Familia Vancini y Antonia su mujer



La obra escrita y dirigida por Omar Aita logra con un humor ácido, reflexionar, desde el grotesco, acerca de los sueños posibles y los insostenibles.

Por Teresa Gatto

“Me hubiese sido necesario un poco de estímulo,
 un poco de cordialidad que me allanara el camino;
 en cambio tú, me cerrabas el paso,
Indudablemente con la buena intención de desviarme hacia otro.
 Pero yo no servía para eso”

Carta a su Padre. Franz Kafka

Existe, desde hace tiempo, un modo de denominar ciertas tensiones que ocurren no sólo en la ficción teatral sino en la cinematográfica. Así, “familia disfuncional” parece, entonces, un tópico cristalizado del que no hay que explicar nada.

Sin embargo, esa disfuncionalidad, puede deberse a múltiples factores y la elección de la estética para darla a la representación, también cuenta. No hay escisión entre tema y género o subgénero.

En el caso que nos ocupa, Familia Vancini y Antonia su mujer, se impone deconstruir, desde el título. Ese modo de nombrar como si la mujer no fuera parte de la familia y que a la postre tiene un conector (su) da cuenta de dos segmentos. Por una lado una familia y por otro la esposa del Sr. Vancini. Pero ella parece un agregado o mejor, un “otro” que no está en el mismo registro.

Antonia, en una excelente labor de Cecilia Tognola, no está definitivamente en el mismo registro, ella está en una suerte de obsesión por derribar la tiranía de Vancini, pero es muy sutil, enmascarada en una supuesta alienación, su personaje es absolutamente disruptivo, maneja una gestualidad desbordante y sólo emitirá un sonido poético cuando le escuchemos la voz. Cada gesto violento produce hilaridad en el espectador.

Los Vancini, así aglomerados, tengan parentescos cercanos o políticos, son tan diversos como cada sociedad, son una microsociedad. Con sus avatares de desintegración, de ruptura del tejido más primordial. Son asfixiados por papá Antonio, encarnado con solidez por Marcelo Sánchez, que tiene un objetivo claro y contundente, tan contundente que Titi, en una acertada composición de Sabrina Lara, se desdobla por cumplir la Ley del Padre y Águila que ya no vuela, en la piel de Hernán Vázquez (de gran labor) también debe desdoblarse entre lo que siente y lo que debe.

Ese sótano tan bien delineado por Carlos Di Pasquo, alberga de modo triangular, los deseos y decepciones de todos. Allí radica la disfuncionalidad. Vancini, como decía Borges de Carlos Argentino Daneri, es autoritario pero ineficaz, porque siempre hay un grito de libertad ahogado que termina siendo proferido como sea. Y si Beta (eternamente embarazada y a punto de parir) en un gran trabajo de Noelia Vittori, depende de la atención de su esposo Manguera, bien interpretado por Leandro Aita, que no consigue esos incunables que Antonio necesita para su prototipo, ella se frustra porque a la postre todos dependen del sueño de Antonio. Y este, es incumplible. No porque existan sueños que no se cumplan o deseos que se desvanezcan, sino porque ese es “su” sueño y las vidas de los Vancini propios y ajenos, se dirimen en otros sueños. Toda sujeción termina siendo derribada más temprano que tarde.

El guión de Omar Aita y su acertada dirección, construyen un verosímil que pone el foco en la intimidad de ese sótano/bicicletería, con extraescenas que vienen de la salida a la luz de Manguera. Y esa luz, es la que todos desean alcanzar para soñar sus propios sueños. La disfuncionalidad de los Vancini no escapa a la disfuncionalidad social, a la frustración del no ser, de no llegar, de no poder y deja librada a la locura, la libertad posible.

De modo que narrar en clave de grotesco, con humor negro y acciones de enorme organicidad, toda vez que hay mucho de teatro físico en la puesta de Aita, resulta conveniente a la historia y a los personajes que, a punto de perderse, dependen de la menos pensada (en todo sentido) para buscar un camino.

Las familias pueden ser disfuncionales por múltiples motivos, Los Vancini, son víctimas de eso que se llama exclusión que es más potente que una epidemia cuando arrecia sobre los que poco tenían y mucho perdieron. Muy buena experiencia para comprender que algunos tópicos no necesitan del realismo.


Ficha Artístico/Técnica

Autor: Omar Aita
Intérpretes Leandro Aíta, Sabrina Lara, Marcelo Sánchez, Cecilia Tognola, Hernán Vázquez, Noelia Vittori
Vestuario: César Drago
Escenografía: Carlos Di Pasquo
Maquillaje: Maite Benavidez, Natalia Rodriguez Besel
Diseño de luces: Pedro Zambrelli
Diseño sonoro: Martina Vior
Fotografía: Michel Marcu
Diseño gráfico: Sabrina Lara, Noelia Vittori
Asistencia de dirección: Myriam Selhi
Prensa: Silvina Pizarro
Dirección: Omar Aita

Funciones: Domingos a las 20:15 y Martes a las 21:00
Hasta el 12/10/2014
Entrada: $ 100,-

CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543
Ciudad de Buenos Aires – Argentina
Tel.: 5077-8000 int 8313
http://www.centrocultural.coop

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.