Por Teresa Gatto
“Una buena obra de arte puede
y tendrá verdaderamente consecuencias morales;
pero exigirle al artista una finalidad moral
equivale a estropearle su instrumento.”
Wahrheit und Dichtung, Goethe
En un pueblo que puede ser cualquiera del interior de Buenos Aires, reside Medea con su padre. Su madre murió al darla a luz. La joven en esa dicotomía entre niña y mujer tiene sueños que son comunes en esas edades y en esos lares. No son los sueños de Emma Bovary. No es una burguesa aspiracional, es, sólo, una joven de campo que se asombra con lo que todas las de su condición lo hacen cuando algo sale de lo común.
Así le llega el deslumbramiento con ese sujeto que como gran señor es el Doctor Jasón. No hay mediaciones entre la inocencia perdida y el cadalso asegurado.
Medea es tomada por asalto, es violada y embarazada (¿Le suena?) y así es como se desarrolla una puja en la que su cuerpo pierde empoderamiento porque Jasón retorna y la toma por esposa, esposa/ esclava y tienen un bebé más.
Se puede inferir la condición de conocer el final, se puede creer que esta Medea es igual a las otras y que sólo cambia la ubicación espacio temporal. Y es un error. Ella representa a todas las mujeres que hoy engrosan las estadísticas del Feminicidio o de la defensa propia. También es sabido que muchos feminicidas asesinan a los vástagos de sus mujeres para castigarlas en el no retorno de perder un hijo.
Pero esta Medea se hace central porque Acebo y Rivera, sus autores, la incluyen en la periferia con un drama central y no porque tenga su hipotexto de hace siglos, sino porque Medea resuelve a la antigua un conflicto moderno en un no lugar como es cualquier pueblo a kilómetros de Buenos Aires en los que al pasar por la ruta de noche, se ven a lo lejos las luces disimuladas de los antros de prostitución y trata.
Este caso se parece, no hay trata en los términos que ya conocemos pero hay esclavitud, sometimiento, abandono, menosprecio y mucho más.
Florencia Galiñanes, todo cuerpo de Medea, se carga encima de su voz que se flexiona conforme pierde la inocencia y la ilusión y un gran dispositivo audiovisual, la repone, la refleja, la duplica, es una puesta en abismo y además una cámara en streaming la sigue y la refleja. Las paredes de El Arenal son sustancia productiva para el acontecer de nuestra joven, devenida mujer, devenida carne sola, devenida esclava, devenida sierva. Devenida, un modo del tiempo que cuesta comprender salvo cuando es narrado y/o representado porque un destino sólo halla su cuestión corpórea en la narración o representación.
Y el final llega y la guitarra que acompaña todo el tiempo con Maximiliano Pugliese como una parte más del guión u otro personaje y el minimalismo del espacio que la actriz llena por completo, junto a la estupendo diseño de luces de Paula Fraga y el vestuario de Priscila Iaria, que acompaña el minimalismo que pretende que sólo Medea sea el centro, proponen un unipersonal que ayuda a repensar cuándo está llegando lo mejor de nosotres. No es tarea fácil responder. A veces, lo peor puede ser lo mejor, porque las cadenas no son las externas, las que se ven, las cadenas son esas sujeciones invisibles de los sujetos sujetados y condenado a una vida que no sólo ha perdido sustancia, sino que envilecerá a su progenie.
Jorge Acebo con méritos suficientes ya para tratar infiernos de género acierta en la dirección y puesta de este drama que vale la pena indagar.
Ficha Artístico/ Técnica
Dramaturgia: Jorge Acebo, Juan Carlos Rivera
Actúan: Florencia Galiñanes
Músicos: Maximiliano Pugliese
Diseño de vestuario: Priscila Iaria
Diseño de luces: Paula Fraga
Audiovisuales: Nicolás Tete
Cámara: Nicolás Condito
Fotografía: Juli Rodríguez
Diseño gráfico: Maximiliano Pugliese
Asistencia de dirección: Nicolás Condito
Prensa: Marisol Cambre
Dirección: Jorge Acebo
EL ARENAL
Juan Ramírez de Velasco 444
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Reservas: 1526051812
Web: http://www.elarenal.com.ar
Entrada: $ 300,00 / $ 250,00 - Domingo - 17:00 hs
http://elarenal.com.ar/