La obra de Gastón Quiroga, dirigida por Marcelo Velázquez, además de un texto poderoso que se mece entre el sarcasmo y el odio de clase, tiene en sus tres protagónicos un sustento sólido para demostrar que el Teatro puede y debe representar la realidad pero de manera oblicua, solapada y original mortificando el realismo al límite. Trabajos de actuación descollantes.
Por Teresa Gatto
“Declaro con toda la fuerza de mi fanatismo que siempre me repugnaron.[i]
Les he sentido frío de sapos o de culebras. Lo único que los mueve
es la envidia. No hay que tenerles miedo: la envidia de los sapos nunca
pudo tapar el canto de los ruiseñores. Pero hay que apartarlos del camino.
No pueden estar cerca del pueblo ni de los hombres que el pueblo
elige para conducirlos. Y menos, pueden ser dirigentes del pueblo.
Los dirigentes del pueblo tienen que ser fanáticos del pueblo.
Si no, se marean en la altura y no regresan.
Yo los he visto también con el mareo de las cumbres.”
Eva Duarte de Perón. Mi mensaje
Esta es una crítica teatral. Lo aclaro porque siempre existe esa cuestión de bajarle el precio a lo que dice alguien del campo Nacional y Popular. Como es notorio hablo de quien escribe estas palabras.
Cuando los espectadores se van acomodando en la sala (el lunes 26 de abril hubo que agregar sillas) para los conocedores suena el rumor de una radio, yo tengo para mí que es Radio Belgrano, lo cual ya me coloca en situación.
Es el día del velatorio de Juan Duarte padre, y Chacha al enterarse de que Los otros Duarte quieren entrar encuentra iracunda y escandalizada. Sus hermanos no saben cómo contenerla, Chichilo, el mayor y Cholo el del medio, no saben cómo mediar en una situación azas turbulenta. Cómo dejar entrar a la “hembrita” en otros textos “la cojinche” que le dio a su padre cuatro hijos legítimos (¿?) y una bastarda que no reconoció. Cuenta la leyenda que Juan Duarte padre, habría dicho “abortá no sea cosa que sea otra chancleta”. Esa chancleta que años después sería denominada “Jefa Espiritual de La Nación”, “Abandera de los Humildes”, Eva Ibarguren, Eva Duarte, Eva Duarte de Perón o Evita, como nos es dado llamarla. Esa misma, la que hizo morder el polvo del pecado al poder clerical que junto con el castrense se reunían en casa de Victoria Ocampo para planificar el Golpe y que desatendiendo todo mandamiento de humanidad escribió “Viva el Cáncer”. A Dios rezando y con el mazo dando. Mucha ostia, poca moral.
El caso es que Chacha le va a dar un colapso y que sus hermanos describen a los otros deudos, como andrajosos, indigentes, remendados y todo el adjetivo que podamos imaginar siempre ignominioso, por eso es mejor que entren, hagan lo suyo y se vayan lo más pronto posible porque un escándalo no conviene, Cholo está en conversaciones con un partido político y Chichilo mientras haya algo para beber, está regio ¡Che!.
Notemos que no azarosamente el autor, los denomina Chacha, Cholo y Chichilo. Perón llamaba a Eva “Chinita” y su familia materna “Cholita”.
Algo de la cadena semántica se engrosa en esos apodos y los iguala. Algo del orden del nombre, de nominar, de llamar, de invocar, se postula con la repetición que en el texto resuena y se reitera. Al finalizar los 3 serán una misma especie: La de los desdichados.
El tiempo transcurre y asistimos a la re-presentación de un destino, el de Eva Duarte, cada vez más asombrosamente famosa y popular mientras nos preguntamos quiénes son los otros Duarte. Porque para la sociedad están invisibilizados. Y cuánto le duele al enfermo de odio y envidia, no existir. Por ello, el registro del nombre que le corresponde a María Eva, más el acta de casamiento, cuando previamente ha sido tapa de las revistas del momento, ha filmado películas, ha sido difamada en todas y cada una de sus acciones[ii] es para Chacha un golpe tremendo.
