Sobre Olvidate del Matadero de Pablo Finamore y Claudio Martínez Bel



Actuar otro Matadero. Intervención en la serie literaria argentina que se produce entre el "olvido", la memoria y la reescritura.

Por Denise Pascuzzo

 

Más allá de cualquier consideración crítica en torno de Olvidate del Matadero, como le escuché decir a Carlos Gamerro una vez, no tenemos por qué olvidar lo que un texto o un acontecimiento vinculado con el arte nos hace sentir. Los textos nos atraviesan y producen determinados efectos. ¿Por qué dejar de atender a lo que nos produce en el cuerpo la lectura de un determinado texto, o más aun tratándose de teatro? ¿Por qué eludir un comentario sobre la ternura que puede producir un personaje como el Misky interpretado por Pablo Finamore en la puesta que se realiza en el Teatro del Pueblo con dirección de Martínez Bel y supervisión de la dramaturgia a cargo de Mauricio Kartun? En definitiva, decía Gamerro, somos cuerpos leyendo. Y por cierto, al teatro, la presencia y la corporalidad definitivamente lo constituyen, lo cual reafirma aún más lo que escribo en estas líneas. Precisamente Gamerro dedicó un artículo crítico a El Matadero inserto en un libro que se llama El nacimiento de la literatura argentina; el artículo lleva el mismo nombre. También Martín Kohan y Alejandra Laera en un libro llamado Las brújulas del extraviado realizan una lectura muy lúcida e iluminadora sobre aquel texto, El Matadero. Este último aborda en buena medida la espacialidad en el matadero, tema central de ese texto. Resonaban esas lecturas mientras veía la obra Olvidate del Matadero (dramaturgia a cargo de Claudio Martínez Bel y Pablo Finamore).

¿Cómo nunca antes se había planteado en la literatura argentina una reescritura de El Matadero en estos términos? Situar la mirada sobre Esteban Echeverría y los acontecimientos narrados en El matadero en la mirada de un criado del propio “Señor Esteban”, el “patroncito” es una intervención bien interesante, considerando que se trata de cambiar el punto de vista y ubicarlo en la mirada y en la narración del “tonto del pueblo”. Si pensamos en Hamlet y sus reflexiones exhibían una ¿locura? lúcida, aquí la inocencia y el “no entender” se convierten en una herramienta de una verdadera percepción y una dilucidación de lo que sucede y que dialoga y en algún sentido pone en jaque la narración de Esteban Echeverría. Misky lee y lee, no puede parar de leer, y lee El Matadero, texto que su patroncito estaba escribiendo. Dice no comprender lo que lee pero tampoco puede olvidar. No puede olvidar. El Señor Esteban le pide que se olvide de eso que él leyó y Misky no puede hacerlo. Misky lee y lee y todo lo recuerda. Es un memorioso como el Funes de Borges.

El criado de Echeverría es también un cúmulo de voces. Como todo lo recuerda, cita lo que le dice su amigo Lucio (Mansilla), el sobrino del “Restaurador”; cita al propio Esteban. Misky registra esas voces y las exhibe en escena. Voces que se contraponen, ideologías encarnadas en esas voces aparecen en escena y recuperan buena parte de la disputa sucedida en aquellos años. Pero el criado no sólo lee y repite lo que leyó y escuchó. Lo cierto es que también estuvo ahí en el Matadero de Matasiete y presenció la llegada de los novillos y la llegada del unitario al lugar. Lo vio todo. Dice no poder comprender lo que lee y no poder olvidar, pero sí comprende lo que vive, y él estuvo ahí, en el Matadero. Hay allí una relación entre lectura, memoria, inteligibilidad y experiencia que merecería un análisis más profundo que no voy a hacer aquí.

Olvidate del Matadero me parece que es insoslayable como texto y como puesta en escena que reescribe el texto de Echeverría e interviene al modo de una cuña en aquel que es considerado el primer cuento de la literatura argentina; también dialoga con la tradición, con la serie literaria argentina: el pedido de olvido del matadero es un requerimiento del patroncito pero también una propuesta de recolocar ese primer cuento de la literatura argentina, movimiento que pretende realizar esta dramaturgia. Para los que nos dedicamos a la literatura argentina y nos interpelan los textos del siglo XIX, creo que no podemos dejar de ver esta obra que viene a mover un poco el avispero de los inicios de la tradición literaria argentina.

La actuación de Pablo Finamore, por otro lado, creo que nos viene a recordar con fuerza la magia en la que puede convertirse el teatro.

 

Ficha Artístico/Técnica

Autoría: Pablo Finamore, Claudio Martinez Bel

Actúan: Pablo Finamore

Vestuario: Adriana Estol

Escenografía: Adriana Estol

Iluminación: Agnese Lozupone

Realización escenográfica: Richard Forcada

Realización de vestuario: Adriana Estol

Diseño gráfico: Paco Fernández

Asistencia: Adriana Yasky

Producción: Adriana Yasky

Supervisión dramatúrgica: Mauricio Kartun

Dirección: Claudio Martinez Bel

Prensa: Daniel Franco

Funciones

Web: http://www.teatrodelpueblo.org.arATRO DEL PUEBLO

Teléfonos: 75421752

Entrada: $ 1.200,00 / $ 1.000,00 - Viernes - 20:30 hs - Hasta el 29/04/2022

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.