¡Ay Camila!, de Cristina Escofet

 

La obra de Cristina Escofet descubre una Camila O' Gorman lejos del melodrama cristalizado y con una potencia inminente.

Por Teresa Gatto

“Estamos ensayando como ser nosotros mismos.
A veces me recuerdo en la que era. Esta que soy, no tiene historia”

C. Escofet

La dramaturgia de Cristina Escofet puede ser considerada programática sólo en la coherencia absoluta de sus paradigmas de Género e Historia, en lo demás, suele regirse por procedimientos que a modo de ordenadores trazan una división que, si en el Barthes de S/Z se decidían entre lo escribible y lo legible, aquí se manifiestan entre lo escribible y lo representable. Lo que hace que un texto sea un texto y un texto espectacular se convierta en uno es la intervención semiótica del lector/receptor. Así, los 13 momentos en los que está divida ¡AY Camila! son principios ordenadores que sólo se evidencian en el in crescendo dramático de la obra, ocultándose sabiamente para que la recepción  intervenga de modo activo otorgando sentido a un artefacto artístico que significa sin césar y varias veces.

Esos 13 momentos responden como procedimiento a una manera de exhibir una vida de mujer, en las antípodas del melodrama que se mostró en otras ocasiones. No sólo el ser de una joven de clase alta en épocas del Rosismo, sino el acceso al amor, el trato con “el otro”, la mirada sobre una madre, la fresca admiración de una abuela confinada al altillo, los perros muertos como signos indiciales de lo que vendrá, la virginidad, los grilletes, la culpa y el amor sobrevolando todo el universo de una mujer que ya cerca de la cuenta final, insta a cualquiera que sea su espectador a sentir que hay un cambio de paradigma y que no hay melos posible cuando de lo que se trata es de elegir cómo vivir y no lograr impedir que la vida se vaya en ello.

La puesta cuenta con la potencia actoral de Corina Bitshman en el rol de Camila que lleva escrita en el cuerpo la resistencia de este monólogo. Como una indagación de su estar en el mundo, la Camila de Escofet, corta lanzas con un ya sabido y va demoliendo en un vértigo poético siempre inminente todos y cada uno de los tópicos sobre la vida posible de una mujer del Siglo XIX.

Ya no importa tanto si su objeto de deseo es prohibido ni que se lance a vivir ese amor, lo que pertenece de modo indubitable a esta  puesta, dirigida por su propia autora, es esa tensión que las mujeres de todos los tiempos han tenido con su coyuntura histórica. No es que no haya habido más mujeres lanzadas, es que éstas han sido acalladas, silenciadas o invisibilizadas porque no se correspondían con el relato blanco, católico, políticamente correcto y estuvieron (y muchas están aún) bajo la sujeción del vigilar y castigar. Si las culturas hegemónicas, desde el Siglo XVIII, hicieron del sexo una cuestión pública usando nuevas técnicas –al decir de Foucault- para maximizar la vida y asegurar de este modo, al menos en la alta burguesía, una supervivencia de clase y el mantenimiento del poder, en ¡AY Camila! esto se torna evidente porque el momento histórico que le da marco así lo amerita.

De modo que en una economía notable, el texto tiene mucho para decir porque no se queda en el pecadillo de la joven enamorada del sacerdote. Sino que da un paso más, asediando una pregunta que el revisionismo histórico y la mirada de género tal vez pueda responder ¿Quién mató a Camila O’ Gorman? Es decir, que construcción política de lo correcto llevó al fusilamiento a una mujer embarazada de 8 meses, cuando todos sabemos que era más fácil dejarla parir y enclaustrarla para siempre o esconderla en un altillo como a su abuela/tía La Perichona, amante de Liniers. La tarea con el supuesto pecado de las mujeres era fácil por entonces, y así lo demuestran los relatos de las cautivas que jamás pudieron regresar al mundo blanco luego de quebrar un orden al contaminarse con el malón.

Lo cierto es que la organicidad actoral de Bitshman la coloca dentro y fuera de su tiempo porque ella misma, está pariendo un nuevo sujeto histórico que desestima lo canónico hasta ese momento y a pesar de pagar con la vida, siembra un vendaval de reacciones. Ya lo dijo Marx, la violencia es la partera de la Historia.

Lejos de las peinetas, el bucle prolijo y las mantillas de encaje, Camila Valentina O’ Gorman Sanz, la de Escofet, viste casi con andrajos, su vestuario es un síntoma de lo que fue y será, porque con enorme acierto el diseño de escenografía y vestuario de Luisa Giambroni, siembra de modo indicial toda suerte de pistas que engrosan el signo teatral de modo de hacer de la semiosis múltiple una tarea del espectador. Éste que no puede no verse involucrado ya que desde el quiebre de la cuarta pared, Camila lo interpela con una fuerza inusitada porque su destino, no se le escapa, es el paredón. Las sillas contiguas y las rejas, son otros de los indicios que coadyuvan a lo representado y a su economía.

13 momentos de una vida, sinécdoque que repone una cosmovisión del afuera histórico y de la subjetividad femenina que debe enfrentar al poder.

Mucho se habla de Género, mucho se divulga y esto es auspicioso pero sentar posición política sobre la cuestión es otra cosa y en este sentido, ¡AY Camila! demuestra que las acciones concretas también son una puesta en escena, pero esta ficción es un más allá de la cuestión artística que abarca varias aristas. Una excelente labor de equipo y esa rara avis que es la coherencia ideológica. Gran trabajo en todos los frentes.


Ficha artística/técnica:

Autora: Cristina Escofet
Intérprete: Corina Bitshman
Diseño de Escenografía y Vestuario: Luisa Giambroni
Música Original. Sergio Alem
Asistente de Dirección: Esteban González
Dirección General y Puesta en Escena: Cristina Escofet
Producción: Grupo Estigma

Funciones: domingos a las 19:00

Espacio Abierto
Pasaje Carabelas 255 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Tel.: 4328-1903
http://www.roxanarandon.com.ar




MAS CENIZA, escrita por Juan Mayorga y dirigida por Adrián Cardozo, por Teresa Gatto