El Ángel de la Culpa



La obra de Marco Antonio De La Parra encuentra en la interpretación de Osmar Núñez, con la precisa dirección de Dora Milea, un grado de teatralidad desbordante.

Por Teresa Gatto

“La pulsión de la verdad sobresalía en él del hervidero de sus otras pulsiones,
adormiladas por la urgencia imposible del conocer”
La pesquisa- Juan José Saer

 

Un cuarto. Una cama desordenada. Un cadáver que no vemos pero está allí como referente continuo de lo que el detective encarnado por Osmar Núñez investiga. En silencio, sobre la cama y a medio vestir, un joven, presumiblemente el asesino, pasará 67 minutos de los 70 que dura la obra, sin decir nada. Él es Walter Bruno. Su cuerpo se contorsiona, su nerviosismo crece, su silencio impera sumergiendo el grito.

La presencia del detective que, clásico en sus signos de vestuario y lenguaje pero absolutamente inusual en el derrotero de “su” intento por llegar a una “verdad”, siempre merodea las razones del crimen y siempre difiere sus conclusiones. No hay una sola verdad. No existe un sólo crimen.

La historia parece la de un policial negro. Reitero: crimen, secreto, investigación y si es posible restauración del orden. Pero afortunadamente como un rizoma se dispersa en otra historia. En la del acusador.

De este modo y con un gran trabajo de dirección, Núñez pivotea desde la circulación permanente con la que acecha todo,  hasta una posición quieta demarcada en un círculo perfecto que podría ser parte de la alfombra. Cuando se posa en ella, es capaz de ser el mastín más temerario que un delincuente pueda enfrentar. Pero cuando circula, algo de su interior torturado por su propia culpa troca el orden de la historia y torsiona su gesto, su voz y el ser integro de su personaje.

El acusado es el partenaire ideal para que una lluvia ácida de verbos, sustantivos y adjetivos que toman el modo del prejuicio se propaguen sobre él, que, turbado y alcanzando niveles de angustia terribles sólo se limita a pequeños movimientos. ¿Está dominado por el miedo? ¿Por la culpa? ¿Por el destino que le aguarda? O, tal vez cuando pueda encontrar la fisura por la que filtrar su verdad se sienta liberado para siempre. No importa porque la verdad está en otra parte.

La verdad es un “no lugar" en la obra de De La Parra que Dora Milea dirige con precisión para que Núñez brille al máximo explotando todos los recursos de esa soledad a la que son arrojados los personajes como el de él: sin piedad ni red a la exhibición de la miseria ajena, a la introspección de la propia. Al grito sobre el otro que ya está condenado per se, al aullido interno de la propia condena que, sigilosa carcome la carne, la mente y se devora todas las explicaciones porque las pulsiones regresan y se presentifican y no es sencillo representarlas, narrarlas. Porque aunque ellas justificaran algo, de antemano se sabe que no. Que no hay chance de justificar, tal vez de comprender.

Lo cierto es que Núñez alcanza niveles de teatralidad de una realización perfecta y en este momento y a riesgo de caer en una subjetividad imperdonable,  no sé quién podría llevar adelante su rol como él lo hace.

Un ángel puede ser la otra cara del demonio, un ángel puede ser el salvador de otro o de sí mismo, un ángel puede ser el mediador de la culpa ajena y el poseedor de todas las que lo vuelven humano.

Enorme trabajo de equipo que permite que los actores hagan temblar a la platea y que como es costumbre resuelve la escenografía con un impecable diseño de Alejandro Mateo que a la postre es idéntica al plano del espacio escénico.

El Picadero es un teatro ideal para asistir a esta obra que parece un policial negro y es otra cosa en la que el espectador se involucrará tanto o más que si estuviera buscando a “varios” asesinos.

 

Ficha Artístico/Técnica

Autor: Marco Antonio De La Parra
Intérpretes: Walter Bruno, Osmar Núñez
Escenografía: Alejandro Mateo
Diseño de luces: Leandra Rodríguez
Realización de escenografía: Manuel Escudero
Música original: Julieta Milea
Fotografía: Akira Patiño
Diseño gráfico: Javier García, Diego Medvedocky
Asistente de producción: Andrea Giglio
Asistencia de dirección: Andrea Giglio
Prensa: Simkin &Franco
Dirección: Dora Milea

Duración: 70 minutos

Teatro El Camarín de las Musas
Mario Bravo 960 
Funciones: viernes  a las 23 hs y  domingos a las 18hs 
Informes: 4862-0655
Entradas: $120 en el teatro
contacto@elcamarindelasmusas.com
http://www.elcamarindelasmusas.com/

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.