La poesía como exorcismo de una afonía. Encuentros con Pablo Duca




El poeta Mario Ortiz (1965-) entrevistó al poeta, dramaturgo, actor, médico y conductor de radio Pablo Duca (1969-). Ambos, oriundos de Bahía Blanca, reflexionan, en un ida y vuelta sobre un abanico de temas que involucran la literatura, la cultura, la política y los modos de estar en el mundo

Por Mario Ortiz

 

El poeta Mario Ortiz (1965-) entrevistó al poeta, dramaturgo, actor, médico y conductor de radio Pablo Duca (1969-). Ambos, oriundos de Bahía Blanca, reflexionan, en un ida y vuelta que evidencia el grado de intimidad y amistad que en los últimos años fueron forjando, sobre un abanico de temas que involucran la literatura, la cultura, la política y los modos de estar en el mundo. Con un particular énfasis en el último poemario de Duca titulado Un árbol en el medio del mar (Buenos Aires, Baldíos en la Lengua, 2019), los poetas conversan sobre la vida literaria y cultural contemporánea: ¿cuándo y por qué escribir? ¿cómo se lleva la medicina con la literatura? ¿qué negociaciones ideológicas se producen en una escritura que transita distintas épocas y discursividades? ¿qué preguntas les surgen a los artistas de una ciudad que día a día de convierte en un foco de resistencia cultural? ¿de qué forma vuelve a pesar una idea de compromiso en el arte o de intervención de los artistas en el tejido social y cultural del presente?

 

Mario Ortiz: Tu obra abarca casi todos los géneros: poesía, teatro, narrativa. ¿Cómo se distribuye en tu sistema de producción esta diversidad? ¿Qué relaciones podés establecer entre estas discursividades?

Pablo Duca: Cada idea va de la mano de un impulso. El impulso más ansioso o que necesita una resolución inmediata termina en poesía. Estoy pasando por un momento de ansiedad creativa. Tal vez sean los tiempos que corren, en donde necesito más que nunca decir hoy. En momentos de mayor calma y paciencia, comienzo a pulir la idea, darle forma, armar una estructura y una estrategia de resolución. Ahí aparece el cuento, la dramaturgia y la novela. Por otro lado, mis textos se han plagado de didascalias. Y encuentro cierta mixtura en mis escritos, donde en la narrativa abundan las didascalias y en la dramaturgia mis personajes hablan demasiado. Hay cierto descontrol y anarquía que, vaya a saber uno, si genera un nuevo orden. La poesía, en cambio, es mi lugar de reflexión, mi páramo. Allí, reposo y aun ejerciendo un impulso, sale en forma de reflexión o de mirada. No tengo en claro si mi poesía tiene esa cuota fotográfica que intento plasmar en la dramaturgia. Creo que mi psiquis termina definiendo para qué lado va el texto. Hay cierta libertad y despojo (tal vez, solo intuición) que me lleva a un lugar u otro. Me gusta mucho cómo Saramago, por ejemplo, define un texto a partir de solo una pregunta. En ocasiones intento definir ese interrogante y que sea un disparador para crear una historia. Por ejemplo: ¿y si fuera el mejor duelo el que se comparte con una persona que perdió a la misma mujer? (No hay bien que por bien no venga- obra de teatro); ¿Y si aún fuera posible sostener la utopía como motor de búsqueda a pesar de todo? (Un tren en un Bar-obra de teatro); ¿y si uno apostara al amor irrefrenablemente? (Crónicas del Miravalles- novela).

Por otro lado, creo en el humor como elemento leudante de todo texto, incluso en una obra dramática. Al inicio de la pregunta se me disparó la idea de un personaje que ante las preguntas del entrevistador solo responda “no me gusta su pregunta” y en ese ejercicio de la disconformidad se transforme en el único entrevistado que no pudo serlo hasta la fecha. Creo que sería interesante ingresarlo a una obra de teatro. Yo practico la humorada permanentemente, en soledad. A veces eso termina plasmándose en un texto. En otras, es un pretexto para conducir una idea hacia alguna otra zona.


