La obra de Charles Lewinsky "Un judío Común y Corriente", en escena desde 2015, con la adaptación al español de Lázaro Droznes, posee una máquina teatral que tal vez se haya ido perfeccionado al punto de encontrar a un actor pleno y un director que supo esconder muy bien los hilos, Manuel González Gil. Mi hallazgo tardío y esplendoroso
Por Teresa Gatto
“Sin duda, y te pido perdón de antemano, a veces olvidaré.
No podré vivir siempre en esta memoria:
sabes muy bien que es una memoria mortífera.
Pero volveré a este recuerdo como se vuelve a la vida.
Paradójicamente, al menos a primera vista, a simple vista,
volveré a este recuerdo de un modo deliberado
en los momentos en que tenga que afirmarme,
replantearme el mundo y a mí mismo dentro del mundo,
volver a empezar, renovar las ganas de vivir agotadas
por la opaca insignificancia de la vida.
Volveré a este recuerdo de la casa de los muertos,
para volver a encontrarle gusto a la vida”
Viviré con su nombre, morirá con el mío- Jorge Semprun
La cuestión Judía, de por sí inabarcable, aunque, tratemos de asirla a través de lecturas, vivencias y testimonios cercanos, tiene a lo largo de la Historia una enorme variabilidad en la que entran cuestiones anteriores a la Shoah. Primigenias como la Caída del Templo en Jerusalén, el nomadismo casi eterno y las culpas que, anteriores al Holocausto, se han vertido sobre las míticas y reales condiciones de vida que atraviesa cualquier pueblo por cuestiones religiosas. El siglo XX dio a la luz en palabras de Adorno “El mayor fracaso de la Modernidad, pero como menciona José Emilio Pacheco en “Morirás Lejos” la sola existencia de Hitler no justifica el nazismo.
En la obra que protagoniza Gerardo Romano, sobre texto de Charles Lewinsky y adaptación al español de Lázaro Dronéz, hay una actualidad inminente que se filtra por hendijas inverosímiles: la diferencia entre la pertenencia religiosa y la nacionalidad.
Esa confusión es la que destraba, ilumina, pone sobre la mesa y a viva voz, el periodista Emmanuel Goldfarb (Gerardo Romano) cuando al arribar a su estudio halla un mensaje de un profesor universitario que lo invita a una clase para le muestre a sus alumnos cómo es, qué es y los significados de ser un ciudadano judío. En Alemania, sí.
Ocurre que el profesor es tan alemán como Emmanuel Goldfarb, lo que da pie a éste último a una respuesta que es una diatriba relflexiva en su grabador personal y que repasará las más diversas cuestiones que acontecen con un señalamiento. No nos engañemos, muchos anteponen la procedencia o práctica religiosa a la nacionalidad. Lo que evidentemente conforma un oxímoron es que un alemán le pregunte a otro como es ser ciudadano de una religión y que no haya aprendido nada de nada, queriendo exhibir al sujeto como una pieza de un museo de arqueología moderna.
Ahí justamente, reside la dramaticidad in crescendo, en las respuestas que emite en su grabador. Emmanuel, nombre nada azaroso porque en hebreo significa “con el Dios, o “Dios está con nosotros”, desanda cada equivocación no sólo del profesor sino también de la Historia y de la recepción.
Y no deja afuera nada. No sólo la diáspora, sino también los campos como Chelmno, Belzec, Sobibor, Treblinka, Auschwitz-Birkenau (parte del complejo de Auschwitz) y Majdanek y algunos no recuerdo si los nombra o ya pertenecen a mi conciencia colectiva.
La corrección política con que se trata el tema en casi todas las instancias públicas, corrección que desaparece en el ámbito privado cuando algunos creen que las paredes no oyen o que sus rictus no los delatan, es deconstruída con una solidez enorme en las palabras que brotan sin pausa para quedar grabadas y que son la condición de posibilidad de esta representación unipersonal en que Romano, es una bestia escénica en términos no sólo del recorrido y organicidad corporal sino en la maquinaria coloquial que emerge con una voz clara hasta cada rincón de la platea, haciendo una maravilla entre texto y ser. No hay un solo tip, no vaya a buscarlo, del Gerardo Romano animal político que puede ver en una entrevista, hay un actor de raza despojado para entregarle todo al ser de su personaje.
Sin clisés, sin merodeos banales, sin exageraciones y encontrando las flexiones exactas para cada tema con que este judío común y corriente le lanza a la respuesta al profesor y al mundo, la obra es un unipersonal que además ir por la 5ta temporada, cosa infrecuente, es una plataforma de interpelaciones para la audiencia.
La escenografía de Marcelo Valiente acompaña de modo excelente porque sitúa al protagonista en su mundo profesional. La musicalización de Martín Bianchedi es muy buena y no hay enfermedades del vestuario, no es quién protagoniza.
Pregúntense si el amigo que nació en Argentina es un porteño o bonaerense o meramente un judío, en el nombre que le adjudiquen está la cifra y en ella algo que no denominaríamos ignorancia sino el encubrimiento de ese antisemitismo que se sigue portando como un yunque en algunos sujetos.
La dupla Romano/ González Gil cumple con creces. Con creces se aplaude y con creces se reflexiona.
Ficha Artístico/Técnica
Autor: Charles Lewinsky
Versión: Lázaro Droznes
Interprete: Gerardo Romano
Escenografía: Marcelo Valiente
Música: Martin Bianchedi
Diseño gráfico: ENdiseño
Asistencia de dirección: Rubén Cuello
Producción: Pablo Silva
Dirección: Manuel González Gil
Web: https://www.plateanet.com/obras/un-judio-comun-y-corriente
Duración: 70 minutos
Clasificaciones: Adultos, Teatro
CHACAREREAN TEATRE
Nicaragua 5565
Capital Federal - Buenos Aires – Argentina
Teléfonos: 4775-9010
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Web: http://www.chacarereanteatre.com.ar
Entradas desde: $ 250,00 - Sábado - 20:00 hs - Desde el 26/01/2019