Sacudir la lanza o buscando a Shakespeare



Destacada dramaturgia, actuación y dirección en la puesta de Alejo Beccar los sábados en La Tertulia

por Teresa Gatto

"Yo tampoco soy, yo soñé el mundo como tu soñaste tu obra,
mi Shakespeare,
y entre las formas de mis sueño estás tú,
que como yo, eres muchos y nadie
"
J. L Borges

Oxfordianos, Baconianos, Rutlandianos, estos nombres gritan y se pelean aún desde sus lápidas sobre la autenticidad en torno a la obra del primer nombre que Harold Bloom coloca en el “canon occidental”, el de William Shakespeare, “el cisne de Avon”.

En esa búsqueda inútil de la verdad, el cuento de Borges, La Memoria de Shakespeare, es un don del Siglo XX, mucho, mucho después de que estas peleas entre Anti-Stratfordianos y Stratfordianos sucumben de modo inversamente proporcional a la propagación y puesta en escena de sus textos.

Una lápida y la presencia en ella de Delia Bacon, investigadora pertinaz y obsesa de la verdad. Ella busca algo cuasi metafísico que le otorgue la razón al grupo de investigadores que asumen que la obra del genio se compuso en conjunto. Sus argumentos son, o parecen ser sólidos. Pero la emergencia del mismo hombre cuya autoría se sospecha de escritura apócrifa, hace de la obra que Alejo Beccar ha escrito y dirige, una experiencia textual, dramática y actoral de gran vuelo.

Delia Bacon (ningún parentesco con Sir Francis) está de pié en el lúgubre lugar mortuorio, última morada, dueña de este epitafio:

Buen amigo, por Jesús, abstente
de cavar el polvo aquí encerrado.
Bendito sea el hombre que respete estas piedras
y maldito el que remueva mis huesos
.

Interpretada con gran solidez escénica por Mariana Hansen, busca con angustia un signo que le permita corroborar esa teoría pero que a la postre puede significar, como toda búsqueda de la verdad, un infortunio enorme. Confirmar o desestimar no siempre son soluciones para cuestiones existenciales que subyacen a la búsqueda manifiesta. A veces buscamos una refutación para poder seguir en paz el camino que quede por andar.

Enrique Cragnolino, de indudable apariencia shakespeareana y un gran manejo de los tonos, emerge detrás de esa lápida para poner a prueba no sólo las creencias o sospechas de Delia, sino para reafirmar algunos ya sabidos que no por conocidos son menos efectivos y elocuentes.

Así, como en un duelo borgeano, cuestiones en torno a la ética, la verdad y las razones últimas de los tropos del genio de Stratford-Upon-Avon, emergen en la pureza de un texto bello por la musicalidad, sólido desde la construcción formal y en la elección de las citas que William, o su fantasma, le regalará a Delia. Así se entabla una dialéctica impactante, toda vez que ella no se queda nunca atrás en sus argumentos pero conforme el desafío verbal se encamina hacia su nodo dramático central, la certeza se va desmoronando. Y, aunque la investigadora resista y sus oídos experimenten un nuevo modo de la verdad que pone en jaque todos los estudios realizados hasta ese momento del Siglo XIX, todo se tiñe de la cuestión Isabelina porque la cripta es en sí misma la zona shakesperiana por excelencia.

Excelentes elecciones en  torno al vestuario, los signos lumínicos y escenográficos, logran completar una puesta compacta que permite el lucimiento de los actores y de Alejo Beccar como escritor y director, porque es indudable que mientras escribía esta obra, plagada de retórica de alto nivel, en algún lugar soñaba, como Borges soñó en su cuento que alguien le regalaba la memoria de William. Y que tal vez, lo mejor fuera llevar al mínimo la carga de trastos y ubicar esa tumba de un modo que sus personajes circulen en torno a ella, tanto como circularon los rumores de copia, escritura apócrifa y falsedad de esos magníficos textos.

Apenas una hora es suficiente para conocer, disfrutar y entender qué se juega en esa búsqueda que es la condición de posibilidad de narrar esta historia, indagando el ser y a la literatura misma que se mece entre sólidos argumentos investigados por Beccar y que nos permite revivir fragmentos no sólo de las obras consagradas sino poner en cuestión esa turbación que nos producen algunas búsquedas.

Acertados tonos e inflexiones de dos artistas hechos a medida para esta obra y su director, nos proporcionan la sustancia que ha hecho que Bloom dijera que todo Freud estaba contenido en Shakespeare y eso no es poco cuando lo que se intenta dimensionar es una literatura de occidente cuya columna vertebral es el autor de Hamlet.

Ficha técnico artística
Dramaturgia y Dirección: Alejo Beccar
Actúan: Enrique Cragnolino, Mariana Hansen
Vestuario y Escenografía: Paola Delgado
Diseño de luces: Alejo Beccar
Diseño gráfico: Nicolás Senestrari
Asistencia de dirección: Malena Padin
Prensa: Daniel Franco, Paula Simkin
 
Funciones: Sábados a las 21:00
Entrada: $ 70,-

La Tertulia
Gallo 826 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires - Argentina

Reservas: 4-865-0303
http://www.teatrolatertulia.com.ar/

 

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.