Por Teresa Gatto
" -¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió"
J. L. Borges. La Casa de Asterión
Como esos vértigos impiadosos, la noche tensa suena y el descubrimiento de Beltrán, agazapado detrás de un sillón, es un motivo de festejo para la tía Celia, tan verborrágica, tan familiera, tan feliz que da mala espina.
El caso es que Beltrán desapareció hace tiempo, casi como a El cautivo de Borges, es difícil reconocerlo. Después de todos esos años, más de diez, está cambiado, casi no reconoce la casa pero qué más da. Si todos le dan la bienvenida, si Olinda su mamá está con el anhelo recobrado y su primo César, el que le habla por lo bajo, el que parece dictarle o ser un lazarillo en la oscuridad llena de palabras y acciones toda la escena.
Pero no son una familia normal. Y no hablo de disfuncionalidad. Son una familia de bestias. Por eso el orden los sucesos se altera. Entonces el mejor modo de representar es la ucronía.
La obra es una síncopa teatral. Altera regularidades y tensa hasta los bordes más impensados la cronología de estas bestias. Narrada de forma diacrónica no alcanaría la dramaticidad que posee.
¿Qué pasó con Beltrán hace diez años? ¿Cómo siguió la familia sostenida en el engaño retroalimentado por todos? ¿Quién manda? ¿Olinda la que es capar de disparar? O tal vez, hay alguien más que detrás de una fachada hilarante esconde todo lo que sabe.
Mentir es fácil. Lo imposible es sostener ese trozo de concreto y que amerita más mentiras, delitos y que tarde o temprano cae estrellándose sobre esa familia (?) reunida en la oscuridad de la noche que finalmente dice un nombre, una sola vez.
La escenografía y el diseño de iluminación de Eduardo Pérez Winter son un personaje más en torno a los ocultamientos y develaciones de lo bestial. Y la sala de la calle Boedo le cae pintada a la puesta porque su espacios (afuera/adentro) esconden y revelan. El suéter verde que llevan todos los que viven en la casa menos el recién llegado es signo, indicio y pista y un logro de vestuario de Cinthia Guerra.
Ni la policía, ni el cura del pueblo que quiere mediar, logran que la bestialidad que todos podemos llevar dentro se mesure. La trama es un in crescendo de dramático que sumerge en un suspenso tremendo y que quita el aliento porque son piezas, trozos, des-trozos que el espectador debe reponer. Perotti cuenta lo que deseó contar y libera texto y puesta a estos irremplazables actores: Olinda, en el cuerpo de Silvina Sabater, como Beltrán, Andrés Ciavaglia, tía Celia en la piel de Adriana Ferrer, el primo César por Julián Krakov y el cura, interpretado por Juan Manuel Casavelos para que hagan lo que tienen que hacer: mostrar que el orden de los sucesos no importa. Que la Cronología de las Bestias no se puede contar de modo lineal y mucho menos representarla porque esto es teatro y del bueno y porque finalmente todos ellos bombardean ese castillo de naipes que es la casa familiar y se derrumban en ella para que todo vuelva a comenzar en la siguiente función.
Si quiere saber quién es Horacio, tendrá que asomarse al mundo de lo bestial-humano.
Ficha Artístico/Técnica
Autor: Lautaro Perotti
Intérpretes: Juan Manuel Casavelos, Andrés Ciavaglia, Adriana Ferrer, Julián Krakov, Silvina Sabater
Vestuario: Cinthia Guerra
Escenografía: Eduardo Pérez Winter
Diseño de luces: Eduardo Pérez Winter
Fotografía: Sol Schiller
Asistencia de escenografía: Mauro Gianera
Asistencia de iluminación: Mauro Gianera
Asistencia de dirección: María García De Oteyza, Emilia Rebottaro
Prensa: Marisol Cambre
Producción ejecutiva: Daniela Contreras
Dirección: Lautaro Perotti
Clasificación: Adultos
TIMBRE 4
México 3554
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4932-4395
Web: http://www.timbre4.com
Entrada: $ 250,00 - Domingo - 21:00 hs - Hasta el 23/04/2017
Entrada: $ 250,00 - Viernes - 21:30 hs - Hasta el 30/07/2017
Entrada: $ 250,00 - Domingo - 19:00 hs - Del 30/04/2017 al 30/07/2017