Corazón delator...el cuerpo del delito



El cuento de Edgard Alan Poe, adaptado por Facundo Rubiño, cobra una fuerza escénica inusual por el montaje, las actuaciones y la música por la sincopa que aloja el ritmo en un devenir frenético ideal para esta obra. Los domingos a las 17 y 18 hs. en La Casona iluminada

Por Teresa Gatto

"Y aún el cuervo inmóvil, fijo, sigue fijo en la escultura,
sobre el busto que ornamenta de mi puerta la moldura...,
y sus ojos son los ojos de un demonio que, durmiendo,
las visiones ve del mal;
y la luz sobre él cayendo, sobre el suelo arroja trunca
su ancha sombra funeral;
y mi alma de esa sombra que en el suelo flota... nunca
se alzará..., nunca jamás!" 

Edgard Alan Poe- El cuervo-

 

La sala y una tarima, en el escenario los músicos. Corazón delator, corazón revelador, la puesta dirigida por Facundo Rubiño está por comenzar. Es una arriesgada y lograda adaptación de El corazón revelador de Poe. ¡Justamente este cuento en teatro!

The Tell-Tale Heart, publicado en por primera vez en 1841, conocido también como El Corazón Revelador, es una de las piezas de terror psicólogico más acaba de la narrativa mundial y de la de Poe en particular que siempre indagó los umbrales de conciencia, de sensibilidad, el espanto ante la muerte y, por supuesto, la muerte como “otro” estado en que no todo ha terminado. El hallazgo de Facundo Rubiño como guionista, adaptador y director, que lleva este trabajo a una puesta en escena impecable, es haber intervenido la obra con la aparición de personajes no tan impersonales como los del cuento y haber hecho que la música opere como uno más de ellos. En efecto, la música de cuerdas presente toda la obra aporta los clímax adecuados y coadyuva a que ese insoportable corazón de la alucinación del empleado lata con una fuerza inusitada.

Pero vayamos por partes, de pronto en un espacio vacío en que centralmente se sitúa una tarima, aparece él, Enrique Dumont, raramente haya un espectador que no sepa que él es loquito. El tipo que pierde el juicio.  El  ojo abierto y celeste del viejo, el ojo que nunca se cierra, el ojo que mira, aunque no ve, es una excusa, podría haber sido otra cosa. Lo interesante es el mecanismo narrativo llevado a escena, el procedimiento a través del cual una Short  Stories de este calibre toca puntos tan sensibles y precarios como el límite entre la cordura y la sinrazón.

Entonces, él nos cuenta su plan, sus días previos, la obsesiva inclinación a no tolerar más ese ojo vigilador, las emociones  juegan a la escondida. ¿Quién gana? Adivine.

Así, el lector se convierte en espectador, ya no necesita imaginar el rostro del empleado porque está allí dispuesto a que seamos sus cómplices para todo y que mudos asistamos a los hechos.

La destreza de Dumont lo coloca cerca, muy cerca de sus destinatarios, interactúa con el público a punto de entregar la bolsa a uno de ellos y cuando éste presto se anima a tomarla le dice “perversito”.

Porque no hay quien se resista al verosímil que Poe armó hace casi un siglo y que Rubiño revitaliza con esta puesta en escena.

No se nos ahorra nada, su estado, su plan, los días previos, su inconciente habla, farfulla, murmura y su cuerpo que no tiene descanso alguno es usado como el instrumento ideal no sólo del actor, sino del ser de su personaje. Y allí emergen el bien y el mal. La mezcla de Poe/Rubiño ha sido eficaz de nuevo, no está totalmente loco, es un psicópata. Y cómo tal, ejecuta a la perfección su deseo, coloca a cada uno de los personajes de la extraescena, como al viejo en su lugar. A  los detectives, sobre el cuerpo del delito, ese cuerpo que la tarima abierta con forma de féretro oculta bajo el piso de madrea. Allí estarán sus sillas cuando lo interroguen, porque se vanagloria de su inteligencia, es astuto pero el inconciente, le juega una mala pasada. Y no es justicia poética, lejos de esa situación esta Poe y también Rubiño. No, mil veces no, el asesino tiene todo planeado salvo…

La guitarra, el contrabajo y el violín son también personajes, pueden ejecutar acciones, marcar ritmos cardiacos, hacer stop e intensificar cada tramo de la vivencia del pobre tipo que desea que lo que le molesta en este mundo desaparezca.

Lo que molesta a los enajenados jamás desaparece, en su infinita obsesión regresa, como latido, como quejido, jadeo. Y el tiempo del siniestro, puede pasar y pasar, el reloj de arena puede marcar semanas, meses o años pero ellos, enérgicos y obstinados, siguen anclados en su alucinación. Los hay en la realidad, pero son mucho más atractivos en la literatura o en el teatro, podría jurárselo ante un tribunal.

Rubiño y equipo clausuran la respiración normal de la platea y la trocan en ansia de la expectación ¿O no es acaso eso lo que buscamos en el teatro?

Ficha Artístico/Técnica

Intérpretes:Enrique Dumont, Cehache Respira, Facundo Rubiño
Músicos:Antonia Bustamante, Ramiro Cortez, Lionel Mórtola
Diseño de luces: Facundo Rubiño
Música original:Jorge Soldera
Fotografía:Nacho lunadei, Paz Zaina
Diseño gráfico:Wallas Ayala, Nicolás Deshusse
Asistencia de dirección: Juan Cruz Barrás, Guido Granatti
Coreografía:Ramiro Cortéz
Dirección musical:Jorge Soldera
Dirección:Facundo Rubiño

Este espectáculo forma parte del evento: Teatro Bombón Festival Permanente de Obras Cortas: V Edición

LA CASONA ILUMINADA
Av. Corrientes 1979
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4953-4232
Web: http://www.facebook.com/lacasonailu

 

Festival: $ 80,00 - Domingo - 17:00 hs y 18:00 hs - Hasta el 12/07/2015

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.