Conversamos con el dramaturgo, director y novelista Daniel Dalmaroni, cuyas obras "El secuestro de Isabelita" y "Los Opas" se encuentran en escena en este momento.
por Teresa Gatto
Daniel Dalmaroni* es dramaturgo, narrador y director teatral, su obra es prolífica y usa el humor como efecto corrosivo no como un mero efecto sino porque hay dramas que sin humor serían francamente intolerables o inenarrables. Puesta en Escena conversó con él para conocer su mirada sobre su propia tarea escrituraria y su asedio a determinados motivos que son de una vigencia inminente.
Puesta en Escena- Los opas, que está en cartel en este momento lleva por subtítulo “otro drama burgués”, ese paratexto parece señalar no sólo que hay otros dramas que lo preceden sino también una declaración de principios en torno a una dramaturgia que tiene una mirada sobre una clase social que siempre aparece cuestionada por cuestiones ideológicas y del orden de una ética (nada cohesiva, éticamente frágil, desprovista de una mirada que no tenga al “otro” como amenaza sin ver que para la alta burguesía ella también es el otro, etc.)
Daniel Dalmaroni- Me parece que en el subtítulo hay un doble juego. Uno está dado por la palabra drama que alude a un género de la dramaturgia que no es otra cosa que burgués. Para la nobleza estaba la tragedia. Por lo que “drama burgués” sería una redundancia. Pero, la palabra drama parece indicarnos, además, que se trata de una historia seria, compleja y donde vamos más a llorar que a reír. Sin embargo, la pieza está escrita en clave de humor negro y apela al desborde y al disparate. Objetivamente, la gente va a ver “un drama burgués” y se ríe a carcajadas. Tal vez porque quien escribe cree que no puede menos que reírse de los dramas burgueses.
Pero hay otra palabra en el subtítulo que hace referencia como usted bien dice a que pareciera que hubo “otros” dramas burgueses que la anteceden. Pero también esa palabra “otro” hace refencia a redundancia y por lo tanto a fastidio, a cansancio. Algo así como si uno dijera “acá no hay nada nuevo, se trata de OTRO drama burgués”. Otra vez sopa, diría. Y sin embargo, el desborde de la dramaturgia coloca a la obra en lo que podríamos calificar como “una nueva comedia negrísima”, casi la antítesis del subtítulo. No es “sopa”, sino una ensalada que combina muchas de las tradiciones del teatro argentino de principios del siglo pasado, con las problemáticas familiares de mediados de ese siglo y las de la “nueva” dramaturgia de las mal llamadas y parece, de moda, familias disfuncionales. En el subtítulo, por lo tanto no hay otra cosa que una humorada más de la pieza. Una tomada de pelo a los lectores/espectadores que verán defraudadas sus aspiraciones de ver “otro drama burgués”.
P.E.- En este momento también está en escena El secuestro de Isabelita ¿cómo trabajás los tópicos? Porque hay muchas versiones de lo que fueron los 70' para sus actores revolucionarios según quien los enuncie, pero esas miradas que se posan sobre esos sujetos sociales tienden a demonizar o erigir como héroes sin discusión a una generación diezmada sobre la que todavía no hay debates serios. Está el tema de la identidad y también el tema de la ideología como Fe en esos siete desdichados de los que hoy, 36 años después, aseveramos un destino de sangre, muerte y desaparición. ¿Trabajaste a partir de imágenes o los 70'por cuestiones generacionales, aunque fueras adolescente entonces, son parte de un elenco de obsesiones como en muchos de nuestra generación?
D.D.- La particularidad de “El secuestro de Isabelita” es que indaga en un tema complejo, difícil, controversial, desde el humor negro. En eso, la obra tiene parientes prestigiosos en la TV (Capusotto y su Bombita Rodríguez) y el cine (desde “Pascualino 7 bellezas” hasta “Bastardos sin gloria”, sólo por nombrar algunos films).
Las imágenes iniciales surgieron después de un período de lecturas, de ensayos sobre la violencia y las organizaciones armadas en los 70. Textos sobre Montoneros, sobre el ERP, la vida de Santucho, los testimonios de “La Voluntad” de Anguita y Caparrós, los textos de Luis Mattini, de Roberto Caballero y muchos más. Cada libro me llevaba a otro para profundizar en el tema. Esos libros, a documentos de la época.
Después surgió la imagen de Isabelita secuestrada por un grupo de la guerrilla urbana y la posibilidad, tan teatral, del equívoco. Mucho después, a partir de una historia apócrifa que me cuentan y que yo sobredimensiono y potencio, surge la segunda parte de la obra con la idea de un sosías de Perón.
