Bajo un manto de estrellas, lo sublime de la imaginación al poder



La obra de Manuel Puig subió a escena en el Teatro La Comedia con actuaciones brillantes y la dirección de Manuel Iedvabni que logra captar la atmósfera del chico rebelde de Gral. Villegas que en diciembre pasado hubiera cumplido 80 años.

Por Teresa Gatto

"Y le ruego que no me confunda más con quien no soy"
M. Puig

Uno siempre relee a Puig, porque algo del orden de lo no enunciado nos regresa a ese mundo en el que la mimésis es fundante pero a la vez nos deja la firme sospecha de que detrás de cierta impresión de ingenuidad que se desprende de la lectura, hay una trampa. Oculta en la novela, hay una urdimbre de complejas operaciones narrativas que son las que, a la postre, generan una tensión que es núcleo fundante de su peculiaridad.

Bajo un manto de estrellas es la primer obra que Manuel escribió con la idea de ser material de representación que, devenida texto espectacular de la mano de Rubén Iedvabni, convierte la puesta en una fiesta donde las ya cristalizadas operaciones escriturarias de Puig y su más allá de lo escrito, son un banquete al que nadie debería faltar.

Porque justamente aquí, la noción de mimésis es mortificada hasta el límite. No por nada, el Dueño dice mientras esperan que llegue una mucama: “sin servidumbre no hay tragedia, apenas un sórdido drama burgués”. La referencia no admite explicaciones.

Veamos, los Dueños de casa, leáse Adriana Aizemberg y Héctor Bidonde, de sólidos desempeños, esperan la hora de la  radionovela, desde hace 20 años esperan algo. Existe en ellos una preocupación, o varias. Que la jovencita -en una gran composición de Paloma Contreras- que es su hija (¿) regrese, que el amante de la dueña de casa aparezca, que no se sepa en qué condiciones ocurrió el accidente de los padres (¿) de la joven y así hasta el infinito.

Cuando finalmente ella regrese, dirá su verdad. Antonio el amor de sus desvelos, el que imagina o existe le ha ocupado todo el día. Pero, la irrupción de los Visitantes, encarnados por Pompeyo Audivert María José Gabin (en magníficas actuaciones de ambos) serán piezas móviles porque bajo ese manto de estrellas, pueden cambiar de rol cuantas veces sea necesario. Necesario a los fines de la narración y re-presentación. Porque serán alternativamente los mismos pero distintos.

Hay en esta puesta un respeto por aquello que Puig se empeñó en hacer en varias de sus obras literarias y en sus adaptaciones o textos teatrales: la sujeción a rajatabla de la unidad de lugar. Así, en esa casa de campo, con una única puerta al afuera, los Visitantes y la Hija devenida mucama hacia el final, juegan el juego de la ambigüedad en la que lo onírico, lo deseado, lo esperado y lo temido se produce. Entran y salen de escena, entran y salen a la imaginación, entran y salen al deseo y a la decepción.

La escenografía (Julio Suárez) es de un minimalismo que se agradece toda vez que su director privilegia el juego de la luz como en el cine al que tanto tributa la obra de Puig, aunque su paso por Cinecitá no haya sido la panacea. Aquí todo está jugado en el texto. El folletín, el radioteatro, los amores cargados de melos y de nostalgias son rozados en ese mix puiguiano y las escenas, trabajadas cuál fotograma, tributan al cine y logran ser instantáneas en cada segmento. No es necesario más que resaltar el vestuario de la Dueña de casa, evocando aquellos ropajes hollywoodenses y hacer los cambios de vestimenta que importan las mutaciones de los personajes, en el caso de los Visitantes, para que la ensoñación sea perfecta.

En Bajo un manto de estrellas cae la noción de mimesis (¡gracias!) y se instaura un dispositivo escénico que afirma y niega, lo que sostiene la atención del espectador de modo infrecuente porque ellos no son lo que son, son lo que soñaron ser o lo intentan “Desde el comienzo tuve la sensación de que algo malo iba a pasar. Era demasiada la felicidad que él me daba, no la soporté, yo sola empecé a imaginar obstáculos, de ahí a materializarlos el paso fue corto", dice la Dueña. La imaginación al poder grita Puig desde donde se encuentre.

Porque lo que importa es limar la ilusión vana de realidad y atormentar la idea de realismo hasta el final. Lo único cierto y legítimo es el deseo. Y el deseo, no es real en términos narratológicos y/o de representación (¿qué lo es?).

Si el Visitante es asesinado, negar que haya ocurrido es un modo de instaurar un nuevo orden dentro de la ambiguación que toda la obra posee.

Desde 1929 y hasta 1948 en el tiempo de los sucesos lo que se impone es la alucinación. A la pregunta ¿Quién eres? la respuesta que siempre corresponde es no importa cómo sos, porque sos lo que había imaginado. Cuando el Visitante dice: "No soy un personaje" también mortifica esa noción, por ello, pueden ser ladrones de joyas, enfermera y médico y también policías porque en el sinfín de ensoñaciones la trama policial central o lateral en la obra de Puig rara vez falta a la cita.

Grandes trabajos actorales, un diseño de luces de lujo (Roberto Traferri), cuasi cinematográfico, la valiosa personalidad de la música original (Sergio Vainikoff) y un texto maravilloso nos brindan un gran espectáculo de la mano de un director que leyó bien la poética de Manuel y no improvisó o menospreció nada, como ya se ha visto en otras puestas malogradas por los desaciertos flagrantes de la dirección. Mejor no recordar.

En un desvío del desvío que se impuso cuando partió al exilio para lograr ser un escritor distinto, nuestro Manuel Puig que ha entrado al canon tal vez a despecho de su voluntad, llega al Teatro La Comedia y el público gustoso de ver una obra “como la había soñado”.

Ficha Artística / Técnica:

Autor: Manuel Puig
Intérpretes
Adriana AizenbergPompeyo AudivertHéctor BidondePaloma Contreras MansoMaría José Gabin
Vestuario y escenografíaJulio Suárez
IluminaciónRoberto Traferri
Música originalSergio Vainikoff
FotografíaChristian Inglize
Diseño gráficoLía Parsons
Asistencia de direcciónAngie Zamblera
DirecciónManuel Iedvabni

Funciones: Jueves, Viernes y Sábados a las 21:00. Domingos a las 20:00

Teatro La Comedia
Rodriguez Peña 1062 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Tel: 4815-5665 / 4812-4228
http://www.lacomedia.com.ar

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.