Aviones enterrados en la playa, de Luis Cano

 

Excelente trabajo textual, actoral y de dirección en el que Luis Cano logra que la poesía se calce un traje de dramaturgia haciendo proliferar los sentidos.

por Teresa Gatto

"En el manantial de tus ojos
mantiene el mar su promesa"

Paul Celan

Los textos de Luis Cano se encuentran en una zona, jubilosamente indecidible. Decía Roland Barthes (S/Z) que no podía haber crítica sin una tipología de los textos. De allí que lo escribible sería un primer valor del que el lector era el primer productor de sentido. De modo que un valor reactivo de lo escribible fuera lo legible. Pasaron muchos años de estas aseveraciones bisagra en los albores de los 60’, del gran teórico francés pero muchas de sus apreciaciones sirven para pensar en los distintos modos de escandir los textos de Luis Cano porque ellos, escurridizos como su sentido, expanden sus nodos temáticos y los hacen proliferar. La poesía de Cano se calza el traje de la dramaturgia y permite la ensoñación que muchos no lograron, que un poema sea representable.

Representar, es volver a presentar. Pero la mimésis tan problemática para muchos, aquí es relegada por esos núcleos que no pretenden armar un verosímil típico.

Como grumos imposibles de disolver, cada enunciado se vuelve rizomático porque ahora es el espectador quien tiene a su cargo la implicancia ya no de lo legible, sino de lo representable.

Una playa, cuatro personajes, algunos cajones que se desbarrancan y esparcen muchas hormas de zapatos. Viejas hormas que pueden ser pasos, hombres, peces que se asfixiaron atrapados en una red, huellas de quienes pisaron la arena. ¿Qué más da?

Si un marinero, pescador, narrador da cuenta de aquellos tiempos que están fuera del tiempo. Si un padre, regresado del más allá trata de decir aquello no dicho. Si un lobo marino moribundo con su raleado smoking porque perdió la piel o se la gastó en una lucha, se quedará para siempre en la playa. Si un joven en pijama se encuentra desguarnecido como todos cuando despertamos y vestimos nuestra ropa de dormir y soñar. Si un muchacho todavía cree cuando eso es casi imposible.

Los rumores de la playa, eterna playa de la que todos tenemos alguna evocación feliz o desventurada llegan suaves. El diseño musical de Federico Marrale no podría ser más efectivo y elocuente. No hay dudas, es una playa. Pero también el aprovechamiento del lugar en el que escenario y espacio escénico se funden en una excelente decisión de dirección a cargo del propio Cano y el diseño escenográfico de Mercedes Arturo. Los cinco portadores de la palabra, los que enuncian sin prestar atención a los interlocutores, en algunos casos ni siquiera se desplazan. Tan potente es la palabra. Tan abrasadoramente elocuente es el poema que cualquier gesto de más, cualquier acción no meditada, le restaría ese tono y musicalidad al poema vestido de dramaturgia.

Federico González Bethancourt (el muchacho), Francisco Grassi (el hombre en pijama), Leonardo Murúa (El lobo marino), El padre (Román Lamas) y El pescador (Mauricio Minetti), ellos nos impelen suavemente a hacer un trabajo ya no de hermenéutica sino de interpretación. La primera propone un desciframiento, tan caro a los teóricos y opinadores, la segunda nos propone una actividad transformadora. Así, cada espectador de Aviones enterrados en la playa, se conforma en parte activa transformando una y otra vez los sentidos posibles de ese poema nunca acabado, que va dejando restos que proponen una huella y no un cierre de escritura y que se transfiguran en una puesta teatral plena que expone una alternativa pero abre cientos de caminos.

Cuando las vanguardias se museifican, cuando parece que deberemos acostumbrarnos a que los nuevos/viejos reciban los lauros cristalizados, la poética de Luis Cano emerge como un elogio de la brevedad (la obra dura 50 minutos) para invocar a esas musas que están en todas las parcelas de una vida y que muchas veces no podemos escuchar. Abre sentidos y da la sensación de estar escribiendo un único poema, con algunos intervalos.

Maravilloso momento teatral que decide prestarle sus ropajes al poema.


Ficha Artística/Técnica
 
Elenco
: Federico González Bethencourt, Francisco Grassi, Leonardo Murúa, Román Lamas, Mauricio Minetti
Diseño de iluminación: Ricardo Sica
Dirección de voces: Tian Brass
Música: Federico Marrale
Escenografía y vestuario: Mercedes Arturo
Fotos: Paola Toriano
Piezas gráficas: Laura Rovito
Producción ejecutiva: Alejo Sambán
Producción artística: Constanza Balsátegui
Coordinación de producción: Gabriel Cabrera
Asistencia de escenario: Diego Becker
Asistencia de dirección: Micaela Picarelli
Dramaturgia y dirección: Luis Cano
 
Funciones: Domingo 21:00 -empieza puntualmente
Duración aproximada del espectáculo 50'

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"Sinopsis. En un muelle, un pescador cuenta anécdotas a un desconocido con la esperanza de que, a cambio, el desconocido diga algo. No hay otras vicisitudes. Al igual que un caleidoscopio, Aviones enterrados en la playa es una construcción regular, un material que se refleja en función de cómo se mire." Luis Cano
 
Esta obra obtuvo el Premio ARTEI a la Producción de Teatro Independiente 14º aniversario, otorgado por la Asociación Argentina del Teatro Independiente. Jurado integrado por Alicia Leloutre, Berta Goldemberg y Roberto Perinelli.


Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.