En cuanto al tono de la obra, obviamente, tiene que ver con mi escritura. El humor, el sarcasmo, la ironía, el cinismo, presentes.
La obra indaga en algunos aspectos de la violencia de los 70, pero justamente, lo hace a partir de suponer que existe más de un discurso progresista posible, más allá del pensamiento único que le adjudica a los Montoneros el apelativo de “juventud maravillosa”. Y respecto a la delgada línea por la que transita la obra, el contundente final, me exime de explicaciones ideológicas.
P.E.- New York fue una obra que me dejó sentada en la platea como cada vez que veo más que lo mecánicamente ve un crítico. Allí hay algo de la invisiblización de las miserias de la clase media y está además el tema del secreto que en la versión que vi (en Andamio con Viviana Suraniti) funciona como mecanismo de retardamiento de la develación de un drama que se verá la luz en tarde calurosa en la aparente de otra familia de clase media, media baja.
D.D.- New York es también, y en el sentido de la primera respuesta, “otro drama burgués”. Otra vez la familia. Pero no la familia disfuncional de moda en la primera década de este siglo en el teatro porteño. La obra postula, de alguna forma, que no existen familias disfuncionales, sino que lo disfuncional es la familia en sí. La institución familiar.
P.E.- En una entrevista de Página 12 de 2009 aseverás: “Tengo una tradición dramatúrgica de muerte y sangre. A veces son muertes de las que se hablan, que no suceden en escena y, en otras, uno ve cómo se mata toda la familia". Revisando las preguntas anteriores yo siento que la muerte como límite o como solución está presente en gran parte de tu trabajo de dramaturgo y no creo que sea sólo a efectos de llegar al drama, sino que me sugiere una indagación sobre la existencia y su precariedad ¿esto es así?
D.D.- No recuerdo el contexto en que dije eso. Pero la palabra “tradición” en mi propia escritura, me parece, hoy, exagerada. La muerte es una tradición de todo el teatro. Lo que sucede es que cuando uno trabaja sin red, sin filtro social en la escritura, la muerte deja de ser un tema para transformarse en algo real y cotidiano. Todos alguna vez pensamos en matar a alguien. Lo que sucede en mis piezas es que los personajes lo piensan y lo llevan a cabo. Y en general no son lo que socialmente denominaríamos como “asesinos”. Matan porque no tienen filtro, por cansancio, por costumbre, por aburrimiento, por opas.
P.E.- Por último quisiera ya que no tenés medias tintas y eso es lo mejor que puede ocurrir con un entrevistado, que esboces cómo ves el teatro nacional hoy en relación a la profusión de obras, espacios, y a las mezclas (nefastas en muchos casos) de oficial con capital privado, comercial, etc.
D.D.- Ya que se me propone no andar con medias tintas, tengo que aclarar que el teatro en cuanto a representación no me estusiasmó nunca en mi vida. Prefiero el cine. Escribo teatro con placer y a veces, lo dirijo con el mismo entusiasmo, pero asistir a las puestas de una obra (mía o de otro) no me provoca demasiado interés. Esto no es una “cucarda” que llevo en el pecho. Todo lo contrario, es una limitación de mi personalidad, creo. Pero es así. Esto es para explicar que veo poco teatro y mucho cine. De ahí que cuando me preguntan por las tradiciones que sobrevuelan mi escritura, encuentro más referencias a narradores y cineastas que a teatristas.
De lo que sí estoy convencido es que la proliferación de obras y autores siempre es buena porque aunque exista una decantación de calidades, esa la hace el público. Es verdad que el problema mayor está en que la cantidad de obras y espacios en la cartelera porteña hace que la difusión, los canales de llegada al potencial espectador sean escasos y cueste mucho llegar a la gente. Los medios no dan abasto con tanto espectáculo y no llegan a dar cuenta ni del diez por ciento de la cartelera. Porque por otra parte, en los últimos años se ha dado un fenómeno alentador en el teatro comercial, pero que inevitablemente perjudica al off. Me refiero a que hace décadas, para ver a Chejov, a Miller, a Albee, a Williams, uno tenía que ir sí o sí al teatro independiente. Ahora, esas obras se hacen en el teatro comercial y obviamente, la gente prefiere a sus actores preferidos, conocidos haciendo esos textos que a los menos conocidos actores del teatro off. Porque, además, los resultados de esos textos en el teatro comercial son tan buenos o tan malos como en el off.
