Por Teresa Gatto
“…pero a Estévez lo divirtió ver que una de las mujeres abrazaba
a su amigo o su marido, gritándole vaya a saber qué al oído lo abrazaba y
lo besaba en la boca y en el cuello. Salvo que el tipo sea un idiota,
pensó Estévez, tiene que darse cuenta de que ella lo está besando a Monzón”
Julio Cortázar. La noche de Mantequilla.
La casilla es pequeña, no es austera, es de una pobreza conocida. Allí, Renato, Ramiro Martínez, el boxeador, entrena, le pega a la bolsa con algo más que la búsqueda de una técnica. Hace soga, flexiones y su manager/sparring duerme. Todo acontece en el mismo espacio, Sócrates, el entrenador, encanado por Osvaldo Santoro, duerme y ronca hasta que el boxeador lo despierta. Es mucha soledad para después tener que poner el cuerpo.
Poner el cuerpo, por la ilusión, poner la esperanza y la yerba se acabó, el mate es viejo y si no llega Mili, interpretada por María Lía Bagnoli, que pisa fuerte en escena y está magnífica, llega con provisiones y efectivo, no hay nada más.
Renato entrena buscando una revancha con el Ninja que lo tiró en el Quinto Round. No estaba preparado, no lo vio venir. Pero todo es anécdota pura, disparador que sirve para contar otras historias. Esos nodos, núcleos que cuidadosamente son lanzados al azahar. Renato no llegó a lo de Sócrates buscando un sparring, llegó después de ser molido a golpes por su padre y en algún momento de esa adolescencia, fue abusado por quién hoy lo entrena. “Bueno, fue un momento de debilidad", dice el que parece detentar el poder y allí se queda el tema, como un grumo molesto que no se deshace porque esa no es la misión de la obra de O’Donnell, tal vez la misión sea re-presentar las desdichas de las vidas de los nadie, de los ningunos que abundan en estos lares olvidados de la mano de Dios o del Mercado. ¿Qué más da? A veces, parecen la misma cosa.
Porque Mili, está en una clase un poco superior, ese medio pelo que también se enamora a su manera y que paga con moneda lo que no puede pagar con fidelidad. Al fin y al cabo, Renato y Sócrates no pueden ofrecer nada. Su deseo irrefrenable por Renato y su cuerpo fibroso, tan distinto a ese señor panzón que la mantiene y controla porque es bella y llamativa y también provocativa, ese señor que le regala añillos de buen precio y que es su dueño.
El papel de la mujer en Mili es una suerte de machismo invertido, en que ella ve al objeto de deseo y mientras le acaricia las piernas musculosas, lo cosifica y convierte en mercancía.
Otro personaje que funciona como un embrague perfecto y sólido es el que protagoniza Juan Carlos Ricci, es una suerte de mediador, de comisionista de cuerpos en combate. Es necesario que Percarolli consiga la revancha con el Ninja y se le hace cuesta arriba.
Pero ni la peluca gastada que Sócrates se pone cuando se levanta (pensando tal vez en mejorar su aspecto algún día), ni los sueños de grandeza ni la revancha serán gratis. El amor tampoco. Los hombres necesitan salir de la zona de miseria y la única mujer no se atreve a salir de la zona de confort en la que con sus mentiritas veniales lo tiene todo. ¿Venial la infidelidad? Sí, venial porque el contexto es tan desgarrador y los 4 personajes están dirigidos con tanto acierto por Gerard Otero que el receptor se ríe de las calamidades que se ven venir, de los momentos hilarantes que proporciona el sexo en el cuartito entre Renato y Mili y de que Sócrates esté dispuesto a la traición, la deslealtad o lo que sea por una cifra magra y siempre tenga una frase a mano que parece dicha por Althusser, porque el capitalismo está ahí latiendo fuera de la piecita y él hace su interpretación de ese depredador. Porque los acostumbrados a perder siempre, ven 10 pesos en el piso y se sienten afortunados. Los nadie, los excluidos de toda exclusión terminan viendo la agachada, la mentira y el entreguismo como un acto sin consecuencias. El hambre duele.
La escenografía de José Escobar, logra un ámbito de profundidad que es de donde vienen las promesas incumplidas como llegadas del averno. El espacio escénico funciona a la perfección sin que se note un solo hilo de Otero detrás de sus criaturas. La iluminación de Ricardo Sica, como de costumbre casi imperceptible, ayuda a los diferentes climas. Sobre todo cuando uno de ellos es ir a una revancha arreglada por un puñado de dólares que no servirán para mucho que más que un breve tiempo y la caída final de la carrera de Renato.
La pregunta que se impone es: ¿Alguien sabe lo duro, difícil y doloroso que es perder siempre? Aunque los velos muestren que se puede ganar algo.
Actuaciones excelentes, el descubrimiento (para mí) de María Lía Bagnoli como una revelación absoluta en ese papel tan fronterizo en donde se mezclan el Kirsch, el medio pelo, el deseo, el desempeño físico y actoral de Ramiro Martínez que no para un segundo y los magníficos Osvaldo Santoro y Juan Carlos Ricci, le dan una vida maravillosa en escena a un texto arduo y eficaz de Pacho O’Donnell que Otero lleva a escena en un enorme logro.
Ficha Artístico/Técnica
Autor: Pacho O´Donnell
Actúan: María Lía Bagnoli, Ramiro Martínez, Juan Carlos Ricci, Osvaldo Santoro
Escenografía: José Escobar
Iluminación: Ricardo Sica
Diseño: Juan Ignacio Tapia
Fotografía: Francisco Castro Pizzo, Juan Ignacio Tapia
Diseño gráfico: Pablo Bologna
Asesoramiento En Boxeo: Pablo Paoliello
Asistencia de dirección: Ana Sancho
Prensa: Marisol Cambre
Dirección: Gerardo Otero
TIMBRE 4
México 3554
Capital Federal - Buenos Aires – Argentina
Teléfonos: 4932-4395
Web: http://www.timbre4.com
Entrada: $ 380,00 - Domingo - 19:00 hs - Hasta el 28/07/2019
- Comprar Pack 3x750 Timbre4