La puesta llegará hasta el destino final en la Recoleta. Sutiles cambios de vestuario dan cuenta no sólo del paso del tiempo, sino también de cómo los que odian pierden sus vidas asediando la de los otres o, acercándose de modos secretos a la hermanita bastarda.
Los actores, entregan una organicidad magnífica, cada uno en el ser de su personaje brilla. Cecilia Scariglia como Chacha, maneja los matices de su iracundia con una sutileza que, hilarante, provoca la carajada del espectador. Toda ella es Chacha, sus gritos ahogados, sus aullidos agudos cuando estalla, y su instrumento, su cuerpo entero es un cúmulo de odio por esos desgraciados que llegaron lejos, mucho más lejos de lo que ella nunca pudo haber soñado.
Guillermo Flores como Chichilo, es un típico señorito de campo. Erguido. De buenos modales, casi mediador entre la ira de Chacha y lo motivos de Cholo. Le viene bien estar entonado y cuando lo está, su oficio y técnica lo llevan a una naturalidad enorme, no hace de bebido, está bebido. El actor ideal para ser Chichilo.
Con Cholo, José Manuel Espeche, pasa otro tanto, se lo nota orgulloso y escondedor. Tendrá que transcurrir la puesta para que sepamos de qué es capaz y no por malvado, sino por político. El político esconde mucho. Sobre todo si es un pinche que quiere llegar al menos a vivir de una dieta pasable y no trabajar. Espeche, maneja lo tonos y sus secretos hasta que revelados y no podemos menos que asombrarnos.
Cada etapa de la vida de Evita es una extraescena que ellos presentifican. Actúan y re-presentan. No es necesaria una foto, ni un discurso en of, nada. Es la presencia/ausencia que los Duarte de ley nos entregan.
Desde el comienzo y con el logrado diseño escenográfico de Ariel Vaccaro, cuando los muebles del comedor se hallan amontonados en un extremo del escenario porque en esa casa se vela a alguien, hasta cuando la mesa central del comedor de la casa es indicial de hogar, no es necesario ni un solo trasto más. La presencia de la ausencia lo colma todo porque los 3 actores son fantásticamente evocadores y porque el pin pon de reproches, chismes y la mentada Teresita que siempre tiene cómo ensombrecer la vida de Chacha, nos revelan lo que pasa en Bs. As., en el teatro de operaciones que lejano, regresa a Junín o a Los toldos según convenga.
El vestuario y su diseño opera con ligeros matices, Paula Molina ha sabido que menos es más y que con poco el paso del tiempo puede notarse en un personaje. Alejandro Le Roux, ilumina o ensombrece el espacio escénico que es todo el escenario de la sala del Teatro del Pueblo, según se ejecuten acciones o lleguen noticias desde los diarios.
La dramaturgia de Gastón Quiroga es excelente. Siembra pistas de lo que son estos 3 personajes en desgracia por envidia u odio de clase. Y a la vez, nos permite inferir que los dichos de algunos biógrafos no fueron sólo una leyenda y si lo fueron, bienvenida sea, alguien debía ocuparse de fundar una mitología sobre aquellos que sólo fueron conocidos por la Historia porque tuvieron una media hermana que hizo “la Historia” del Movimiento más detestado, elegido y e inmortal de la Nación. Porque que nadie se engañe, con sus contradicciones, subidas y declives, con sus nuevos aspectos y síntesis del Siglo XXI, el Peronismo está vivo mientras el resto o adopta nombre de jarabe de para la tos: FREJUDEPO, o se disuelve y mezcla, como el Partido Radical, hasta convertirse en un mala fábula que entristece. Por esta razón, el dispositivo narrativo de Quiroga encuentra un disparador, una condición de posibilidad de hablar de Ella, y esa condición son sus tres hermanos que nunca supieron que Ella no quería entrar, no lo conocía y que cuando se acercó al féretro y fue obligada a despedirse sintió asco por el olor a flores y a cadáver y que no intuía que él difunto no la quería en este mundo.
