La Sagradita

 

Selva Palomino escribe La Sagradita y Gilda Bona la lleva a escena en un juego en el que las dicotomías de ayer y de hoy se ponen de manifiesto en torno a un tiempo histórico que no nos abandona. En El Camarín de las Musas, los jueves 20.30

 

Por Teresa Gatto

 

“—Casate las veces que quieras. Para mí, mejor.
Así vas a darte cuenta de lo que has perdido.
Lo que no quiero es que la gente me olvide, Juan.
 No dejés que me olviden”
Santa EvitaTomás Eloy Martínez.

 

Escribo exorcizando demonios ajenos. El teatro me permite esas licencias. ¿Si me escapo del hecho teatral? Puede ser. Pero ¿Quién me va a juzgar? Si en el propio hecho teatral y en éste al que voy a referirme está el objeto de un desvelo: Eva Perón. Objeto de estudio, de investigación, de docencia y también de origen ideológico, para mí es sagrada, es mi Sagradita.

Por eso llego con ansiedad al teatro y con la curiosidad de ver cómo, esta vez, de nuevo, alguien se las arregló para que sin ella haya una obra de teatro, un texto, un hecho artístico que la ponga en escena. Porque muerta está más en el horizonte de expectativas, en las conmemoraciones y en los escenarios que cuando todavía respiraba.

Estamos en la Salta de principios de los 50’ que como hoy no tiene términos medios: los ricos y los pobres. Adela, ricachona y oligarca se juega en el casino del Club 20 de febrero todo y más. Su hija Elena no la conforma, no se le parece, y mucho menos la alegra ese novio del que Adela desconfía, ese tal Mariano, con el que su sagacidad intuye que su fortuna no sólo no aumentará sino que puede diluirse.

Adela, encarnada por Raquel Albéniz es el figurín perfecto del rico como árbol que trata a los pobres como pasto. Es ostentosa, rígida y tiene los escrúpulos de una oruga, Albéniz conoce el juego y lo juega maravillosamente, su acento salteño, su “deber ser” y parecer tan lejos de la bondad.

Elena es frágil, es la chica del folletín, etérea, suave, bella y por supuesto enamoradiza y enamorada. Sentirse querida y aceptada es la quimera de su ser, María Forni se viste de Elena y toda ella es orgánica y querible.

Deshecha su ilusión de que su madre apruebe su casamiento con Mariano a quién Germán Rodríguez compone de maravillas haciendo fluir las ilusiones, se marchan juntos. Un beso sella la huida y es en este momento cuando esa figura mítica entra a jugar fuerte, mucho más que Adela en el casino.

En su estancia en Mendoza los novios/amantes fugitivos conocerán a Paco, el director de una compañía de circo que se está volviendo decadente. Muchos pueblos del interior y una sola figura constante: La sagradita. Paco la conoce, la venera y le inocula a Elena ese amor. Emiliano Díaz compone un Paquito notable.

En Salta las cosas no van mejor, Fany la doméstica tiene el tupé de pedir y Adela tiene contra el vicio de pedir la voluntad de no dar.

Pilares en los que el texto se apoya para configurar modos de ser y de leer el mundo. Y guiños que no es necesario descubrir para disfrutar la dinámica de esta obra que se las ingenia para transcurrir en gran parte de la Patria mientras Eva agoniza.

Todos los hechos comienzan a tomar un tono decadente. Mariano no puede ya ocultar que es un perdedor demasiado vago para no obtener nada que no sea timando. Adela rechaza ayudar a su hija y Paco con su fiel asistente encarnado por Fernando Sansiveri, tiene también su desgracia a las 20.25 del 26 de Julio.

Lo que no cambió ni en el 52’ ni hoy  quedará fijo para siempre. Pero la subjetividad nómade femenina, nómade y permeable sí. Por ello Eva reencarnada aparecerá en muchos lugares hasta el año 2025.

El texto de Selva Palomino está regado de intertextos bien rastreables que conmemoran los principios y los finales de aquella vida.  El circo, Paco, “el simulacro”, las señoras bien de familias mal, Fany, el odio de clase, y muchos otros, conforman una cadena semántica que los Evitistas reconocemos y disfrutamos. El público disfruta y se ríe porque la mortificación del realismo en el texto y en la puesta dirigida con gran destreza por Gilda Bona aciertan de tal modo que a esas marionetas no se les nota un solo piolín. Llevan tan al límite el atribulado ser de sus personajes que rozan la parodia siempre.

Buen diseño de iluminación, vestuario sin fisuras, escenografía que permite una buena dinámica y música que no manipula las emociones, completan esta puesta que no tiene un sólo público como destinatario sino a todos aquellos que anden en busca de buen teatro.


Ficha Artístico/Técnica

Autoría: Selva Palomino: Raquel Albeniz, Emiliano Díaz, María Forni, Germán Rodríguez, Fernando Sansiveri

Diseño de vestuario: Jennifer Sankovic

Diseño de escenografía: Alejandro Richichi

Diseño de luces: Lucas Orchessi

Diseño sonoro: Rolando Vismara

Producción musical: Miguel Brignole

Realización de escenografia: Alejandro Richichi

Música original: Rolando Vismara

Fotografía: Ana Laura Devanna

Diseño gráfico: María Forni

Asistente de producción: Florencia San Martin

Asistencia de dirección: María Chica Serrano

Prensa: Tehagolaprensa

Producción ejecutiva: Anabella Moreno

Producción general: Aurora producciones

Dirección: Gilda Bona

EL CAMARÍN DE LAS MUSAS
Mario Bravo 960 
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4862-0655
Web: http://www.elcamarindelasmusas.com
Entrada: $ 280,00 / $ 230,00 - Jueves - 20:30 hs 

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.