Mariu Serrano estuvo presente como militante y como crítica en el 30 ENM que se llevó a cabo en Mar del Plata, el 10, 11 y 12 de octubre pasados. Su militancia y sus coberturas se vieron intervenidas por balas de goma, gases y una profunda desazón. Esta revista está hecha por mujeres en su mayoría y hombres que probadamente desdeñan la violencia de Género en todas sus formas.
Por Mariu Serrano
Ahora que el humo bajó, que mis dedos vuelven a estar dispuestos a escribir, me atrevoa trazar algunas líneas acerca de lo que viví en la marcha del 30º Encuentro Nacional de Mujeres, y las reflexiones que me despertó de cara a las elecciones presidenciales.
Los datos, al principio difusos y contradictorios, se fueron esclareciendo en el curso de la semana, pero eso no bastó para sacar al movimiento feminista de la mira. La cantidad de buzones -frutos de la equivocación, ignorancia, malicia, omisión o exageración, según el caso- que se han vendido en las redes y medios son espeluznantes. Por lo menos para mí, que estuve ahí, en ese Encuentro, en esa marcha, en el umbral de esa catedral. No quiero hacer alarde de activista, tampoco me voy a detener a refutar uno por uno los ataques ni a dar cátedra sobre la trayectoria del feminismo en nuestro país: una rápida googleada será más elocuente que mi pluma digital. En todo caso expondré una preocupación personal, que excede con creces el territorio marplatense y el escrache que ejercimos.
Casi por incidente
La noche del 12 de octubre marchamos como todos los años, recorrimos cuarenta cuadras de la ciudad cantando nuestras reivindicaciones y reclamos, y desembocamos en la Catedral, donde se ofició el tradicional escrache. De la columna original que comenzó la procesión, una porción importante se desdobló antes de llegar a destino porque no querían formar parte de la última manifestación. De más está decir que de las sesenta y cinco mil personas que se acercaron al Encuentro, no todxs tenían un aerosol en la mano esa noche, y que si el leit motiv de la protesta hubiera sido la destrucción del balneario, el destrozo hubiera sido bastante más imponente que unos graffitis y un poco de basura en las escaleras de la iglesia. El feminismo es heterogéneo y horizontal; su característica principal es la coexistencia de numerosas corrientes internas, que difieren tanto en lo teórico como en los modus operandi.
En las marchas de cierre se conjugan tanto la alegría como la rabia, es una descarga colectiva y liberadora que contrasta con la plena conciencia de nuestro sometimiento. Nos rebelamos frente a esa herencia cultural que nos encuadra, nos sensibilizamos con los crímenes que diariamente se cometen, con y a pesar de todo ese dolor tejemos una gran red donde nos afirmamos mutuamente.
Al llegar a destino encontramos el panorama habitual: un cordón de católicos fervientes oraban frente al portón, ensimismados, sin dirigirnos una sóla mirada. Arremetimos con un furioso “Iglesia, basura, vos sos la dictadura”. Hasta aquí, nada nuevo. Lo que no sabíamos era que en Mar del Plata la derecha golpea bien fuerte, y que de la mano de Carlos Pampillón, un grupo de jóvenes skinheads nos estaba esperando.
Algunos lo escoltaban en la catedral, pero otros marchaban encubiertos. Nos sacaron fotos, nos “ficharon”, nos tendieron una trampa. En la contratapade Horacio Verbitsky del 18 de octubre podrán encontrar un video donde se ve a las claras cómo Pampilón (buzo gris) y su tropa derriban por dentro las rejas. Mientras los infiltrados revoleaban piedras y botellas, los anfitriones de la ciudad esperaron a que se acercara un grupo reducido de nuestras compañeras, que quedaron completamente expuestas para cuando entraron los uniformados.
Patria potestad
Pampillón, fornido y deleznable, es líder del Foro Nacional Patriótica (FoNaPa), es partidario de Alejandro Biondini y Carlos Arroyo (candidato a intendente de Mar del Plata por Cambiemos). Tras irrumpir en sesiones del Concejo Deliberante local, el 2 de noviembre de 2014 fue declarado como persona non grata en todo el Partido de General Pueyrredón.Fue procesado en junio del corriente, sospechado de haber organizado un ataque al Centro de Residentes Bolivianos de su ciudad. En marzo recibió una denuncia de la organización de Ateos de Mar del Plata, defensores de la apostasía colectiva, según la cual habrían recibido de él un saludo nazi y amenazas de muerte.
En los últimos años ha reclutado un grupo de jóvenes de los barrios periféricos, a quienes entrena en las disciplinas de kick boxing y lucha libre. Suman alrededor de 50 y tienen dos gimnasios a su disposición, uno ubicado en el barrio San Martín y otro pasando el puerto. A esta instrucción le sigue un aleccionamiento de férreo catolicismo con tendencias ultra nacionalistas y xenófobas. Convencidos de su “deber patriótico”, manifiestan un agresivo desprecio hacia quienes no se ajustan a su cosmovisión, al punto de estar relacionados con el asesinato de una chica trans.
Los amigos de Pampillón . Fuente: elargentinomardelplata.infonews.com
Más allá de este personaje nefasto y su fuerza de choque, la táctica de la infiltración es una práctica común de la policía: hace ingresar a civiles en una manifestación, que efectúan el primer ataque y se dispersan, dándoles la excusa perfecta para entrar en acción. Dos ejemplos fueron la represión a lxs estudiantes de UBA frente a la Asamblea Universitaria del 2009 y el desalojo de la Sala Alberdi en 2013.
