Potestad, cuando el Teatro tiene una voz sublime

 



La puesta dirigida por Norman Briski en la que brilla María Onetto, tiene resonancias de cuando Tato Pavlovsky la dio a luz y se permite otros ecos por el maravilloso dispositivo escénico y la mirada antropológica que la sustenta como un gladiador imbatible

Por Teresa Gatto

“¿Pero, si aquel tipo de violencia conforme al destino, el cual se utiliza como medio legítimo entrara en contradicción inconciliable con los fines justos, ¿qué sucedería? ¿Y si también deviniera previsible una violencia de otro tipo que no fuese, empero, ni medio legítimo ni ilegítimo para tales fines? ¿Y si no se tratara de un medio, sino más bien de otra cosa?”

Estética y PolíticaW. Benjamin

 

La emblemática obra de Tato Pavlovsky regresó con gran vigencia dado que hay instancias en que activar la Memoria y reflexionar sobre el terror de Estado, nunca debe adormecerse.

Unos palillos y tal vez una flauta más un redoblante son los indicios de que la obra está por comenzar. Una luz cegadora desde el centro del escenario como imagino un interrogatorio intimidante, cae sobre el rostro del receptor que como una puesta en abismo, estará ciego durante un lapso de la puesta, así es la “banalidad del mal”

Lo cierto es que en esta segunda vez que Norman Briski dirige Potestad se la juega entera. Es un pleno no sólo por elegir a una mujer sino por el tipo de teatro en que la monta: El Teatro Noh.

Entre las Artes Escénicas de Japón tal vez el más centenario sea este tipo de teatro clásico que dispone técnicas y dispositivos escénicos que no sólo no son habituales y provocan extrañamiento en el espectador occidental, sino que además requiere de una técnica que si no es precisa, puede ser un desaguisado.

Pero Briski, rebelde para bien, modifica estas características que enumeraré para seguir produciendo extrañamiento y a la vez para hipnotizar a un público que no puede sacar los ojos de María Onetto, que sola en el escenario, usa su instrumento privilegiado para que cada una de sus palabras y movimientos tengan la cadencia exacta y la inflexión perfecta.

Un escenario despojado lo que redunda que en este caso quien protagoniza recorra todo el espacio escénico idéntico en dimensión al escenario.

Tal vez como esgrimió Eugenio Barba[i], el trabajo se realiza con el actor llevándolo a usar su energía extra cotidiana, el actor debe tener la capacidad de despojarse de su cotidiano para crear una ficción en la que el punto de partida sea su energía. Así pensado María Onetto logra con creces adentrarnos con el verosímil de Juan Carlos, ese padre que no tiene con quién compartir  porque Ana María( su esposa) a quien imaginamos por su maravillosa descripción y su hija Adriana tampoco lo registran, (algo habrá hecho).

Entre las características del teatro Noh, se halla también la técnica en la que el artista adquiere una disciplina corporal y desarrolla una presencia escénica que no solo moldea su cuerpo sino que estructura su mente, Onetto es una tormenta anunciada, se desplaza con la técnica de este tipo de teatro, esto es, no levantar todo el pie del piso, deslizarse,  pero  nada en sus acciones deja de estar encaminado hacía la revelación final.

Y si el Noh le da importancia a la partitura es porque justamente, ésta es una secuencia de movimiento fijo de naturaleza repetitivo no sólo sobre el movimiento sino además y sobre todo, porque una vez que la partitura es apropiada por el actor puede lanzarse sin redes con un eje mental, físico y sobre todo sin nada externo, de ese modo, a solas, el artista comprende que está trabajando sobre sí mismo.

Pero esta no es ni pretende ser una mini exposición teórica de un tipo de teatro milenario japonés. Es apenas un modo de hacerle saber al espectador que la Argentina de la dictadura, en sus infinitos significantes que migran y se colocan aun hoy frente a nosotros, se puede re-presentar desde cualquier ángulo, porque el horror posee muchas aristas pero todas son nefastas.

Briski y Onetto reponen una historia con un solo personaje central (Shite en el Teatro Noh) que como médico será el último que desees encontrar cada vez que se implante un estado de facto, vivas donde vivas.

Le vestuario de Renata Schussheim, espectacular, cubre en capas al personaje, le permite ser una sinécdoque de todas esas personalidades que tuvimos la desdicha de ver en juicios y otros que permanecen libres.

La escenografía de Leandro Bardach, construye con sabiduría esos puentes que Onetto merodea para construir la diegésis del espanto que llega al final.

El diseño de sonido de Tomás Filkelstein aporta el suspense y clímax sin manipular al espectador porque su diseño está al servicio de la puesta que, interpelando al espectador que no puede desviar la vista la actriz ni un solo segundo, sólo es acompañado acunando las sensaciones que se producen en la deriva de la puesta.

Pavlovsky está más vivo que nunca no sólo en esta puesta fascinante, sino que seguramente, al espectador distraído de su obra, lo llevara a indagar a ese gigante nuestro.

Cómo decía José Emilio Pacheco[ii]; No se puede olvidar. No se puede perdonar, sólo se puede narrar mil veces lo ya narrado.

Nuestro deber de ciudadanos dignos es no olvidar. Potestad con este equipo de lujo, no permite ningún olvido.

 


Premios y Nominaciones:

María Onetto: Ganadora Premio ACE

Nominada como a los Premios Luisa Vehil 2019

Norman Briski: Nominado como a los premios Luisa Vehil 2019

Renata Schussheim: Nominada como a los Premios Luisa Vehil 2019

Ficha Artístico/Técnica

Autor: Eduardo Tato Pavlovsky

Actúa: María Onetto

Músicos: Tomás Finkelstein

Vestuario: Renata Schussheim

Escenografía: Leandro Bardach

Diseño De Sonido: Tomás Finkelstein

Fotografía: Catriel Remedi

Entrenamiento: Daniela Rizzo

Asistencia de dirección: David Subi

Prensa: Marcos Mutuverría

Dirección: Norman Briski

Duración: 80 minutos
Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos

 

CARAS Y CARETAS 2037
CARAS Y2037 (mapa)
CARAS Y CAR

 

 



[i] Barba Eugenio, La Canoa de Papel. Tratado de Antropología Teatral. Buenos Aires: Catálogos, 2005

[ii] Pacheco, José Emilio Morirás Lejos

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.