La obra de Mauricio Kartun, encuentra en la dirección de Malena Miramontes Boim aciertos en todos los planos, actuaciones excelentes, exaltación de aquellos momentos que resonarán luego en el público interpelándolo sobre cuestiones de Género que no por ser de principios del Siglo XX, son menos actuales. La mujer como centro de lo peor del machismo y la psicopatía.
Por Teresa Gatto
"Anoche llegó al pueblo una mujer vestida de lentejuelas
y que bailaba con un acordeón,
y quince de ellos la contrataron para llevársela al olivar.
Yo los vi de lejos. El que la contrataba
era un muchacho de ojos verdes,
apretado como una gavilla de trigo"
Poncia en La Casa de Bernarda Alba- Federico García Lorca.
Cuando los estertores de los culebrones que narran, con final feliz, el destino de las Mujeres de la Varsovia no han cesado, o se ficcionaliza que a una le fue dado el honor de salirse de la red de la trata y prostitución, obteniendo amor y dignidad, lo que se representa es la excepción no la regla.
En ese contexto histórico se desarrolla La Madonnita, sólo que no viene del viejo mundo, sino de Pichincha, una barrio de Rosario que hoy es un Palermo Hollywood pero supo albergar prostíbulos, garitos y lo peor del malevaje de principios de siglo XX.
Renga pero virgen, flaca pero con cara de ángel, es otorgada a un vulgar que sin piedad la usará de mucama, de cojinche y luego descurbrirá el negocio de fotografiarla de modo porno para que un traficante de carnes en papel, venda esas fotos a los onanistas dispuestos a pagar por mirar y fantasear.
En la puesta que dirige Malena Miramontes Boim hay un montaje sumamente acertado, primero creando a través de los parlamentos de los dos rufianes, una intriga que se apodera del espectador por ver quién es "ella", cuáles son sus atributos, cuánto de voluptuosa es y por ello capaz de ser un éxito fotográfico. Hasta que cuando aparece, bella pero delgadisíma, angelical pero renga (no es objeto de pasarelas) queda en claro que la fantasías y los desvíos están puestos en el cuerpo de esa mujer y en la mente de esos desdichados enfermos, ya que, incapaces de ver la fragilidad de esa casi niña, sólo depositan en ella las fantasías más procaces como las que en las fotos su esposo la obliga a realizar.
Sumisa, callada, no es muda pero no habla, se deja conducir a la pose exacta que la dejará "fijada en un gesto", ese gesto por el que las fotos se venderán sin ponerse a pensar cuál es el original. aquí no entra la teoría benjaminiana de La obra de arte en el época de reproducitvidad técnica. Para el comprador de carne todas son un original.
Así, el derrotero de La madonnita se completará con un final atroz.
Todas las menciones que ambos hombres, el fotógrafo y el comprador irán haciendo dan cuenta de un espacio viciado de la carne prometida, la orgía más deseada, el simulacro cruento de creer que poseer el cuerpo de una mujer es la panacea cuando lo verdaderamente inminente es que al poseer un cuerpo por dinero o sujeción, jamás se posee lo más inmanete de una mujer, su subjtividad.
Casi como con Eva Perón, tuvieron su cuerpo jamás su revolución. Por eso vocablos como taxidermista, cadáver violado, resuenan en la platea ávida de más. Porque la obra desplaza de modo continuo el desenlace para que todo cobre sentido al final y sepamos que Filomena en la piel de Natalia Pascale, sigue siendo una virgen, o vuelve a serlo cuando logra decidir.
Las actuaciones de Rubén Parisi, el Ser Hertz, como el esposo y fotógrafo sodomizador y de Darío Serantes como Basilio, como el comprador y traficante de imágenes son fantásticas, no sólo porque se enfrentan a un texto de Mauricio Kartun que jamás le esquiva una palabra ni la sustrae por una coma ni una elipsis sino porque el registro es aquel de hace añares. Sus contrapuntos son espectaculares, sus regateos casi desopilantes hasta que la vemos a Ella, Filomena, La madonnita a la que su esposo tiene el tupé de llamar "la patrona". Natalia Pascale nos habla desde su mutismo con el gesto, su rostro versátil dice sin mascullar un sólo vocablo.
La esgrima verbal entre ambos hombres es digna de loas toda vez que manejan distintos registros, allí el fotógrafo social de casamientos y bautismos, que se gana el extra con su enferma morbosidad de retratar pornográficamente a esa pobrecita que se trajo de la Pichincha, aquí Basilio con la verba porteña, los retruecanos citadinos y una viveza propia del ciudadano del Paseo de Julio y aledaños que logrará mucho más de lo que soñó pero mucho menos que lo que hubiera deseado para siempre.
¿Qué es una mujer?
Hoy, ahora mismo. ¿Qué es una mujer?
Cuando cualquiera va por una carretera y sin estancias ni puestos ve a lo lejos una luz, está viendo, probablemente, una cárcel de mujeres víctimas de trata. Si usted lo ve, yo lo veo y muchos otros también ¿Cómo explicamos a Marita Verón? ¿Las autoridades son ciegas o cenan ese postre tan ansiado que seguro le reservan: la virgencita.
Reitero. ¿Qué es una mujer? Ayer y ahora. Un cuerpo para usar, un pedazo de carne para cosificar, una mucama con "cama adentro", una todo terreno. Porque algo del orden de la peor psicopatía se pone en marcha con el rapto, la privación ilegítima de la libertad, la sodomización y el femicidio. Algo, que no tiene nombre, arranca con el imperio de la fuerza y de los modelos patriarcales. Sino, tampoco, habría tantos "bastardes", hijes de nadie.
Ver La madonnita es un imperativo artístico y moral. En la función a la que asistí, con debate, un señor dijo que empatizó con los dos desgraciados, no pude menos que replicar que en todas las manifestaciones artísticas hay alguien que empatiza con el antihéroe. Con los desgraciados Dráculas de Bram Stoker. Pero afuera de Ítaca, complejo cultural, está muriendo una mujer ahora o dentro de un rato, porque Argentina posee un índice de femicidio de 1 mujer cada 28 hs. Piensen humanes, piensen.
El espacio escénico, diseño de Micaela Sleigh, que aquí es todo el escenario no tiene un trasto de más, toda vez que cada uno de ellos se utiliza en beneficio de la puesta. Del mismo modo el diseño de vetuario de Cecilia Gómez García y el de iluminación de Javier Vázquez, la música coadyuva sin manipular y está a cargo de Matías De Stefano Barbero.
Todo en La Madonnita tiene años y es nuevo. Porque el tema es candente, cada vez más. Hay una imperiosa necesidad de generar conciencia aunque Basilio se quede con la mano semiabierta creyendo que posee algo que nunca le perteneció.
Una vez y todas las que sean necesarias:
¿Qué es una mujer?
Pienselo luego de atravesar la experiencia de La Madonnita.
Ficha Artístico/Técnica
Dramaturgia: Mauricio Kartun
Actúan: Natalia Pascale, Darío Serantes y Rubén Parisi
Diseño de Iluminación: Javier Vázquez
Diseño de Vestuario: Cecilia Gómez García
Diseño de Escenografía: Micaela Sleigh
Música Original: Matías De Stefano Barbero
Asistencia de escenografía: Guadalupe Borrajo
Asistencia de fotografía: Florencia Laval Fotografía: Lucas Suryano
Asistencia de dirección: Vanina Cavallito
Dirección: Malena Miramontes Boim
Duración: 60 minutos
Teatro Adultos
Ítaca Complejo Teatral (Humahuaca 4027, CABA).
Domingos 19.30 hs