P.E.- Muchas Gracias
*Sobre Daniel Dalmaroni
Nació en La Plata en mayo de 1961 y reside hace varios años en la ciudad de Buenos Aires. escribió las obras teatrales “New York”, “Una tragedia argentina”, “Maté a un tipo”, “Cuando te mueras del todo”, “La vida de los demás”, “Burkina Faso” (Editadas por “Corregidor”, 2006); “El secuestro de Isabelita, “Las malditas”, “Como blanca diosa”, “Lucha libre”, “Splatter rojo sangre –una comedia nacional Clase ´B´´” y “Los opas -otro drama burgués-” (próxima edición en marzo de 2010 por Corregidor). Es autor de la novela “Yo lo toqué a Karadagián” (Ediciones Último Reino, 1999) y “Sentido Figurado” (2008) y “Música moderna” (2009) (inéditas). Sus obras han sido estrenadas en Buenos Aires con la dirección de profesionales como Villanueva Cosse, Lía Jelín, Justo Gisbert, Hugo Urquijo, Jorge Brambati y Alejandro Casavalle, entre otros. Ha obtenido varios premios entre los que se cuentan el Premio “Argentores-Estrella de Mar 2008” por su obra “Maté a un tipo”; el Tercer Premio Municipal de Dramaturgia Bienio 2002-2003 (CABA) por “New York”; menciones del Fondo Nacional de las Artes 2003 por “Una tragedia argentina”, el Premio Teatros del Mundo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) por “Una tragedia argentina” y “Burkina Faso” y el Premio del IV Concurso Nacional de Obras de Humor 2006 por “Maté a un tipo”. Sus obras han sido traducidas al inglés en The City University of New York y al portugués en Curitiba, Brasil. Su libro TEATRO, editado en la Argentina tuvo distribución, además en España a través de la cadena FNAC. Versiones de sus obras se han realizadas en las ciudades de Buenos Aires, La Plata, Mar del Plata, Tucumán, La Rioja, Mendoza, San Martín de los Andes, Córdoba, Salta, Catamarca, Santa Fé y Rosario de Argentina; Montevideo en Uruguay y Guayaquil en Ecuador; y Madrid, Murcia, Santiago de Compostela, San Sebastián, Valladolid, y Avilés en España. Además, se gana la vida escribiendo guiones para Televisión y Radio.
Los Opas (otro drama burgués) de Daniel Dalmaroni
Funciones: Viernes y sábados 21:30 hasta el 25/08/2012
¿Alguna vez pensó en matar a su madre? ¿lo hizo? ¿quiere saber como hacerlo? Tres hijos, cansados de mantener emocional y materialmente a su madre de 80 años, deciden asesinarla. Una obra del más crudo humor negro.
Ficha Artística/Técnica
Elenco: Jorge Brambati, Luciano Guglielmino, Natalia Rey y Ricardo Cerone
Asistente: Claudia Acosta
Escenografía y luces: Marcelo Salvioli
Vestuario: Cecilia Carini
Música original: Malena Graciosi
Fotografía: Clara Muschietti
Producción Ejecutiva: Andrea Feiguin
Dirección: Daniel Dalmaroni
Teatro La Comedia
Rodríguez Peña 1062 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires
Localidades $ 60 – (descuento estudiantes y jubilados $40)
Entradas en venta en la boletería del teatro 4815-5665 y en Plateanet, 5236-3000 www.plateanet.com.ar
El secuestro de Isabelita de Daniel Dalmaroni
Funciones: Sábados 22:30 hasta el 26/05/2012
Duración: 55 minutos
Esta pieza indaga en el mundo de la guerrilla urbana de los años setenta y con un desparpajo lejano a toda culposa solemnidad, indaga en los errores voluntaristas, los desaciertos de la fe, las ingenuidades y autoritarismos de la juventud militarizada de la época. Explora un tema hasta hace poco tabú y es la primera obra teatral que apela al humor negro para revisar el papel de las organizaciones armadas en la Argentina. Cualquier espectador podrá reírse con ganas de aquello que vea en escena, hasta que acaso se pregunte en voz baja qué hubo de cómico en esta farsa que proviene de una historia trágica. "El secuestro de Isabelita" ofrece así, con humor rabioso, un feroz espejo oscuro para los argentinos.
Ficha Artística/Técnica
Elenco: Ivana Averta, Mariano Bicain, Gastón Courtade, Gabriel Kipen, Sonia Martínez, Juan Mendoza Zélis, Daniela Nirenberg, Daniela Zayas
Vestuario: Cecilia Carini
Escenografía e iluminación: Marcelo Salvioli
Música original y efectos especiales: Malena Graciosi
Fotografía: Raúl Latashen
Asistencia de vestuario: Alma Salvioli
Asistencia de dirección: Ariel Nesterczuk
Prensa: Tehagolaprensa
Producción ejecutiva: Leticia Hernando
Dirección: Daniel Dalmaroni
Teatro del Pueblo
Av Roque Sáenz Peña 943
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Reservas: 4326-3606
Localidades: $ 60,- / $ 35,-