El nuevo unipersonal de Favio Posca conserva el formato de sus anteriores trabajos, tanto en forma como en contenido: un paseo acelerado por una variedad de personajes, entre los que no faltan sus caballitos de batalla como el Perro, Pitito o Mirsha.
Por Mariu Serrano
Fucking Fucking Yeah Yeah es una producción bien ejecutada, con un sólido trabajo de marketing que lo sostiene: un afiche minimalista con un primer plano del protagonista, un título con gancho fácil y una sinopsis que promete adrenalina. Por cierto, no miente cuando dice que el espectáculo: “Es hacer la plancha en la tempestad confiando que el mar te puede sacar.”
El escenario presenta al centro una gran estructura de caños en forma de cubos, que cargan una instalación de cegadoras luces blancas y otra de láseres rojos y verdes que apuntan directo al público. La apertura musical anticipa lo que será una constante durante todo el espectáculo: entre un personaje y el siguiente, el marplatense aprovecha para hacer gala de sus dotes musicales con canciones de su autoría, que van desde la balada al rock, con mucho punch y mucho palo. Complementan estos momentos algunas proyecciones en la gran pantalla al fondo, en la que se replica el armazón metálico, semejando un espacio urbano o de construcción.
Manteniendo su sello personal, encarna distintos estereotipos marginales, descargando en cada escena altísimos niveles de ironía y acidez que coquetean con deslizar un mensaje moralizador, pero que despiertan carcajadas burlonas sin llamar a ningún tipo de reflexión. Un claro ejemplo es la intervención de un pibe villero, compuesto a imagen y semejanza del más cruel estereotipo, con un risible manejo de la jerga y la tonada, que expresa que ricos y pobres tienen a fin de cuentas un mismo dios. Hilando un poco más fino, subyace el discurso contrario: Posca se mofa con cinismo de la desigualdad social, la superpoblación, el hacinamiento y el delito, para concluir con una cumbia mientras en la pantalla del fondo se proyecta una whipala.
Que hasta la más brutal realidad es risible está fuera de discusión. El humor negro genera un goce catártico, y Posca propone algo que va en esa línea, pero no pierde de vista en ningún momento a qué tipo de público que se dirige (en principio, el del teatro oficial, aquel que puede costear una entrada en el Paseo la Plaza). Por ese motivo no se sale de su zona de confort: Posca no sorprende con su lenguaje ni con su desnudo, que anticipa casi al principio de la obra. Se sabe popular, en el sentido masivo del término, y pareciera no necesitar plantearse desafíos actorales. Como bien señalara Georges Balandier en su definición de la función social del bufón: “Rompe con las disciplinas, contribuyendo al mismo tiempo a restaurarlas. Por la vía de lo imaginario y del espectáculo, transforma los factores reales de ruptura en figuras de drama. Se convierte en portador de lo antisocial –lo que lo hace emparentable con la víctima propiciatoria- y en mensajero de contestaciones y verdades inconvenientes. Pero la violencia a la que se libra es paródica y queda desactivada por la hipérbole. (…) Tiene a su cargo el desorden, las turbulencias individuales y colectivas, como el jefe y el sacerdote tienen el orden y la conformidad; y no es sin razones que los tres están obligados a portar una vestimenta distintiva que simboliza sus funciones. "Al bufón se le otorga el lado de lo peligroso, pero a condición de ser él quien lo desencadene. Difícilmente podríamos reconocer en él la prefiguración del revolucionario, ni siquiera del insurgente.” (1)
Con ligeros cambios de vestuario y siempre en un tono rígido y acelerado, el actor nos entrega un compendio de sketchs cómicos por la fuerza de la repetición, la grosería poco ingeniosa y una gestualidad extremada. Se destaca la memoria del intérprete, dado que pasa más de una hora monologando, pero gran parte de su material viene arrastrado de obras anteriores.
La estructura central, que dependiendo de la ubicación del público deja oculto al actor cuando se introduce en ella, actúa como una excelente metáfora de lo que ofrece la obra en su totalidad: una forma dura y fría, hueca por dentro, con una movilidad mínima.
(1) Balandier, Georges. "El poder en escenas. Del poder de la representación a la representación del poder", 1992. Editorial Paidós Studio. Barcelona, 1ra edición, 1994. Capítulo II: El desbarajuste, p. 58.
Ficha Artístico/Técnica
Autor: Favio Posca
Diseño visual: Estudio Lacroix, Sergio Lacroix
Música original: Favio Posca
Operación de sonido: Rolo Biondo
Operación de video: Gustavo Verón
Fotografía: Guido Adler
Asistencia general: Guas Manzanares
Prensa: Javier Furgang
Producción ejecutiva: Jonathan Goransky, Javier Madou
Producción general: Pablo Kompel
Dirección de Producción: Ariel Stolier
Colaboración general: Luisa Cayetana
Dirección musical: Martín Bosa
Dirección: Favio Posca
Funciones
PASEO LA PLAZA Av Corrientes 1660 Teléfonos: 6320-5350 Web: http://www.paseolaplaza.