MO: ¿Cómo determinás que una idea es apropiada para un género y no para otro?

PD: Creo que a partir de proyectos que me encuentran como actor, terminan disparándose ideas para un texto dramatúrgico. En ocasiones, la misma lectura de la realidad también lo es. En otras, el conocimiento de un caso concreto o sus entretelones me gatilla la búsqueda de la resolución dramatúrgica (ejemplo, el accidente y muerte de un juez en La Salomónica muerte de Adán) y la necesidad de aportar en la discusión una mirada alternativa, no obligatoria, sino adicional. En el caso de mi escritura poética, tal vez sea el Pablo menos estratégico (aunque toda escritura lo es), el más visceral, el más desnudo, el que necesita decir o gritar cuánto ama lo que ama y cuánto añora lo que añora. En la poesía encuentro el exorcismo de mi afonía.

La novela fue el trabajo, largo y dedicado, en un texto que nació en formato blog para pasarlo a un formato libro a partir de la experiencia del taller de la Escuela Argentina de Producción Poética. Creo que todos los Pablos están escudriñados ahí.

La idea que pide acción es teatral. Ahí no dudo. Y por momentos me encuentro inundado de restos teatrales. Una obra cuando se logra poner en escena es un decir  potente. Es un verdadero grito. Y es una voz que se corporiza y se hace grito colectivo. Me gusta el trabajo que lleva adelante el director con el texto. No sólo con lo que dice el dramaturgo sino con lo que no dice o incluso oculta. Los personajes mienten, sobreviven. Es propio de la raza humana. También hay una tensión en sostener el núcleo discursivo y que esté plasmado en la obra. Es un baile necesario pero que debe realizarse con sumo respeto.

Las voces que me inundan cotidianamente, me hablan y discuten, en general, terminan en un poema. El ejercicio de la escritura cotidiana me ayuda a mejorarla día a día. Tener editores también. La lectura de un otro es fundamental para que mis escritos no naden y finalmente, naufraguen. Mi intuición no siempre es buena consejera.

 

MO: ¿Ves zonas de contacto o confluencia entre estas distintas formas literarias?

PD: Sí, claro. Los escritos van y vienen y hasta tienen algún diálogo entre ellos. Estoy en un momento de búsqueda. Nadando en un río que aún no alcanzo a distinguir qué profundidad tiene. Por ahora nado sin detenerme. Escribo nadando y nado escribiendo. En cuanto al teatro creo que tenemos obligatoriamente de la dramaturgia clásica del diálogo a buscar nuevas expresiones menos dialoguistas. Estoy haciendo danza contemporánea con Rosina Gungolo, entre otras cosas para mí formación como actor, pero también como una forma de explorar nuevos lenguajes, más corporales. Profundizar en la ruptura de las hegemonías. Sin embargo, el amor como meta tema seguirá siendo revolucionario y es probable que sea motivo de próximos escritos.

 

MO: En función de lo que me decís, ¿concebís tu producción como una zona de investigación donde se ponen en crisis las fronteras entre los géneros literarios? ¿O acaso pensás que cada género tiene una relativa especificidad técnica que es necesario respetar? (Te lo pregunto porque yo no respeto un carajo esas fronteras, jaja)

PD: Gran pregunta, Mario. Encuentro divertido que los textos dialoguen, se expandan, cambien de color, de textura. Creo que hay un poco de todo en mis textos y que la poesía lo atraviesa todo (o eso creo, al menos). No creo en nada estanco en la vida y resignifico el valor de lo mutante, lo vidrioso. Valoro eso cuando lo advierto como lector. Por ejemplo, en los textos de Luis Sagasti o en Saramago. Probablemente la literatura tenga la mixtura de los tiempos que corren y el discurso sea anárquico, instantáneo, ágil, descontracturado, no solemne. Pienso a la literatura como a las otras artes que desarrollo y, si bien cada una tiene su propio lenguaje, todas, en general, están rompiendo viejos cánones preestablecidos. Las fronteras se han derrumbado. Todas.


