"Ser sin orillas" o Inda Lavalle, la que entrega las venas



La obra escrita y dirigida por Macarena Trigo encuentra en el talento sin límites de Inda Lavalle el desafío que toda actriz sueña con tener, habitar el cuerpo de Ofelia. 45 minutos sin respiro y colmados de un modo de ser todo en escena que merecen el retorno de la puesta en una revisión de las mujeres shakesperianas, que congela el aliento.

Por Teresa Gatto

 

"La subjetividad nómade significa cruzar el desierto con un mapa que no está impreso sino salmodiado, como en la tradición oral; significa olvidar el olvido y emprender el viaje
independientemente del punto de destino: y lo que es aún más importante, la
subjetividad nómade se refiere al devenir.
 Rosi Braidotti,  Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade"

“Soy Ofelia. Soy el santo remedio de la humanidad. Morirán a salvo.
Soy Ofelia. Tomá. El amor es otra cosa y otra.
También la culpa. No es cierto pero tampoco lo contrario”.

Macarena Trigo “Ser Sin Orillas. Ensayo sobre Ofelia.

No es la primera vez que hago una crítica retroactiva, a veces el tiempo inapelable permite que veamos una última función. En este caso, además del debido relevamiento del hecho teatral, se encuentra la firme convicción de que “Ser Sin Orillas. Ensayo sobre Ofelia” deberá retornar a los escenarios.

Se abre una  puerta e Inda Lavalle emerge y alude a la “memoria infinita de la breve vida de Ofelia”. Cientos de puestas asedian a Hamlet, el destino de Ofelia siempre está marcado por lo que le heretopatriarcado dispone para ella. “Vete al Convento” expresión que se reitera cuando la actriz emerge como Ofelia. Esa enunciación de claustro le hace comprender cuánto lo ama. Pero él tiene la fuerza de una locura contagiosa que como portador infecta y llena de síntomas a esta mujer. Porque esta Ofelia representa a todas y cada una de las Ofelias de este mundo. Moralmente impecable la contracara de la pérfida y lasciva Gertrudis que, por su empoderamiento de reina, puede ser toda y cada una de las lascivias que el tiempo Isabelino condenaría y que el Puritano, verá al menos en Elsinor, con cierto ojo estrábico y absolutorio.

No es Lucrecia, ni Magdalena, la única reparación posible la podrían haber hecho los hombres que la manipularon, comenzando por su padre y hermano y continuando por el objeto de su amor. Pero no está en escena para victimizarse, está en escena para re-presentar que su amor “es ese bosque donde no se contemplan las estrellas. Soy Ofelia”.

En la sutileza de su camisón y su bata, que son signos de la  intimidad de la noche, frente a una vela encendida anda y desanda la vida de una Ofelia que es miles de ellas, en Pedro Telmo, en Elsinor o Boedo.

Los latidos de su corazón pueden escucharse con la apoyatura del sonido pero la musculatura tensada al máximo, las venas hinchadas de amor y locura  de esta Ofelia que Inda Lavalle, se pone en el cuerpo con una organicidad que asalta los ojos del espectador, conmueve sus oídos y hace que no haya modo de no mirarla, y no porque sea un unipersonal, sino porque el centro de atención es esa mujer enamorada y empujada a la locura. “Vete al convento”, lapidaria frase.

Muchos estudios críticos posan su mirada en la locura fingida de Hamlet y en la locura y martirio de Ofelia. La misma Ofelia que ya está irremediablemente perdida por la ausencia de las figuras masculinas como su padre y hermano, entonces ella libera su silencio, enseña su cuerpo oculto; su habla es de un lirismo peligroso, figurativo, sexual y promiscuo”, se trata de un estallido de todo aquello que yacía confidencial e inmerso en su intimidad oprimida[i]

Desde el comienzo en que Inda Lavalle se dispone a anoticiarnos de que asistiremos esa memoria infinita de una vida breve, hasta el final, en que este animal de teatro, esta bestia amorosa que dona su cuerpo al texto con una dirección excelente de su autora y directora Macarena Trigo, con el manejo estupendo de la luz penumbrosa como la vida de todas las Ofelias, hay una determinación, metaforizada por el agua en ese trapo que se hunde en el piso que opera la transformación, el nomadismo de una subjetividad que en el Siglo XVI o en este decide su propio destino y que antes o ahora, es preferible entregarse a la naturaleza que a los deseos de heteropatriarcado.


Ficha Artístico /Técnica

Autoría: Macarena Trigo

Actúan: Inda Lavalle

Música: Leandro Kalén

Fotografía: María Kusmuk

Grafica: Dalmiro Zantleifer Ojeda

Dirección: Macarena Trigo

Timbre 4

 

La Obra bajó de Cartel y Puesta en Escena espera fervientemente que retorne en breve para el disfrute de espectador

[i]María del Mar Rodríguez Zárate, http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012018000100251, ¿To be or not to be Ophelia? the feminine role in Hamlet from its dramatic and social development.

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.