambiguedad toda, del yugo, del ovido y de la diferencia como disparadora del drama sin tiempo: la búsqueda de bien y del hombre.

Hasta que se apagan las luces vemos a dos personas que podrían ser muñecos, tan inertes y tan fascinantes en su carcterización, que al cobrar vida singularizan la fuerza de la escena, bien arriba, bien alto. Como si ya estuvieran en climax de una puesta que comenzó una hora antes. Eso es estar y ser en personaje. Ese es el ser del personaje que apropiado del instrumento del actor ya hizo su tarea previa y nos va a dar todo del principio al fin.

Y sin solución de continuidad darán comienzo a lo que llaman "la ceremonia". Ya nos advirtieron que la señora, el ama de la casa : mata, envenena, humilla. De manera que con tres elementos escénicos: un gran altar en el centro y dos percheros a sus lados, uno con un vestuario completo y el otro con un soberbio vestido rojo, daran comienzo al juego de roles en el que Clara y Solange a cargo de interpretaciones magistrales de Claudio Pazos y Pablo Finamore, comenzarán a dar vida a una historia que sólo se juega de noche, cuando el ama no está. Un juego que además de ser de dobles por el intercambio de papeles, puede ser de vasallaje, humillación, deleite pero por sobre todo que exhibe, más allá de la magnificencia del texto, un trabajo corporal de ambos intérpretes que nos mantiene en vilo, sentados en la punta de la butaca, tratando de explorar ese amor/odio. Visualizando mudos y quietos cada acción que se dsipara sin solución de continuidad para asombrar a toda la platea que no acredita que estos artistas puedan tanto y todo el tiempo.

Esta es una historia de los márgenes, porque los criados son lo marginal, lo olvidado, aquello que hasta puede ser moneda de cambio. En la lucha de clases los criados y criadas no son humanos, o son casi humanos, existen porque existen los amos. 

Es muy interesante la elección de Facundo Ramírez de colocar a dos criadas que son hombres pero que pierden identidad de género en escena. Tal vez, esta elección venga a corroborar lo que en lo profundo de Jean Genet, está instalado. Una necesidad de metaforizar la diferencia, desde su propia condición homosexual y por tanto marcadora de diferencias. Como bien señala Didier Eribon en Una Moral de lo Minoritario (en la obra de Jean Genet) "(...) en el tejido de la obra, es la afirmación de que Genet propone la configuración de personajes homosexuales a partir de la vergüenza. Es la vergüenza, producto de la humillación infligida por la sociedad, del oprobio con el que la sociedad marca la diferencia, de donde surge la conciencia del ser diferente del homosexual (o del criado). Ante esta situación vital vergonzante, ocurre algo peculiar en varios lugares de la obra genetiana: el homosexual ( o marginal) se demuestra orgulloso de ser una excepción, de estar al margen de lo común, de asumir la vergüenza (que nunca se va) como una marca de valor. Se trata de “un rasgo característico de toda la obra de Genet: la pulsión que le conduce a escribir está siempre animada por la voluntad de rendir homenaje a los humillados, de rehabilitar lo que está destinado a la ignominia” (p. 26)*

Pero mientras las criadas conspiran, aguardan además la estocada final hacia la Señora, quitarle a su gran amor. Para ello han consipardo, la presencia de Dolores Ocampo que accede a sus aposentos desde arriba, cual divinidad, otorga el toque femenil, el aura de la belleza en un despliegue de la artista que es fantástica y confronta esa hibridez de las criadas con aquello que más allá del maquillaje, el vestido y su cabellera, tiene una impronta indicial. Su delienador está corrido, ha llorado. Está sufriendo mucho. Ellas de negro y ahora guardapolvo gris ven acentuada la diferencia cuando la señora emerge a pesar de su pesar como una estrella que se puede apagar.

¿Significa esto que las criadas finalmente han triunfado en el daño? ¿Revalidando así que a pesar de las diferencias un sirviente/a puede infligir dolor y humillación a su amo? Para dilucidarlo  hay que asistir a la puesta que Genet y Ramirez resuelven de un modo magistral. 

Las decisiones de escenografía, a cargo de Ramírez y Roberto Traferri, el vestuario de Silvia Bonel, el maquilaje y máscaras de Luar Pepe y la iluminación que propone Traferri, son otros de los logros de esta puesta al punto que acompañan a los personajes sin distraer. Son elementos que engrosan el signo teatral y consuman, junto al resto, una obra magistral.

 


Eribon, Didier, Una Moral de lo minoritario variaciones sobre un tema de Jean Genet, Anagrama, 2006, Barcelona. Pág. 26

Ficha Artística/Técnica

          Concepción de escenografia:Facundo RamírezRoberto Traferri

Socilto de Otoño de Sebastián Bayot, interpretado por Ana Padilla, por Teresa Gatto