MO: Dijiste más arriba: “Estoy pasando por un momento de ansiedad creativa. Tal vez sean los tiempos que corren, en donde necesito más que nunca decir hoy”. Me gustaría que amplíes un poco  estas ideas. ¿A qué obedece esa ansiedad? ¿A cuestiones puramente personales o al momento social y político? Te pregunto porque sé de tu preocupación por la realidad que vivimos y tu compromiso.

 

PD: Creo que hemos pasado por los cuatro años más dramáticos de los vividos en democracia. Hemos hablado mucho al respecto, Mario. El gobierno que, por suerte se va, deja una matriz de pensamiento de ausencia del paradigma colectivo y la supremacía salvaje del individualismo. Nos queda como varones y mujeres de la cultura revertir esto en adelante. Entiendo que los tiempos neoliberales nos obligaron a una escritura de resistencia. Hablar de amor en tiempos de capitalismo depredador es revolucionario. Eso intento decir en Crónicas del Miravalles. También está escrito en Un árbol en el medio del mar. La escritura debió ser de combate y supervivencia. Ahora nos esperará la construcción de un colectivo donde prime nuevamente vivir en comunidad y ver qué pasa en la carpa de al lado. Nuestros escritos irán, intuyo, en ese sentido.

 

MO: Comenzaste a publicar relativamente tarde. ¿Por qué? ¿Se debió al estudio y ejercicio de tu profesión como médico pediatra? ¿Antes no escribías?

PD: Escribo desde la adolescencia. Como todo adolescente de la década de los ’80 poemas y canciones e hice talleres de teatro. Luego, al irme a estudiar Medicina a La Plata y mi ingreso en la profesión, pasé a ser un gran consumidor de cultura, pero no un efector. Mi separación en el matrimonio me obligó a explorarme y eso a retomar talleres de teatro y posteriormente explorar la dramaturgia y la escritura de cuentos, casi paulatinamente. Poesía escribí siempre desde la adolescencia. Creo que nunca dejé de escribir. Con una novela inédita escrita en el 2009 (que estimo morirá en ese estado) y poesía en la mano, me acerqué a la poeta Elsa Calzetta y fue ella quien me hizo reconocer como escritor. Elsa fue una gran mentora y docente para mí. De esos docentes que no intentan imprimirte de un estilo, sino que exploran tu mejor versión. Y acá estoy.

 

MO: Tenés al aire un programa en FM Vorterix con Mariana de Cristófaro.  Además obtuvieron un premio.  Contame un poco sobre aspecto de tu  actividad, en qué consiste el programa.

PD: Blackbird nació en  2013 como un programa de jazz en una radio de rock como Vorterix. Fui oyente de radio desde la adolescencia con las medianoches de Alejandro Dolina allá por el año 86-87 y luego con la naciente Rock & Pop durante mi carrera universitaria. Jamás pensé en tener un programa de radio. Amo la radio. Es un medio donde todo es absoluta verdad y ficción a la vez, es instantánea y en el caso de Blackbird es un programa cultural donde hoy en día la música acompaña al teatro y a la literatura. En él desarrollo el radioteatro breve que me parece fascinante como escrito corto. En 2015 fuimos nominados y en  2017 obtuvimos el Martín Fierro Federal como mejor programa de Jazz. Debo advertirte que me sonrojo al decirlo. Mariana De Cristófaro es mi gran compañera y en los últimos dos años siento que hemos conformado una linda dupla. En el programa siempre que se puede participa Matías Méndez, el último bajista de Spinetta, que nos habla de música y con una lucidez invalorable de la política argentina. Mi hija Candela Duca, una artista joven de tan solo 17 años (canta, escribe, toca la guitarra, pinta, saca fotografías), comprometida con la lucha feminista, coronó el programa con una columna en Blackbird que ella produce y se llama “Micromachismos”, donde incluye temas y problemáticas de las agendas de género.

