El Farmer - La doble sombra de Rosas



Lo que vuelve, lo que persiste y lo que retorna se presenta como algo recurrente en la historia argentina. Impresionante oportunidad para no perderse estas últimas funciones en las que dos gigantes juegan el juego de los dobles de la Patria que aún hoy se dirime entre Civilización y/o Barbarie.

Por Denise Pascuzzo

 

Vuelvo del teatro y mis notas son unas marcas en la hoja de mi cuaderno, se trazan ahí como un velo, son letras sin tinta. La penumbra de la sala no me ayudó a descubrir que la lapicera que llevé estaba fallando. Paso ahora el lápiz por la superficie de la hoja del cuaderno y comienzan a emerger los trazos marcados en blanco como una filigrana. También se hacen presentes las voces que todavía resuenan, esa especie de prolongación que transcurre luego de ir al teatro, eso que persiste adentro del cuerpo. Las voces como ecos, el eco que no es sino una repetición, conforman una de las marcas de la puesta en escena. Diálogo o monólogo desdoblado, de a ratos especies de ecos entre dos Rosas en dos temporalidades. La figura del doble se multiplica y se pone de manifiesto en la oscilación de las personas gramaticales. Ambos personajes, los dos Rosas en dos tiempos, hablan en primera persona y en segunda persona. Componen un diálogo a la vez que se pronuncian en eco y conversan. Es un personaje que por momentos habla en presente y por momentos recuerda y en una especie de espiral fragmentario narran escenas nucleares de la vida de Juan Manuel de Rosas.

También se mencionan dos destierros: el de Rosas en Inglaterra (luego de la derrota en la Batalla de Caseros, de la cual resulta vencedor Urquiza) durante veinticinco años, recluido en una granja en las afueras de Southampton; y el de Domingo Faustino Sarmiento en Chile, desde donde escribe su libro, Facundo en 1945. Y Rosas, en la obra dirigida por Andrés Mangone (también dirigen los propios actores, Audivert y De la Serna), se apropia de sus palabras para autodefinirse y por momentos ironizar y discutir con Sarmiento: “El general Rosas, dicen, conoce, por el gusto, el pasto de cada estancia del  sur de Buenos Aires”. También cita ese texto a propósito de la frase en la que se refiere a él como quien “hace el  mal sin pasión”. La novela de Andrés Rivera (texto que para la puesta en escena fue adaptado por Rodrigo de la Serna y Pompeyo Audivert, quienes también actúan en ella y cuyas actuaciones conmueven en extremo) hace dialogar a Rosas con Sarmiento. En un momento se lo menciona a Rosas como novelista, como si de algún modo El Farmer fuese la respuesta en texto que nunca habría existido por parte de Rosas hacia el Facundo. Libro que en escena el Rosas anciano (interpretado por Audivert) en el destierro quema en el fuego que lo abriga del frío inglés.

“Yo no necesito espejos”, dice Rosas. Eso de algún modo también se compone con la escenografía. Una especie de panel espejado y a la misma vez translúcido, en el cual suele ubicarse como en segundo plano el Rosas joven. Espejado y translúcido, a lo que se suma una bruma, lo que reviste una imagen y, por lo tanto un sentido. Como si se tratara de la propia imagen de Rosas en toda su complejidad. Que como personaje en la obra, desde el destierro, recuerda su actuación en la Vuelta de Obligado, en defensa de la soberanía frente a las grandes potencias que intentaban internarse por los ríos interiores.

Insistentemente se pone de relieve la figura de la traición, por parte de Urquiza y también por parte de los de la aristocracia que lo habían apoyado y luego lo abandonan y se pasan de bando.

Otro de los pasajes de texto que me recuerda al texto de Sarmiento es: “No pueden responder qué es Rosas”, como si retomara esa pregunta que realizara el narrador de aquel texto al espectro (al que se denomina “sombra”) de Facundo Quiroga:

¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: ¡revélanoslo! Diez años  aún después de tu trágica muerte, el hombre de las ciudades  y el gaucho de los llanos argentinos, al tomar diversos senderos en el desierto, decían: ‘¡No, no ha muerto! ¡Vive aún! ¡Él vendrá! ¡Cierto! Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado  a este otro molde, más acabado, más perfecto; y lo que en él era sólo instinto, iniciación, tendencia, convirtióse en Rosas en sistema, efecto y fin.      

Eso se preguntaba Sarmiento en 1845, y desde el destierro, en 1871, que podría pensarse como otro modo de muerte o de ausencia, el personaje de Rosas en la obra El farmer dice “¡Viva Rosas!”, el grito que es repetido en distintos puntos del país por distintos hombres que al decirlo “clavan el cuchillo en la mesa” a pesar del destierro y de su desaparición física de la vida política argentina. Una perpetuidad en la memoria que el personaje reclama al grito reiterado de “¡Patria, no te olvides de mí!” encarnado en la voz de Rodrigo de la Serna. Lo que vuelve, lo que persiste y lo que retorna se presenta como algo recurrente en la historia argentina y se ve expresado en los textos literarios.


Ficha Artístico/ técnica 

Autor: Andrés Rivera
Adaptación: Pompeyo Audivert, Rodrigo de la Serna
Actúan: Pompeyo Audivert, Rodrigo de la Serna
Músicos: Claudio Peña
Vestuario: Julio Suárez
Escenografía: Alicia Leloutre
Iluminación: Leandra Rodríguez
Diseño sonoro: Claudio Peña
Música original: Claudio Peña
Dirección: Pompeyo Audivert, Rodrigo de la Serna, Andrés Mangone
Duración: 95 minutos

 

Función del sábado 2/11, 22:30 hs.

Teatro La Comedia

Rodríguez Peña 1062 

tel: 4815-5665

info@lacomedia.com.ar

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.