Por Teresa Gatto
(…)Podría llamarse "talento". Yo lo conozco bajo otra forma.
Una tensión personal que se proyecta hacia un objetivo,
que se deja alcanzar y que de nuevo se escapa,
la unidad de las oposiciones, la conjunción de las polaridades.
Este órgano pertenece a nuestro destino personal (…)
Eugenio Barba[i]
El espacio escénico podría ser, si se narra, una enumeración caótica a lo Borges, que de caótico no tiene un ápice. Todo lo que se encuentra en ese espacio responde a un orden simbólico de lo que en 1471, pudo haber sido el moviliario y símbolo que Ricardo III usó en sus conspiraciones para llegar al trono.
Porque Algo de Ricardo no es más que un ensayo en el que su hacedor, Osmar Núñez, despliega su arsenal de poder porque es el protagonista. Del griego πρωταγωνιστ?ς, prot y agonista, el que lleva adelante la acción principal.
Y lo despliega en dos sentidos, cuando poseído por el ser del personaje es Ricardo III y cuando toma un descanso para ser un ególatra burlón que no se siente a gusto con sus compañeros de elenco ni con la dirección.
Pero veamos. Hay un sujeto Ricardo III de York que ha acabado con todos los obstáculos que se interponían entre él y el trono. Se encuentra dispuesto a demostrar que enjuto, con un cuerpo de espanto, es capaz de las mayores proezas que un Rey haya podido hacer jamás.
-“Ya el invierno de nuestra desventura se ha transformado en un glorioso estío por este sol de York”, dirá venturoso.
El personaje que encarna a este futuro monarca, asociado a un Jabalí por el signo de su heráldica y porque como al animal nada lo detiene, desanda sus avatares . ¿Entonces?
Entonces el actor, se tomará respiros para sacar un grabador y dejar asentados en él todos los disgustos que le propinan sus compañeros.
Los cree incapaces de valorar su arte. Es capaz de encarnar a mujeres y hombres de modo burlesco y socarrón, es también, pasible de colocar su cuerpo enjuto de Rey frente a una pared que en un juego de luces y sombras lo muestra enorme y bestial.
Estas grabaciones que el personaje irá haciendo a lo largo de la puesta, podrían bien ser un manifiesto de lo que para él y para muchos debería ser el teatro.
No hay piedad ninguna. No hay chance de que su paciencia elabore que cada integrante del elenco encuentre el tono, el registro, la postura o impostura del ser de su personaje.
Tampoco lo hubo para Ricardo III quien se desembarazó de Eduardo IV y de Jorge de Clarence con brillante estrategia para hacerse del lugar que creía le correspondía.
¿Y el Actor? El actor que soportó hacer papeles de segundón durante mucho tiempo, ve ahora que su momento de gloria está por llegar y no piensa dejarlo pasar. De modo que con algo de Ricardo, irá socavando a cada uno de sus co-protagónicos, hasta ir por la cabeza del proyecto. ¿Acaso Ricardo III no fue por la cabeza de todos?
Pero hay que ver a Osmar Núñez en acción, hay que poder disfrutar los cambios de tono, las torsiones de su cuerpo cuando habla como mujer o cuando imita socarronamente una escena nada orgánica (a su entender). Magistral trabajo.
Acaso el Oficio del Actor sea eso. Acaso sea otra cosa. Creo que esto último es lo frecuente. Pero también sabemos de egos desbordados que comienzan como personajes aleatorios y se quieren cargar a cuanto compañero y director ejerció el rol de idear el proyecto. Lo hemos visto y ahí los admirados ruedan por el barranco de la nada.
Pero esto es del orden de lo real (si es que lo real existe). Hay una flexión subjetiva que no sólo confunde al personaje con la persona sino que la devora íntegramente. Existe en la puesta un enorme trabajo de Mónica Benavidez que dirige a este jabalí escénico y que lo hace merodear cada intersticio del espacio teatral. De nuevo, otra vez. El bendito espacio escénico que jamás debe ser confundido con el escenario. Núñez lo recorre, lo usa, lo acapara, lo hace luz y sombra, posa, sube y baja de la torre y le queda resto para continuar glorioso en la destrucción, si el oxímoron es tolerable, como decía Borges, en pos de mostrar algo de Ricardo y del actor.
El vestuario de Nora Cervantes es magnífico, toda vez que es un ícono de un posible guerrero y Rey, con capas y capas de símbolos que le permiten llevar su moderno grabador. La escenografía de Eduardo Spínola, colma de objetos “necesarios” ese espacio a recorrer hasta el último aliento, la iluminación de Cristina Lahet, logra los claro-oscuros que esa doble estancia en escena requiere y el diseño y ejecución sonora de Sergio Klanfer, aporta el suspense necesario sin manipular al espectador.
En suma, la experiencia Algo de Ricardo, es un bálsamo más de los que cualquier sujeto necesita cuando va en busca de Arte, que, finalmente es la última opción posible para dejar de ser quienes somos y pasar a ser receptores que gloriosamente hundidos en una ficción, descansamos esa angustia de ser nosotros mismos por 60 minutos.
Gloria al Teatro Independiente. Gloria a los que nos dejan soñar. Gloria y amor eterno a quien ve teatro y Algo de Ricardo.
Ficha Artístico/Técnica
Autoría: Gabriel Calderón
Actúan: Osmar Núñez
Vestuario: Nora Cervantes
Escenografía: Eduardo Spínola
Iluminación: Cristina Lahet
Diseño sonoro: Sergio Klanfer
Realización Audiovisual: Magu Borz
Música original: Sergio Klanfer
Fotografía: Male&dapa, Magu Borzi, Claudio Da Passano, Malena Figó
Diseño gráfico: Leandro Correa
Asesoramiento De Movimiento: Dalilah Spritz
Asistencia De Ensayos: Samanta Fasson
Asistencia de dirección: Christian Cremonte
Prensa: Laura Brangeri
Producción ejecutiva: Claudia Díaz
Dirección: Mónica Benavidez
Duración: 60 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos
LA CARPINTERÍA
Jean Jaures 858
Capital Federal - Buenos Aires – Argentina
Teléfonos: 4961-5092
Web: http://www.lacarpinteriateatro.com.ar
Entrada: $ 450,00 / $ 400,00 - Sábado - 20:00 hs - Hasta el 29/02/2020 y Del 07/03/2020 al 30/04/2020
[i] BARBA, Eugenio; Caballo de plata, Edición especial de Revista Escénica, México, UNAM, 1986, p.13.-