Por Mariu Serrano
Un matrimonio respetable: él, sobrino del Coronel, ella, una bella esposa. Marta (Florencia Naftulewicz) tiene la casa como ocupación; el señor Arizmendi (Emiliano Díaz), su trabajo. Lo único que no tienen es descendencia, y la regla de la decencia dicta que ello es necesario para formar una familia. Tras cinco años de intentos sin fruto deciden recurrir al consejo del tío e inician los trámites para adoptar. Tan bondadoso fue el Coronel, que les recomendó una honrada Fundación que les facilitará el despacho.
Allí se encuéntrala feliz pareja cuando comienza la función. Escritorio mediante, la señora Amalia (Estela Garelli) los mide con imperturbable cordialidad. A cuentagotas, la imagen inicial que, merced al atinado trabajo de vestuario y escenografía a cargo de Cecilia Zuvialde, nos transporta a una oficina anónima de la década del ’70, se va tiñendo de otros condimentos propios de esa Argentina: la moral católica, la entronización de la violencia –siempre y cuando porte uniforme-, y ante todo el apabullante silencio. La llegada del Doctor Palacios (Carlos Kaspar) con su tono campechano y familiar, nos hace olvidar por unos instantes de ese extrañamiento que incomoda. Entre elipsis y guiños, las inocuas cajas que se apilan en el fondo se van llenando de archivos escalofriantes. Entre confesiones inoportunas y complicidades tácitas, los cuatro personajes que habitan el escenario nos desnudan su costado humano.
El texto contempla todos los lados del cubo que componen los personajes, y es en esos cruces donde divisamos sus dimensiones psicológicas. Además de las distinciones obvias (etaria entre el matrimonio y los miembros de la Fundación, y biológica entre los machos rígidos y las hembras frágiles) el contrapunto más interesante, como es de esperarse, está en el cruce diagonal, el del espesor. Tanto cuando Kaspar queda a solas con Naftulewicz, como cuando Garelli sondea a Díaz, se establecen relaciones de poder basadas en la sugerencia. Arriesgando una reflexión sobre la actualidad, puede leerse que la represión somete mucho más cuando se disfraza de venia. Como un anzuelo.
Será el espectro de Inés, la que no debe ser nombrada, aquella que nadie sabe dónde –o si- está, el que se cuele en el tejido de omisiones hasta desgarrarlo. Las vendas se caen y no queda resto de inocencia: podrán cerrar los ojos, pero no olvidar que han visto.
El valor que encierra esta obra es el revisar el Proceso, un argumento tan explorado, desde una perspectiva civil, entendiendo la complejidad humana sin justificarla por ello. En una entrevista a Héctor Levy-Daniel, previa al estreno, detalló algunos pormenores del montaje: desde el ofrecimiento del guión por parte de la misma autora hasta lo arduo de los ensayos, que se extendieron, desencuentros mediante, durante más de un año. Nunca es tarea sencilla volver sobre el horror, pero nuestro derecho a la ficción es también imprescriptible.
Ficha Artístico/Técnica
Actúan: Florencia Naftulewicz , Emiliano Díaz, Estela Garelli, Carlos Kaspar
Diseño de luces: Ricardo Sica
Diseño y realización de vestuario y escenografía: Cecilia Zuvialde
Fotografía: Camila Levy-Daniel
Prensa: Marisol Cambre
Asistente de Dirección: Marina Kryzczuk
Dirección: Héctor Levy-Daniel
Dramaturgia: Susana Torres Molina
Juan Ramirez de Velasco 419 (Villa Crespo)
Teléfonos: 4854-2107
Web: http://www.nunteatrobar.com.ar
Entrada: $ 150,00 - Viernes - 21:00 hs - Hasta el 24/06/2016
Duración: 70 minutos
Kryzczuk
Dirección: Héctor Levy-Daniel
Dramaturgia: Susana Torres Molina