Vegetal, el latido continuo

 

La obra escrita y protagonizada por Claudio Pazos y dirigida con enorme acierto por Pablo Razuk, regresó al Korinthio Teatro para mostrar una vez más lo que puede la suma de talento y trabajo.

Por Teresa Gatto

"Sin despertar es como te atarás,
si no comprendes tus ojos brillarán
solo brillarán”
Luis Alberto Spinetta

Rumores de canciones de Julio Iglesias. Tan suaves que el kitsch no molesta. Provoca diversión. Él, Julio, claro, todo de blanco, en el centro de la escena. Se llama Julio, lo he dicho, pero él lo explica, es por la admiración que su padre tuvo siempre por Julio Iglesias. El padre hace la Ley dicen los analistas. Charly García replica “los analistas no podrán entender, ya no sé bien qué decir, ya no sé más que hacer, todo el mundo loco y yo sin poderte ver”. Pronto Julio tampoco podrá ver.

Tanta es la simbiosis que él se narra como si fuera Julio, y no sólo se narra, se para, canta y se representa. 

Estamos ante un trabajo enorme, otra vez, de Claudio Pazos, que se pondrá en la piel de Julio, de su padre, de su hijo pequeño y de la enfermera y desde la extra escena será su madre, su ex mujer y así hasta el infinito. Luego, con el paso del tiempo, en todos ellos más sabios o más libres o menos hipócritas.

El unipersonal puede ser mágico o desafortunado. Cambiar de rol en segundos con lo que ello conlleva: vestuario, voz, organicidad corporal, torsiones del ser del personaje, está reservado a unos pocos. Pero siempre hay dos categorías fundantes en el trabajo de un solo sujeto en el escenario: talento y trabajo. Y ese trabajo que se ve en escena, tiene muchos hacedores detrás. En este caso la precisión de la dirección es fundamental porque Pablo Razuk, quien lleva adelante esta tarea, se adhiere a un modo de trabajo que Pazos tiene hace años, la mutación y el cambio en escena son un sello inconfundible de su labor de actor pero le aporta una mirada imprescindible, toda vez que se encuentra frente a un actor que escribió su texto.

Aquí, resulta pertinente expresar que, si un autor es el dueño de un texto, no lo es de su sentido. Lanzado al mundo de la recepción, un texto dramático tendrá tantas reposiciones del mismo como receptores lo reciban. Pero es ineludible que la mirada de la dirección categoriza acciones, rotaciones, puestas de sentido y objetivos que son ineludibles elementos de mediación entre lo representado y lo recibido.

Así, el padre de Julio, su hijo pequeño, luego, su hijo adulto y libre, las voces de su ex mujer que tal vez en la superficie haya provocado ese estado Vegetal que lo mantiene postrado pero latiendo, está allí en el centro de la escena siempre. Postrado ¿Sin ver? ¿Sin oír? ¿Sin sentir? No sabemos nada. Nadie lo sabe. ¿Y si ser Vegetal es un modo de protegerse? ¿Y si después de tantas manipulaciones, falsedades, omisiones y engaños el entrar en estado vegetativo fuera un modo de hibernación saludable para todos?

Porque conforme transcurre la obra y Claudio Pazos se convierte en todos y cada uno de los que hacen su catarsis del pasado y del presente y hasta del futuro, con broma, ironía, sin apelar al chiste sino más bien construyendo el humor de una obra que bajo la piel y en estado latente y vegetativo muestra un rostro del drama pero la sensación final es que Julio, el que está vestido de blanco, habla un castizo perfecto y se apropia de la vida del otro Julio, el del pop latino edulcorado, ese que reza “si me dejas no vale”  aquí vale, dejar todos y cada uno de los mandatos, de las obligaciones y traiciones y ponerse a vegetar, saludablemente vegetando, es un modo de decir si los dejo si vale.

Porque el dispositivo narrativo del texto dramático es absolutamente funcional a los cargos y descargos de los que amaron (¿?) a Julio y cuyo cuerpo suave, relajado y silente les permite narrar sus propias existencias, amparados en el silencio supuesto del vegetal.

Imperdibles trabajos en los que los diseños de vestuario y escenografía, a cargo de Jorge López, el fundante rol sonoro a cargo de Ronny Keselman y la magnífica actuación de Claudio Plazos de la mano de Pablo Razuk, entregan una hora de teatro puro, límpido y transparente como el blanco del traje de Julio, el hospital y cada signo que muestra que una vida se puede poner en blanco para escribir sobre ella una y otra vez.


Ficha Artístico/Técnica

Autor e Interprete: Claudio Pazos
Vestuario y escenografía: Jorge López
Diseño de luces: David Seldes
Diseño sonoro: Rony Keselman
Operación de luces: Julia Maya Duarte
Fotografía: Romina Rooh
Diseño gráfico: Marina Alonso
Asesoramiento coreográfico: Mecha Fernández
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zarate
Producción ejecutiva: Pili Ortiz
Dirección: Pablo Razuk

https://www.facebook.com/vegetaldeclaudiopazos

Funciones: los viernes a las 23

Korinthio Teatro
Mario Bravo 437 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Reservas: 20728803
http://www.korinthioteatro.blogspot.com

La presente crítica corresponde al día 11 de abril de 2014, en ocasión de su re estreno.

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.