El Cisne

 



Una obra de Felicitas Kamien que en su segunda temporada sigue provocando revelaciones poéticas inolvidables.

por Julia Laurent

Una propuesta que se anima a desplegar la poesía de lo cotidiano a través de las astucias biológicas del cisne.

Ese plumífero indescifrable que ha ganado protagonismo como símbolo indiscutido de tantos retratos románticos y cuentos de hadas, pero que también esconde indescifrables comportamientos que han inspirado a la directora y dramaturga Felicitas Kamien a escribir y dirigir una obra de arrolladora sutileza, entre relatos míticos y augurios de lo que vendrá.    

Parece que una vez que el cisne encuentra pareja se une a ella de por vida.

Bellos, largos y orgullosos los cisnes no emiten sonido durante toda su vida. Sólo rompen su mudez cuando están a punto de morir. En ese mismo instante, cantan de una manera armoniosa y casi mágica. El resto de los cisnes saben de qué se trata, y guardan una suerte de respetuoso reconocimiento mientras su compañero está despidiéndose de la vida con ese único canto.

A partir de este dato objetivo Kamien despluma situaciones extrañándolas, como una revelación metafórica logra retratos familiares de comportamiento animal.

Una propuesta que desarticula cualquier prescripción genérica y en la cual es posible encontrar situaciones hiperrealistas llevadas al paroxismo del absurdo, donde cabe espacio para el desarrollo de un drama que enseguida deviene en risa cómplice.

El Cisne no solo cautiva por su propuesta dramática sino también por el tratamiento innovador del espacio escénico.

Através de una escenografía precisa y contundente se pone en funcionamiento una maquinaria que hace evidente la construcción espacial, el retorcido juego de espacios que muchas veces queda vedado por el lenguaje teatral.

Los actores no salen nunca de escena y como un corazón abierto exponen las liturgias y eternas esperas de sus personajes.

Todo se vuelve visible, una propuesta que nos coloca como un voyeaur con la nariz pegada al vidrio, haciéndonos participes de forma activa en la escena.

El Cisne es una obra que pone de relieve el trabajo del actor, el cuerpo en escena que significa y crea sin mediaciones. Toda la obra es sostenida por una partitura de actuaciones vibrantes que sorprenden y desencajan a tiempo, nada es previsible y todo lo que sucede allí es digno de construirse con una sinceridad que el espectador agradece siempre.

Las actuaciones de las mujeres de la obra son un capítulo aparte, Victoria CipriotaMariana CavilliMarta Haller y Carolina Milli, impactan por su habilidad de configurar universos complejos entre registros de actuación y géneros bien distintos. Todas ellas actrices que conducen la escena con precisión y gran sensibilidad.

Por su parte Alexis Cesán logra en su protagonismo silencioso una presencia que deja sin aliento y conmueve.

La obra es ganadora del Premio TBK 2010 y obtuvo la Mención de Honor Concurso Obras Inéditas de Teatro FNA 2010.

El Cisne es una obra contundente que no hay que dejar de ver por su planteo estético pero también por la forma original de construir ficción logrando un fresco temperamental y emotivo que impacta y difícilmente se olvide.
 

 

Ficha técnico artística

Dramaturgia y direcciónFelicitas Kamien
ActúanMariana CavilliAlexis CesánVictoria CipriotaMarta HallerCarolina Milli
VestuarioJulieta HarcaEliana Kuriss Dick
EscenografíaEsteban BrenmanFlorencia Polimeni
IluminaciónAdrian GrimozziEduardo Pérez Winter
Diseño sonoroJavier Bustos
Realización de escenografiaMariano Sivak
Fotografía y diseño gráficoXavier Martín
Asesoramiento escenográficoMariana Tirantte
Asistencia de direcciónRodrigo Ochonga
PrensaDaniel FrancoPaula Simkin
Producción ejecutivaMónica Benavidez
Director asistenteDiego Cremonesi

Funciones: Sábados a las 23:15 hasta el 08 de diciembre de 2012
Entrada: $ 60,00 / $ 40,00
Duración: 60'

El Camarín de las Musas
Mario Bravo 960 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Tel.: 4862-0655
http://www.elcamarindelasmusas.com


MAS CENIZA, escrita por Juan Mayorga y dirigida por Adrián Cardozo, por Teresa Gatto