"La rosa del desierto" es una pieza que retoma una serie de mitos y leyendas, como la de Antígona o la flor que evoca el título, y pone en el centro de la escena las poéticas más tradicionales de la llanura pampeana. Escrita y dirigida por Claudia Quiroga, todos los viernes y sábados en Pan y Arte (Boedo 876)
Por Laura Gómez
Hay dos mujeres y una única geografía posible para enmarcar este relato: la pampa. Las tierras yermas, descampadas, ocultan la fertilidad en lo más profundo de sus entrañas, casi como un secreto, como algo que no debe ser nombrado nunca. La música es quien las convoca al interior de un círculo cerrado que las aleja del mundo y las conecta entre sí: una caja y un ukelele bastan para iniciar el recorrido. Su canto despierta el relato, y surgen como pases de magia las palabras de Esteban Echeverría. Pero también aparece la figura de Sarmiento con su célebre consigna: “gobernar es poblar”. Y aquí la dramaturga Claudia Quiroga retruca: si gobernar es narrar, entonces narrar es poblar la pampa de sentido.
Y esto es, de algún modo, lo que ella intenta llevar a cabo a partir de un trabajo artesanal con estos textos, de una búsqueda escénica interesante y un diseño coreográfico que se ajusta a esas necesidades. La rosa del desierto es una pieza que retoma una serie de mitos y leyendas —como la de Antígona o la flor que evoca el título— y pone en el centro de la escena las poéticas más tradicionales de la llanura pampeana. Se inicia con un parlamento a dos voces encarnado por las actrices (Lidia Volpe y Verónica Heguy), que acercan al fogón esas reminiscencias de la literatura nacional, para luego dar paso a la interacción entre Antígona y la noche, dentro de una cosmogonía recreada por los cuerpos y las palabras. En cada una de esas líneas resuena la llanura, la pampa desierta, el río, los páramos sin nombre.
El punto fuerte de esta propuesta es, sin duda, la artesanía con que se ha labrado el texto; cada línea parece haber sido elegida con justicia en pos del horizonte buscado. En el plano musical no se logra el mismo efecto y, aunque no se trata de un elemento esencial, sí se le ha otorgado un rol protagónico a lo largo de la obra y, justamente por ello, merecería algunos ajustes en la armonía de las voces o en el temple de los instrumentos. El trabajo interpretativo de ambas actrices está a la altura de los textos; no se limitan a decir sus líneas, sino que las encarnan de manera convincente y consiguen un buen trabajo corporal con el que terminan de amasar sus personajes.
La rosa del desierto nos arrima mitos y leyendas, nos presenta millones de posibilidades que el lenguaje habilita, enaltece y revaloriza la poesía (la nuestra); nos habla de la condición humana y de la femineidad, del valor de haber nacido mujer; pero también nos habla de la política de ayer y de hoy, de estos y aquellos tiempos, de un pasado que quizás no sane por completo todas las heridas pero sirva para aprender de los tropiezos (o no). Interesante propuesta escrita y dirigida por Claudia Quiroga, con buenas actuaciones, un exquisito trabajo textual y un trabajo sonoro y lumínico que contribuye a poblar de sentido el escenario de Pan y Arte.
Ficha artístico-técnica:
Dramaturgia y dirección: Claudia Quiroga
Intérpretes: Verónica Heguy, Lidia Volpe
Asistencia de dirección: Micaela Arditi
Duración: 60 minutos
PAN Y ARTE
Boedo 876 (Boedo)
Teléfono: 4957-6702
Web: http://www.panyarte.com.ar/
Entradas $200 – Estudiantes y jubilados $180
Viernes y Sábados de julio, 20 hs.