El chico de la habitación azul, lo inefable que persiste por Teresa Gatto





La puesta de E. Dacal escrita por MIguel Ángel Diani vuelve a poner en escena los latigazos históricos de aquellas épocas oscuras que hoy aún sacuden a la sociedad que está despierta.

Por Teresa Gatto

 

"Si queremos comprender los desastres pasados,

 condición previa indispensable para cualquier 

intento de impedir que se repitan, lo

que debemos hacer es acudir a quienes cometieron esos actos: 

¿Por qué hicieron esas cosas? 

¿Cuál es el mecanismo que engendra el horror? ¿Cómo puede convertirse un hombre corriente en  un verdugo de masas?"

  Tzvetan Todorov









 

Decía José Emilio Pacheco en “Morirás Lejos” que no se puede olvidar, no se puede perdonar, sólo narrar mil veces lo ya narrado. Y el sistema de artefactos de re-presentación de algunas atrocidades puede ser variado.

El teatro ha enarbolado sus banderas hace mucho tiempo en busca de Justicia en lo que a desaparecidos se refiere (Dictadura Militar de 1976). Lo verdaderamente interesante de estas re-presentaciones son los modos de poner en jaque al realismo y convertir en otros géneros ese horror que sería insoportable luego de 46 años del comienzo de la noche más oscura de la Patria.

Por ello, El Niño de la Habitación Azul de Miguel Ángel Diani, recupera el tópico del horror argentino, pero desviado hacia un grotesco  que es  didáctico toda vez que hay muchos que aún se preguntan si Eva Perón existió, si su cadáver fue robado y etc. ¿Qué habrá pasado con la educación en la Argentina que hay preguntas que nos abofetean de ignorancia e indignación. ¿Qué habrá hecho el Neoliberalismo para vaciar a las nuevas generaciones? ¿Cuándo la palabra se tornó un instrumento absurdo balbuceado  como cualquier muletilla gastada?

Por ello, esta obra que dirige Enrique Dacal, dentro de una familia que en una sintonía “otra” devela su disfuncionalidad desde el principio, es una muestra perfecta de los espantos del pasado.

Papá, mamá y el nene, a saber Hugo Men, Amancay Espíndola y Gabriel Nicola respectivamente componen una trilogía que se va desenredando conforme la pieza transcurre, ya que el guión es de una economía que se agradece pero a la vez sostiene un in crescendo dramático, aunque al principio el público respire hilaridad y humor, único modo de saber la razón de las psicopatías del “nene”, sobre el final ya no tendrá la misma actitud.

Así sabremos que el chiquito tiene 40 años, que casi no sale de su cuartito azul y que sus entretenimientos son de un grado de violencia y sadismo inimaginables.

Las reprimendas de su padre, en un gran trabajo de Hugo Men, son tibias u horrendas, en cambio “mamita”, encarnada con la soltura y talento de Amancay Espíndola lo protege, lo sobreprotege y anima con languidez a salir de su encierro. Gabriel Nicola como el “nene” es de un gran lucimiento porque mezcla inocencia y maldad, alterna entre el niño que pide un chiche y un descuartizador adulto.

Esa intimidad de los padres en pijama y bata y el niño de pantalones cortos, remite además a un tiempo eterno que para elles no pasa, ya que tienen cosas que esconder, la ropa de cama como acierto de vestuario de Agustín Justo Yoshimoto (que además hace el diseño escenográfico) resulta  indicial para sentir que esas personas están aisladas por algo más que la enfermedad del hijo.

Esa familia conforma una parte de aquello que permitió juzgar a los genocidas indultados. Porque la apropiación de niñes es un delito imprescriptible.

Sospecho que no debemos decir más porque el devenir de la puesta y las actuaciones tienen mucho más que dar. Mucho más que mostrar y exhibir como si fueran una familia en la que el Pater Familia y su devota esposa van diluyendo su amor por el cautivo conforme se convierte en un estorbo.

De todos los desenlaces, hay uno no esperado, pero para eso, usted debe asistir al Teatro del Pueblo los sábados en un horario más que conveniente, las 17 hs. Y alli en casi 60 minutos refrescar la memoria o desayunarse de que determinados hechos no prescriben para la justicia porque dañan a sujetos y generaciones y marcan un estado de cosas por las que ya no podemos asombrarnos de que la Justicia tenga los ojos vendados o se haya quedado ciega.

 

 

Ficha Artíitico/Técnica

 

Autor: Miguel Ángel Diani

Intérpretes; Hugo Men (Daniel), Amancay Espíndola (Marta), Gabriel Nicola (Chico)

Escenografía y Vestuario Agustín Justo Yoshimoto. 

Producción ejecutiva Paola Gómez. 

Asistencia de Dirección Bea Apás

Puesta en escena y Dirección:  Enrique Dacal

 

Localidades por www.alternativa.com

Teatro del Pueblo. Lavalle 3636, CABA

Funciones 

Sábados 17 horas.

Duración: 60 minutos

Teatro Adultos



Socilto de Otoño de Sebastián Bayot, interpretado por Ana Padilla, por Teresa Gatto