por Teresa Gatto
“Es el Dios que destruye la buena conciencia
adquirida inescrupulosamente, al abrigo de la cual viven
–o más bien vegetan– los bienpensantes, los burgueses,
en una falsa idea de ellos mismos”
P. P. Pasolini
Cuando en 1968 se publicó Teorema de P. P. Pasolini, hubo múltiples búsquedas de sentido. La novela (llevada al cine por el propio autor y protagonizada por Terence Stamp, Silvana Mangano, Laura Betti, entre otros) narra la llegada de un desconocido cuasi angélico a la casa de una familia burguesa de Milán que lo recibe con amorosa entrega. Tan amorosa que todos serán poseídos por él, salvo la criada de la casa, tal vez porque los males que aquejan a ese tipo de construcción familiar que se desmorona como un castillo de naipes, no la roce. Partirá luego dejando al descubierto la decadencia de un estilo de vida y de una institución, la familiar.
Morir en Familia de Jorge García Alonso retoma de algún modo el hecho que supone la disrupción del “otro” en una estructura que semeja ser sólida cuando en realidad se sostiene sobre la sumisión, el ocultamiento y la doble moral de todos los integrantes del clan.
Es la mañana del aniversario de bodas de Antonio y Clotilde y ella, Estela Garelli despierta a Antonio, su marido, encarnado por Alfredo Zenobi, para desayunar con planes propios de festejo.
Pronto las ilusiones se desmoronan porque el festejo íntimo al que aspiraba Clotilde en un restaurante a solas, se desvanece cuando él le anuncia que inconsultamente ha encargado un servicio de lunch para agasajar a familiares y en casa.
El resto de la familia, la madre de Antonio, María Esther, en la piel de Verónica Cosse y la “nena” interpretada por Anita Gutiérrez, entran en a la escena con un montaje rayano en la cursilería, en las que flores y cantos desean augurar a la pareja felices 17 años de matrimonio (sí, en la jerga de los que juegan, el 17 es la desgracia).
Más allá de las discrepancias sobre cómo y dónde festejar el glorioso día, acordarán cambiarse para almorzar fuera y en esa instancia en que el living queda a solas, aparecerá el intruso. Pedirá permiso, la puerta ha quedado abierta y él, Aguirre, a cargo de Lionel Arostegui, irá desestabilizando con su presencia, no sólo la férrea clausura de una casa de puertas cerradas, en la que indicialmente se le llama “nena” a una casi mujer como es la hija, sino que desmantelará varias omisiones, mentiras, secretos y por supuesto será el disparador de momentos de liberación que el personaje de Estela Garelli, espera hace tiempo.
No sólo la sujeción de la madre hacia el hijo, sino también la insatisfacción sexual de la nuera y la aparente inocencia de la nena, serán escenificados desde un lugar que el intruso arroja casi a despecho de su voluntad sobre esa familia pequeño burguesa, atávica y por momentos asfixiante.
Villanueva Cosse ha logrado no sólo potenciar los efectos del texto dramático sino que en una excelente decisión, opta por un dispositivo escénico que colabora con la representación y en el que sutiles trazos de dirección logran una movilidad en círculos dentro del círculo vicioso que es esa familia.
El diseño de escenografía de Magdalena Banach, genera una yustaposición visual de mobiliario que sirve para el desplazamiento de los personajes que siempre están encerrados y a la vez genera un laberinto del que es imposible escapar.
Aguirre, el intruso, será el portador del amor y de la misericordia que esta familia no sólo ha olvidado sino a la que le resulta imposible digerir porque son demasiados los reflejos que emana ese espejo retrovertido en el que se constituye el visitante y que arrojados a sus rostros, colmados de esa moral pequeño burguesa deberán esconder como casi todo, debajo de la alfombra.
Buenas decisiones en torno al vestuario, también de M. Banach, de la familia que está engamado en colores que casi los mixturan con los muebles, volviéndolos un nucleo sólido y tensamente monocromático como lo son sus vidas, destacando al recién llegado en la gama de gris/celeste, como ese soplo de aire puro que llegó para comer en familia y encontrará otro destino.
Villanueva Cosse logra sacar a relucir las virtudes del elenco y narrar una historia en la que cada personaje adquiere su cuota de dramaticidad y lucimiento y a la vez, transita una variada gama de sensaciones que van de lo patético y humorístico hasta lo trágico. La presencia del recién llegado sólo mueve un ápice las estructuras para dejarlas allí donde nada perturbe aquello que no debe ser trastornado pero que moviliza al espectador porque todos alguna vez soñamos con vivir, comer y morir en familia.
Ficha Artístico/Técnica
Autor: Jorge Garcia Alonso
Intérpretes: Lionel Arostegui, Verónica Cosse, Estela Garelli, Anita Gutiérrez, Alfredo Zenobi
Diseño de vestuario y escenografía: Magdalena Banach
Reposición De Vestuario: María Isabel Gual
Reposición De Escenografía: María Isabel Gual
Diseño de luces: Leandra Rodríguez
Diseño gráfico: Lucas Bianchini
Asistencia de iluminación: Susana Zilbervarg
Asistencia de dirección: Gabriela Blanco
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zarate
Dirección: Villanueva Cosse
Teatro del Pueblo
Av. Roque Saenz Peña 943 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires
Tel 4326-3606
www.teatrodelpueblo.org.ar
Funciones: Sábados y Domingos 20.00 hs.
Entradas $80/$50
Duración 80'