El cuento de Samanta Schweblin, en la adaptación de Osmar Nuñez y la maravillosa labor de María Nydia Ursi-Ducó, nos deja sin respiro durante esa hora en la buscamos al hombre, el secreto, el porqué y nos vamos sabiendo que no importa, porque ella se instaló en nuestro recuerdo para siempre.
Por Teresa Gatto
¿Un recuerdo es algo que uno tiene o algo que perdió?
Gena Rowlands en “La otra Mujer” de Woody Allen.
La adaptación de una narración para volverla teatralizable es un riesgo que no todos encaran con acierto. Algo del orden de desentrañar la acción que es imprescindible en teatro, no siempre aparece. Este no es el caso, puesto que Osmar Nuñez adapta y dirige esta puesta en la que María Nydia Ursi-Ducó nos deja asombrados, conmovidos, deslumbrados y no porque construya una épica, no, es porque construye una vida, nada más ni nada menos. Esto es mucho más épico que cualquier gesta heroica.
Amanda prepara su fiesta de cumpleaños, es perfeccionista y está ansiosa, Abi, su hermana no llega ni llama. Hace muchos años, cuando Amanda cumplía 8, el festejo de su cumpleaños se vio interrumpido porque Abi se tomó un vaso de lavandina. Ocurre que Abi gustó siempre de llamar la atención.
¿Por eso el recuerdo de ese cumpleaños se desata en éste? O es porque Amanda se ha melancolizado desde aquel día en que su padre, desesperado por llegar al hospital le pidió que se quite su bombacha blanca, nivea. ¡La bombacha! Una violación imperdonable del orden simbólico que será reparada luego.
Es en esa reparación, dudosa, encriptada, también simbólica, en la que Amanda se mece desde el presente hacia el pasado. Entonces, mientras acomoda primorosamente las cosas que preparó para su propio agape, el pasado y el presente se fragmentan e intercalan. Así, María Nydia Ursi-Ducó puede pelearse con los niños de la vereda y volver a escuchar aquellas estrofas de Wait, oh yes wait a minute mister postman, Wait, wait mister postman, Mister postman look and see, Is there a letter in your bag for me. Volver a recordar a aquel hombre que reparó la afrenta de su padre, sin que nunca sepamos sus intenciones. Sólo las reparó y eso es mucho.
Hay un trabajo de dirección de O. Nuñez que logra aprovechar de la protagonista todas y cada una de las ténicas provechosas para una composición interior, de la construcción del ser del personaje que junto a otros signos permiten que el texto que atraviesa el cuerpo, se suelte para siempre porque ya forma parte del instrumento del actor. Así la organicidad alcanza un sostenido que se agradece y la emoción nos entrevera en la historia de Amanda que puede ser severa, obsesiva, niña, inocente, gritona pero por sobre todo: Amanda.
Entonces, enmarcada en la significante escenografía que Alejandro Mateo ideó para ella, que muchas veces la congela en instatáneas difíciles de olvidar, munida de sus binoculares para espiar los aconteceres de la calle, o sacándose el delantal rosa que usó para ordenar la casa, Mateo logra darle un hogar a Amanda que no podría ser de nadie más y Ursi- Ducó lo aprovecha todo porque la adaptación de Nuñez le cae como a medida y ella se empodera de su espacio.
Un hombre sin suerte es una obra excelente, usted lectxr será afortunadx si decide ver esta maginífica puesta teatral.
Ficha Artístico/Técnica
Autoría: Samanta Schweblin
Adaptación: Osmar Nuñez
Actúa: María Nydia Ursi-Ducó
Músicos: Marcelo Andino, Jorge Blues Guerrero, Julieta Milea
Vestuario: Alejandro Mateo
Escenografía: Alejandro Mateo
Diseño de luces: Cristina Lahet
Producción musical: Julieta Milea
Realización escenográfica: Los Escuderos
Realización de vestuario: César Taibo
Fotografía: Andrés Eraso
Diseño gráfico: Gustavo Reverdito
Asistencia de dirección: Paloma Santos
Prensa: Laura Brangeri
Producción ejecutiva: Mónica Benavidez
Dirección:Osmar Nuñez
ELKAFKA ESPACIO TEATRAL
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