La puesta de Gabriel Rodríguez Molina, interpretada por Juan Manuel Correa, trae a Severino Di Giovanni en momentos cuasi postreros en los que con la dirección de Mariano Dossena, la muerte se hace presente desde el comienzo. Aun sabiendo el final, el espectador espera una sombra de libertad.
Por Teresa Gatto
“Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso. Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?— Pelotón, firme. Apunten.
La voz del reo estalla metálica, vibrante:
— ¡Viva la anarquía!
— ¡Fuego![1]
R. Arlt
Mucho se ha escrito sobre Severino Di Giovanni, tal vez las páginas de Osvaldo Bayer sean las más lúcidas analizando un contexto en el que impera la violencia. En la puesta que nos ocupa, Severino en la piel de Juan Manuel Correa, se maneja en planos discursivos potentes. Uno en el tiempo de los sucesos que terminarán con su fusilamiento y el otro en el tiempo de su devenir que hará posible el final.
Correa dota a su Severino de una corporeidad al límite que al mismo tiempo que presenta los sucesos los hace impactar en su cuerpo.
Encerrado entre cadenas reales y simbólicas que son un logro de Nicolás Nanni, un banco de madrea será cama, celda, púlpito desde el que gritar sus ideas. La iluminación de Ana Heilpern dota a los claroscuros de la re-presentación de un marco inquietante sepamos o no la suerte que correrá ese revolucionario cuyo sueño está perdido.
Debemos resaltar que Mariano Dossena dirige a Correa sin llevarlo a la hipérbole, manteniéndolo siempre con los piolines ocultos, de modo que sepamos que, sin esa dirección, el protagonista no se luciría, pero a la vez con la sutileza necesaria para personajes que ya traen consigo la fuerza de la Historia, de la Lucha (legítima o no) y esa novedad que es el anarquismo en aquella Argentina que hizo que Di Giovanni decidiera adherir a la causa de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti.
Los nombres que esgrime Severino son icónicos de una clase que como en caso de Alvear o Uriburu no sólo apañó a su clase y fue ditactorial como el últomo, sino que hace tiempo que son calles en la que moran los de “su “élite".
La música en vivo de Julio Coviello, Carla Vianello, cuyos acordes melancólicos rememoran esas tristezas saluzzianas, refuerzan la historia y logran en una hora, que Severino Di Giovanni se haga justicia así mismo antes de que el fusilamiento lo deje fuera de la historia. Quedan resonando los nombres de Mussolini y el espectador advierte que n tan cerca ni tan lejos, hay nodos históricos que se repiten y se agradece que sus hacedores se le sigan atreviendo a textos, actuaciones y direcciones que no omiten nada de lo que todxs deberíamos saber.
Ficha Artístico/Técnica
Autor: Gabriel Rodríguez Molina
Actúa: Juan Manuel Correa
Músicos: Julio Coviello
Vestuario: Nicolás Nanni
Escenografía: Nicolás Nanni
Iluminación: Ana Heilpern
Músico En Escena: Julio Coviello, Carla Vianello
Audiovisuales: Santiago Sorá
Música original: Julio Coviello
Fotografía: Segundo Corvalán
Asistencia De Producción: Sebastián Cáneva, Antonella Fagetti
Asistencia de dirección: Katiuska Francis
Prensa: Marcos Mutuverría
Producción ejecutiva: Pablo Silva
Producción: Silva Producciones
Producción general: Felipe Maimone
Dirección: Mariano Dossena
CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 5077-8000 int 8313 en horario de venta
Web: http://www.centrocultural.coop
Entrada: $ 2.000,00 - Viernes - 22:30 hs - Hasta el 28/04/2023
[1]Arlt, Roberto, Obras Completas,Buenos Aires, Omeba, 1981, en PIGNA, Felipe, Los Mitos de la Historia Argentina 3, Buenos Aires, Planeta, 2006.