No hay excusas para la violencia, pero es perversamente ingenuo no reparar en el desbalance de fuerzas. Nosotras éramos muchas, de hecho, éste fue el Encuentro más masivo desde sus inicios (allá por el ’86, con la asistencia de mil mujeres). Muchas y organizadas en defensa de aquello que consideramos un derecho: el aborto legal, seguro y gratuito, y la declaración de emergencia nacional en cuanto a la violencia de género. Por supuesto que las tres jornadas de talleres-debate abarcaron muchísimos más tópicos, pero las consignas de la marcha se reducen a lo urgente. Tan sólo en la semana del ENM ocurrieron 9 femicidios en nuestro país, siendo uno de ellos el de Diana Sacayán, histórica referente de la lucha trans.
Como toda respuesta recibimos gas pimienta y balas de goma. Tres de nuestras compañeras fueron arrastradas dentro de la catedral, esposadas y retenidas durante varias horas. Más tarde fueron trasladadas a la comisaría, en una clara muestra de la connivencia entre la gente de Pampillón, la Iglesia y la municipalidad de Mar del Plata, que dio la orden de reprimir. Una asamblea de mujeres se reunió en la plaza esa medianoche, y acompañadas por una decena de abogadxs lograron la pronta liberación de las detenidas. Afortunadamente las cosas no pasaron a mayores, mas se ha sentado un penoso antecedente que es, por lo menos para mí, un presagio.
La tapa del lunes de La capital, diario marplatense, tituló: “Incidentes tras la marcha de mujeres”, y al lado “Scioli dijo que se incorporarán 300 efectivos a la Policía Local”. Lxs comunicadorxs tienen esa varita mágica que convierte la represión premeditada en un “incidente”, que hace foco en la fila de policías antes que en las treinta cuadras llenas de gente movilizada, que insufla el temor del conservadurismo para aplacarlo con una promesa de mano dura. Ahora bien, ¿qué pasa si nos corremos de este escenario particular y lo trasladamos al contexto nacional?
Democracia no es libertad
Soy hija de la democracia. Durante los saqueos de la crisis era apenas una niña que acompañaba a su madre al club del trueque, y no dimensionaba el sacudón interno que sufría el país. “Cinco presidentes en una semana” es hoy un hito tan liviano como una anécdota, un paisaje surreal que asombra pero resulta inconcebible. Luego vino la estabilidad, tanto política como económica, y una nueva corriente política que, con todos sus bemoles, instaló un nuevo modo de proceder frente a las manifestaciones populares. Al menos discursivamente, ya que represiones y asesinatos por gatillo fácil hubo montones. Basta recordar a Carlos Fuentealba, a Mariano Ferreyra, a los muertxs del Indoamericano (Bernardo Salgueiro, Rosemary Chura Puña y Emilio Canaviri Álvarez), a las puebladas contra el fracking y la megaminería del 2012 en Catamarca, a la reforma Blumberg y su fatídica Ley Anti Terrorista, y la lista continúa. A escenarios y reclamos diferentes, la misma respuesta: un cordón de escudos, bombas de gas que desgarran la manifestación, detenidos a montón sin un motivo legítimo y, en los peores casos, una bala que pone fin a la lucha. En ningún caso se tuvo reparo sobre el derecho a la protesta.
Entendí temprano que democracia no es sinónimo de libertad. Que prosperidad económica no es sinónimo de equidad social. Que el olvido es carnívoro y maquilla las cicatrices: más de unx que empuñó su cacerola hoy cobra un sueldo digno y mira con desdén a la clase baja. Como si aquellos años de hambre hubieran sido una circunstancia desafortunada nomás, como si la pobreza se debiera a la pereza, como si la protesta organizada no fuera más que un impulso adolescente que sólo quiere molestar a lxs laburantes cortándole el acceso a la capital. Bajo esa óptica, quienes nos manifestamos merecemos recibir una buena dosis de mano dura. Y cuando el brazo armado del Estado opera, no es represión sino apaciguamiento. Lxs que desacatamos estamos desquiciadxs, somos destructivxs, somos peligrosxs. Cualquier reminiscencia a la teoría de los dos demonios, no es pura coincidencia…
A pocos días de las elecciones que definirán al próximo presidente de la Nación, me aturde pensar que los únicos tres que tienen chances reales de quedarse con el puesto, por más esfuerzo que hagan en tratar de distinguirse de sus contrincantes, coinciden en la simiente: su gran preocupación por la “inseguridad”, ese virus que emponzoña a nuestra sociedad, que sanarán con el infalible remedio de la policía. Hemos visto surgir en el curso de los últimos años, como de un repollo, numerosas fuerzas locales compuestas mayormente por jóvenes que, con aproximadamente dos meses de formación previa, recibieron un arma y fueron puestos en la calle para “proteger” a sus conciudadanxs.
El aparato represor no ha cambiado un ápice, sólo aumentó sus filas y estrenó uniformes. Nuestra policía es tan corrupta como antaño: levanta perejiles para endilgarle causas o pasearles por calabozos, conoce el circuito narco y en vez de cazar peces gordos se desquita con lxs adictxs, colabora con las redes de trata, persigue a las prostitutas y muele a palos a los travestis. Mientras tanto, las cárceles se llenan de reincidentes funcionales y en los barrios más de un pibe transa con la policía para hacerle el trabajo sucio. Si no lo hiciera, ya es bien sabida la historia de Luciano Arruga.
Sin caer en un absurdo fatalismo, diré que el panorama me resulta muy lamentable. Un enorme sector de nuestra sociedad se indigna más por ver mujeres en tetas mientras que no se le mueve un pelo frente a los tiros que recibimos. Un enorme sector de nuestra sociedad está convencido de que la vuelta al neoliberalismo es un horizonte esperanzador. Un enorme sector internaliza el miedo y compra seguridad.