 

MO: Una vez me dijiste que encontrabas una relación entre tu actividad radial y el ejercicio de tu profesión en el consultorio. Del mismo modo, ¿encontrás relación entre la pediatría y la práctica de la literatura?  ¿Hay algún canal conductor entre ambos universos más allá de alguna referencia temática?

PD: Interesante el pensamiento. Creo que uno es mil personas a la misma vez y está en uno poder desentrañar toda esa familia que uno mismo compone. En el consultorio he adquirido una dinámica de la entrevista médica que he depurado en la entrevista radial. De hecho creo que soy mejor entrevistador que conductor. ¡Un día advertí que había entrevistado familias por más de 25 años! En Blackbird entrevistamos a artistas que admiramos y reconocemos como tales y la empatía (ingrediente fundamental para transformar la entrevista en una hermosa charla de café) tenga un lindo transcurrir. Tengo el sueño de editar, en algún momento, algunas de esas entrevistas en un libro. Hay entrevistas muy interesantes y provechosas: Alejandro Dolina, Pacho O’Donnell, Martín Kohan, Pablo Alabarces, Eduardo Sacheri, Eduardo Berti, Lula Bertoldi, Nicolás Sorín, Leo Genovese, Celeste Carballo, Fabián Casas y casi todos los músicos que estuvieron al lado de Luis Alberto Spinetta. Hay mucho ahí.

Con respecto a la medicina y el arte hay algo que quisiera decir. Existe una intensa contradicción entre la búsqueda de certeza que intenta ofrecer la medicina y la incertidumbre necesaria para toda creación artística. Estos dos universos que hoy conviven en mí están en tensión. El arte y el consultorio son dos ámbitos muy distintos.

 

MO: Tenés una participación muy activa en las redes (al menos en Facebook que es lo único que yo uso) posteando poemas a un ritmo casi diario. ¿Cómo evaluás esta inmediatez y producción abundante? ¿Todo material que publicas lo considerás acabado, o solo un bosquejo de algo que luego debe trabajarse o desecharse? En otras palabras, ¿todo posteo es una obra en el sentido fuerte del término o una zona de ensayos, de prueba y error, de testeo?

PD: Creo que las redes nos acompañan cotidianamente y son parte de nuestro día. A veces juego y trato de que mi pensamiento sea un posteo poético y es un ensayo de un poema para seguir trabajando. En mi caso podría ser como si un carpintero mostrara con la madera con la que va a trabajar. Muy pocas veces creo que esté terminado un poema. Así nació Crónicas del Miravalles, como un posteo diario de Facebook, usándolo como usaría un blog. Luego vino el trabajo en la EAPP, luego el trabajo de edición y varias lecturas de amigos. Con un Árbol funcionó así. El posteo casi diario me obliga a escribir. Luego hay que editar. Es como una primera foto.

MO: Con respecto a tu último libro Un árbol en el medio del mar, ¿cómo fue el proceso de construcción? ¿Surgió de materiales que escribiste en forma independiente o lo concebiste como una unidad desde el principio?

PD: En principio, Un árbol en el medio del mar recopila poemas de mis dos últimos años de escritura. Me pasa lo que a todo poeta le pasa con los textos que finalmente se publican con posterioridad. Sin embargo, hay una voz que viene de mi niñez y mis recuerdos, de infancia, de mis días con mis padres Élida y Héctor, mi hermana Gabriela, mis amigos, que debía quedar plasmada. Necesitaba hacer como un raconto de mis raíces y mi historia (que no es diferente a otras historias de pibes de barrio) y un proceso de exorcismo, a su vez, de una suerte de soledad devenida a mitad de vida. Creo que todo eso está en el libro. Fueron poemas que tuvieron la coherencia de la temporalidad de la escritura y hubo un gran trabajo de mi curadora, la poeta mendocina Sabrina Usach que le dio un relato al poemario. No quiero dejar de mencionar el arte de tapa del libro, que es de Candela Duca, que sintetiza visualmente el concepto y el espíritu del poemario.

