Tilcara no existe

 

 

La obra de Raquel Albeniz, dirigida por Alejo Sambán, logra en una hora escasa una parodia perfecta de una clase perimida que se aferra al pasado y dispara risas e interrogantes. Actuaciones brillantes de Raquel Albeniz y Amancay Espíndola. En NoAvestruz, Espacio de Cultura.

Por Teresa Gatto

“Nada más intenso que el terror de perder la Identidad”
Alejandra Pizarnik

 

En las postrimerías del 2001, una niña tuvo un ataque de pánico al ver arribar a la estación de Haedo, al tren que trasladaba a los cartoneros. Tendría unos 7 años, pero nunca había visto a un pobre. Dicho así, suena hasta del género fantástico pero aconteció frente a mis ojos. Escuché a sus padres calmarla con las explicaciones lógicas del caso. Sin embargo, me quedé pensando en el mundo perfecto, confortable y alejado de la realidad que se había construido para ella y en cómo podría resultarle su salida al mundo real.

Había visto al otro de clase, ese magma indecidible, que se deforma siempre porque la clase media, aunque sea alta, es híbrida.

La única que no se desmorona y prefiere morir a salirse de sus blasones patricios, sus ínfulas terratenientes y sus recuerdos de papel maché es la Clase Alta, no importa si devino pobre, los terratenientes, los dueños de la tierra, serán, hasta que una revolución utópica les caiga como lava hirviente, los dueños del mundo, de los sujetos, de las horas, de los días y así por siempre.

Por eso, Tilcara no existe es una parodia y también una farsa y por qué no una enorme sinécdoque en la que sus protagonistas comienzan a experimentar una suerte de mimetización con las desacatadas.

Esas jujeñoabolvianadas que sirvieron en la casa y que fueron despedidas cuando a Angélica (Raquel Albeniz) le comenzaron a crecer trenzas crenchadas. Albeniz despliega todo su bagaje actoral.

Encerradas en un cuarto que ha sido elegante, Amparo (notable trabajo de  Amancay Espíndola) canta a Wagner para intentar el conjuro mágico de que ninguna señal de esas “otras” de clase, color o religión se filtre.

La oclusión del ambiente es total para que nada de esas amañadas conspiradoras se introduzca por alguna rendija. Ni siquiera el olor a maíz quemado.

Las actuaciones de Raquel Albeniz y Amancay Espíndola son brillantes. Encarnan a sus criaturas de un modo maravilloso y el ser de sus personajes cambia de tono ante el miedo o la salida del cuarto,  del que Amparo regresa cantando vidalitas y bailando carnavalitos, con el acento cambiado. A Angélica las trenzas le van tomando la "cabeza".

El espectador se retuerce de risa e hilaridad porque hasta ternura inspiran,  tan desguarnecidas sin sus blasones, sin el árbol genealógico vivo y la puesta obtiene un in crescendo dramático pero humorístico que hace que uno desee más y más. Más Vidalitas, más ponchos, más trenzas hasta que la cabeza de Angélica y el cuerpo de Amparo no sean más que la totalidad absoluta de ese otro que, las ha padecido en sus morales de cloqué, con sus modales de afrancesadas mujeres del norte que no creen que fuera de esas paredes exista otra cosa que no sea deleznable.

Alejo Sambán, maneja los tiempos de esta obra con precisión milimétrica toda vez que es un espectáculo que tiene una hora escasa y debe re presentar situaciones que dejen claro porqué Tilcara no existe.

El diseño de vestuario de Jennifer Sankovic, les permite con su simpleza justa, los cambios que experimentarán durante ese devenir que uno desea dure mil horas. El diseño de iluminación de Ricardo Sica como de costumbre acierta y la La escenografía de Vanessa Giraldo, muestra la acumulación de objetos del pasado que separados pueden tener su glam, pero juntos dan la sensación de ese tremendo afán que a veces puede resultar el coleccionismo, que busca, en las cosas dejar montadas las subjetividades que se niegan a migrar a un mundo nuevo y más “real”.

Dos actrices imponentes, un texto maravilloso y la magia ahí. En el hermoso espacio de NOAvestruz, hace que el receptor en medio de este estado de cosas, sienta que el teatro hace posible la resurrección de aquellas cosas que creemos pérdidas para siempre. La risa, la interpelación y por sobre todo el entendimiento de que esos seres, que  a despecho de su voluntad creen que son los dueños de la Tierra, como si fuera toda la Tierra, son tomados por su miedo y así se ven el espejo retrovertido de la brutalidad con la que siempre se trató a la peonada, a los “sirvientes”, a los “negritos”, “Coyas”, “Bolitas”.

El mejor plan para un sábado por la noche, si usted se cuestiona pero necesita un soplo de aire comprometido y a la vez repleto de humor, está a las 20 hs. En NOAvestruz.

 


Ficha Artístico/Técnica
Dramaturgia: Raquel Albeniz
Actúan: Raquel Albeniz, Amancay Espíndola
Vestuario: Jennifer Sankovic
Escenografía: Vanessa Giraldo
Caracterización: Jennifer Sankovic
Diseño de luces: Ricardo Sica
Música original: Lautaro Cottet
Diseño gráfico: Manuela Vilas
Asistencia de dirección: Gilda Salto
Prensa: Kazeta Prensa
Dirección: Alejo Nicolás Sambán

NOAVESTRUZ ESPACIO DE CULTURA
Humboldt 1857
Capital Federal - Buenos Aires – Argentina
Teléfonos: 4777-6956
Web: http://www.noavestruz.com.ar
Entrada: $ 300,00 / $ 200,00 - Sábado - 20:00 hs




Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.