Por Beatriz Vanella
“Por mi parte, había tomado la firme decisión de no quitarme la vida pasara lo que pasase.
Quería ver todo, vivirlo todo, experimentar todo, guardar todo dentro de mí.
¿Para qué, puesto que nunca tendría la posibilidad de gritar al mundo lo que sabía?
Sencillamente porque no quería desaparecer,
no quería suprimir al testigo en que podía convertirme”
Hermann Langbein
Dice Giorgo Agamben[i] : “En latín hay dos palabras para referirse al testigo. La primera,tesis, de la que deriva nuestro término “testigo”, significa etimológicamente aquel que se sitúa como tercero (terstis) en un proceso o un litigio entre dos contendientes. La segunda, superstes, hace referencia al que ha vivido una determinada realidad, ha pasado hasta el final por un acontecimiento y está, pues, en condiciones de ofrecer un testimonio sobre él”.
Testigos que dejan su mudez para narrar y representar aquel horro de de los años negros de la Argentina, siempre hay que volver a narrar mil veces lo ya narrado para que que el olvido no lo devore.
¿Qué nos sugiere una habitación vacía en donde dos muñecas esperan detenido el tiempo en ese instante de la realidad que cambió para siempre?
A partir de estas imágenes Mariana Mazover elabora un texto maravilloso que eleva a estas muñecas al nivel de sujetos testigos y narradores de un acontecer que nos involucra como sociedad.
La gran aporía es cómo “ellas” hacen significar la ausencia de los habitantes de una casa, de su dueña o su mamá, cobrando voz, dando su testimonio, primero como entre ante el estupor de estar convertidas en olvido y luego haciendo valer cada palabra oída.
Una historia que nos duele, que nos hace cuestionarnos como ciudadanos, como hermanos, padres, hijos, amigos. ¿En qué posición estamos frente al horror, que no es sólo nuestro, que nos viene como bagaje de toda la humanidad. Desde antes de ese testigo privilegiado que es Primo Levi y que Agamben retoma para narrar ese fracaso de la modernidad que fue el nazismo. Y que, inefable, regresó con formas sofisticadas, arrasando familias, vidas, historias y dejando solos a los juguetes para los cuales Utopía y Etiopía son lo mismo, están siempre tan lejos, que como decía el poeta nos ayudan a seguir caminando.
Dirigidas por Mariana Mazover, se lucen en el escenario Carolina Setton y Gabriela Julis en los personajes de “Brumaria” y “Germinal”, la escenografía e iluminación bien puestas de Félix Padrón, impecables el vestuario de Pía Drugeri y el maquillaje de Ana Pepe.
ETIOPIA, un viaje que se emprende con amor desde la Memoria cuyo puerto deberá ser la Justicia para que no haya Olvido.
Ficha Artístico/Técnica
BRUMARIA: Carolina Setton
GERMINAL: Gabriela Julis
Dramaturgia y Dirección: Mariana Mazover
Vestuario: Pía Drugueri
Maquillaje: Ana Pepe
Asistencia de Dirección: Carolina Mazzaferro
Prensa: Carolina Castro – Malena Schnitzer
[i] Agamben Giorgo, Lo Que Queda de Auschwitz. El Archivo y el testigo. Homo Sacer III, Pre-Textos. Cap. 1. Valencia, 2000