MO: En el libro hay un conjunto de poemas intercalados que forman una serie propia porque están en cursiva y llevan numeración.  ¿A  qué se debe? ¿Cómo dialogan con el resto?

PD: Eso fue un gran hallazgo de Sabrina Usach también. Esos poemas están escritos desde el anhelo del amor ausente, aún en una distancia hipotética. Terminan conformando un guión que intenta llevar de la mano al lector de unos poemas a otros. Virtud de curaduría.

MO: ¿Quiénes son tus poetas de referencia, los que siempre leés, aquellos que están en tu caja de herramientas?

PD: Leo mucho a poetas bahienses. En Bahía Blanca contamos con  poetas que caminan y beben vino entre nosotros y uno no tiene más que leerlos. Hablo por supuesto de Marcelo Díaz, Omar Chauvié, Sergio Raimondi, Álvaro Urrutia, que además hace una columna literaria en Blackbird,  mis fieles amigos de ciclo Birra y Letra, Gastón Vázquez y José Eyheraguibel. También Valeria Tentoni, Roberta Iannamico y muchas poetas jóvenes como Valeria Mussio, Melisa Depetris, entre otras. En mi mesita de luz están Fabián Casas, Tennessee Williams, Mario Montalbetti, Marín Sorescu, Bertold Brecht, Cristian Molina, José Saramago, Luis Sagasti, Jorge Luis Borges, Clarice Lispector, César Vallejo, Alejandra Pizarnik, Raúl Zurita, Carlos Battilana, Andy Nachón, Tamara Kamenszain, Teuco Castilla, Lucía Carmona, Sabrina Usach, Nicolás Antonioli. He leído casi toda la producción poética inédita de Lucía De Leone y es bellísima.

MO: En "Un árbol en medio del mar" percibo algo que, a falta de mejor palabra, podría calificar como "ternura" o quizá más bien cierta temperatura lírica: la evocación de la infancia barrial, el amor. Por ejemplo: "Y las ramas de los árboles / caen llenas de recuerdos" o "descubro que las rosas / resucitan al final del día". ¿Estás de acuerdo con esta lectura?

PD: Gracias, Mario, por el término. Creo que en mi escritura conviven el Pablo Niño (que envejece pero añiñadamente), el actor niño, el pediatra y el permanente diálogo con los niños y el Pablo utópico. Éste último es el más niño de todos.

MO: ¿Cuáles son tus próximos proyectos de escritura?

PD: Ya tengo un poemario que he compartido con Lucía De Leone (ha hecho la curaduría) y que si Baldíos en la Lengua sigue apostando a mí, verá la luz el año que viene. Tiene un tono más actual, más representativo de mi presente, menos desolador, más esperanzado. El cambio de circunstancias políticas y la partida del neoliberalismo (al menos a nivel nacional) me han puesto de mejor humor. Veamos qué pasa con el mundo. Que no decida desbarrancarse.  

Por otro lado, participo de un proyecto multimedial, que compartimos, llamado Mescolanza Trío de 4, que combina tango, poesía, música, artes visuales y cierta declamación perfomática con los amigos Oscar Liberman y Robby Gutiérrez. La dirección musical es de Oscar Liberman. En esta iniciativa investigamos la comunión de la musicalidad poética y corporal con el tango, en su ida y vuelta. Tengo la sensación de que en ese marco tenemos mucho por descubrir.

Gracias, Mario. Un amigo que pregunta es doblemente amigo.

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.