La Dirección de Marcelo Velázquez es impecable porque da sustento a ese texto espectacular y elige a actores de fuste pero casi desconocidos para el gran público como desconocidos han sido esos otros Duarte.
El polvo del tiempo se lleva todo, hay que ser verdaderamente trascendente en Argentina para no ser olvidado. Tristemente olvidado. O sencillamente olvidado por inicuo. Por no haberle dado nada a la sociedad. En este sentido Velázquez les otorga dignidad a los personajes porque entiende que es el único modo de que sepamos desde la ficción cuánto padecieron aún herederos y cómo la Chinita, la hembrita, la Sra., la Primera Dama como se estilaba entonces, se convirtió en el mito más prolífico de ficciones del Peronismo todo, trascendiendo fronteras y logrando que Christian Dior dijera: “he vestido a una sola reina y fue Eva Perón”.
Creemos casi sin margen de duda que todes aquelles que vean la puesta se sentirán gratificados, porque los odiadores establecen empatía siempre con sus iguales y los que creemos firmemente que la Historia de la Nación tiene un hiato con Eva, con su llegada, con su Fundación, con su carácter de rebelde que sufrió toda clase de humillaciones y con la potencia de su nombre que hizo que su cadáver fuera el trofeo de los siniestros de ayer, de ahora y de siempre, sentirán al menos que con humor y con metáforas que liberan sentido poético de una historia jamás contada, la de Los Otros Duarte, los que nunca tendrían una tumba sin nombre o con él, objeto de homenaje o curiosidad.
Los lunes en el Teatro del Pueblo, empieza la ceremonia de recordar que este año, el 22 de Julio, se cumplen 70 años de la partida de Evita. Que como bien ha señalado Martín Kohan, no murió pasó la Inmortalidad.
Ficha Artístico/Técnica
Dramaturgia: Gastón Quiroga
Actúan: José Manuel Espeche, Guillermo Flores, Cecilia Sgariglia
Diseño de vestuario: Paula Molina
Diseño de escenografía: Ariel Vaccaro
Realización de escenografía: Ariel Vaccaro
Música original: Matías Macri
Diseño De Iluminación: Alejandro Le Roux
Fotografía: Florencia Laval, Lucas Suryano
Comunicación: Valeria Franchi
Asistencia de dirección: Laura Dmitruk
Prensa: Valeria Franchi
Producción ejecutiva: Cristina Sisca
Dirección: Marcelo Velázquez
Duración: 70 minutos
Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos
TEATRO DEL PUEBLO
Lavalle 3636 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 75421752
Web: http://www.teatrodelpueblo.org.ar
[i] El subrayado me pertenece.
[ii] Navarro Marysa, Evita, Edhasa, 1982. En su exhaustiva y nada interesada biografía de Eva Perón, apoyada en documentos históricos, Navarro desarticula todas y cada una de la falsedades que se han dicho sobre Eva. Desde la biografía de Mary Main “La mujer del Látigo en la que se basa la ópera Evita (Mary Main hija de un inglés que manejaba los ferrocarriles que Perón estatizó y perdió su vida de reina sin trono) hasta la intervención de la Sociedad de Beneficencia que recaudaba 26.000.000 de pesos de aquella época y había sido intervenida por gastar en sueldos 23.000.000 y tener manejos irregulares. Así como además, los romances fuera de tiempo histórico que sindicaban a Eva como una mujer arribista y de poca moral, para la época. Hoy no se casan para no dividir gananciales pero son acogidos en la casa del Señor. Decía, que quién lea la Evita de Marysa Navarro, extranjera y no relacionada con el poder de su país y menos del de nuestro. Podrá derribar los mitos que siguen sosteniendo los seriales odiadores de clase.