Amor sin barreras, lo conocí en el Roca

 

La obra de Héctor Presa, teje artesanalmente una comedia musical nacional con acierto y actuaciones brillantes

por Teresa Gatto

"Ningún amor puede sustituir al amor”
Marguerite Duras

La trayectoria de Héctor Presa es tan vasta que tratar de examinarla merecería un ensayo. Montar una comedia musical off y salir airoso de la situación es un desafío que se viene dando en nuestro país a cargo de muchos hacedores que, prescinden (para nuestro regocijo) de las adaptaciones de encumbradas comedias musicales extranjeras a las que sino fuera porque cambian de elenco, muchos no verían pues ya todos sabemos lo bravas que pueden ser Velma Kelly y Roxie Hart. Salvo por el deslumbramiento que ocasiona que la puesta haya sido supervisada por USA y que tenga muchos efectos. Sino, más allá de que un elenco cante o baile mejor o se deslice entre andamios, no hay sorpresa. Ansiamos sorpresas, queremos sorprendernos.

En cambio, la obra tejida a mano, que apela a un horizonte de expectativas común pero que remite a un tema universal, nos llena de curiosidad. Amor sin Barreras, lo conocí en el Roca es esa especie de comedia musical y muchas otras cosas más.

Porque los sucesos anclados en la periferia de la periferia, es decir, un ramal de la zona Sur de Buenos Aires, el Roca, que ya es la capital de un país periférico, en términos geográficos pero también de globalización y masificación de un género, consigue así el primer aplauso. Queremos musicales argentinos o latinoamericanos.

De este modo, los sucesos situados en el viaje que cuatro mujeres hacen diariamente para llegar a hacer sus tareas, confluyen en una misma búsqueda universal: la del amor.

Amar, soñar, coquetear, histeriquear (si se permite el neologismo), son parte de ese motor llamado deseo que nos mantiene vivos. Y Presa consigue construir con cuatro esplendidas actrices un modelo en el que seguro hay identificación por parte de las mujeres que también sienten deseo, que se aferran desesperadamente a esa ilusión que es el Amor.

De este modo, una modelo en la piel de Andrea Mango (impecable voz, dicción y actuación, se sentirá más allá de todo, a salvo por su glamour y belleza. Una estudiante de psicología en la piel de Guillermina Calicchio, de enormes dotes para la comedia musical, no podrá seguir leyendo a Freud en el viaje porque algo irrumpirá, sorpresivo pero inconscientemente esperado. Una esmerada y pulcra Bibliotecaria de costumbres cristianas, que compone con grandes dotes Ana Padilla, creerá que llegó ese hombre, el que le estaba destinado (Dios siempre sabe cuando enviarnos nuestro merecido…) En tanto que a la abogada, en un gran trabajo de Soledad Ajuria, no le servirá ningún código, ni el Civil, ni el Penal ni el Comercial porque él, es el hombre y no está tipificado, el delicuente amoroso no está legislado.

Él, no es otro que el fenomenal y camaleónico Claudio Pazos, un actor de todo los terrenos. Capaz de componer como pocos a muchos personajes en un cambio de vestuario frente al público y ser otro, allí e inmediatamente. Casi sin mediaciones, si se saca una chalina, su voz se torciona, su gesto cambia, sus años de entrenamiento lucen y se entregan desde siempre.

De modo que la puesta en escena de Presa que tiene un frente de vagón de tren transformable, que puede ser exterior e interior, las actuaciones de estas cuatro brillantes actrices, cantantes y bailarinas y el Casanova Luis Darío Ignacio Durán. que es un guiño del director pero bien argento y entrañable, componen una comedia musical con excelentes momentos de actuación, de texto, baile y canto que llegan a su dramaticidad cuando el azar hace confluir a las mujeres.

Un Casanova es capaz de todo, Luis Darío Ignacio Durán de mucho más, porque sólo apelará a sus recursos en escena, sin red y con cuatro brillantes conquistas.

Si usted no experimentó el placer de ver algo al aire libre en el Museo Larreta, no se lo pierda porque es único. Si llueve se hace en la sala y lo que es seguro es que tanto en exterior como en el interior, esta historia bordada a mano que conforma un macramé sólido y bello lo hará aplaudir de pié como lo hicieron mis vecinos de platea que luego saludaron a los actores en el parque, porque el público, el único soberano legitima con esos gestos lo que los críticos legitimamos más tarde y desde otro lugar con nuestros análisis.

Amor sin barreras, lo conocí en el Roca, una puesta que brilla bajo las estrellas del Larreta porque sus protagonistas emanan casi tanta luz como ellas.


Ficha Artística/Técnica

Actúan: Sol Ajuria, Guillermina Calicchio, Andrea Mango, Ana Padilla, Claudio Pazos
Vestuario: Lali Lastra
Música original: Rony Keselman
Equipo técnico: Héctor Presa, Claudio Provenzano
Fotografía: Malala Fontan
Diseño gráfico: Fernanda Presa
Asistencia técnica: Lisa Benevet, Luis Maria Bruvera, Victoria Salama, Martín Sampallo
Asistencia de dirección: Sol Marin
Coreografía: Mecha Fernández
Puesta en escena y Dirección: Héctor Presa
 
Nota: la presente crítica corresponde a la función del día viernes 21 de febrero de 2014 realizada en Teatro Larreta, Cuba 2150 (mapa), Ciudad de Buenos Aires. Tel.: 4771-9295 / 4786-0280
A la citada fecha, las funciones son los jueves, viernes y sábados a las 21 y los domingos a las 20.
Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.