Viejo, solo y puto

 

Actuaciones contundentes capaces de poner cuerpo a un bosquejo brutal de exclusión social que resuena sin mediaciones en el espectador.

por Julia Laurent

El hombre es grande por dentro, esta parece ser una de las lecturas posibles que recorren la obra. Tan extenso, dependiente y complejo que en su vaivén busca herramientas para dañarse y autocomplacerse.
Pastillas, caricias y sexo son la puerta de salida de este mundo en espléndida decadencia que describe Sergio Boris en su puesta.

La obra transcurre en la noche de una farmacia de turno en Wilde, sitio de referencia real y concreto que funciona como shock de justo realismo en el espectador.

Dos hermanos que atienden la farmacia, un visitador médico y dos travestis arrojados en sus derrumbes sentimentales y prohibidos no intentan más que sobreponerse de una herida que no cerro nunca, una deuda social que interpela y duele.

Como una mordida constante el espectador disfruta la fiebre de situaciones tan extremas como gloriosas, pequeñas batallas de poder entre los estantes repletos de cajas de remedios.

Desde el titulo, la obra de Boris presenta una estampa asumida y patética. Hablar  de viejos putos y solos es advertir el desprecio con que se utilizan estos adjetivos, palabras que siempre estuvieron al borde en una sociedad fundada en la apariencia, lo correcto y moralmente homogéneo.
Pero aquí se remarca y se invita al festín extravagante por la supervivencia de lo diferente. Se exhibe con sarcasmo la presunción de felicidad universal.

Sobrevivientes de ellos mismos, los personajes eligen regodearse en una atmósfera decadente, quizás la única posible, la menos dolorosa.
Viejo, solo y puto funciona en un mundo cruento, producto de una sociedad hostil que expulsa y margina. Que somete y excluye con invisibles y dolorosos mecanismos.

La obra interpela desde el comienzo al espectador, que ya perturbado, sabe que todo aquello es realismo posible, que no tan lejos existe ese universo tan sórdido y concreto capaz de arrojar su certeza a la basura.

Admirables trabajadores actores que dejan todo lo que tienen. Patricio AramburuMarcelo FerrariDarío Guersenzvaig, Federico Liss David Rubinstein componen actuaciones intensas y crudas, justas para ese reducto hostil y solitario.

Es muy interesante el tratamiento del relato que en tiempo real transmite una tensión que presiona por salirse, un estado de cosas sin vueltas, situaciones extremas sin mediación de elipsis o apagones.

En Viejo, solo y puto no hay espacio para imaginar otro mundo posible, funciona como un lugar de resistencia y chicana, que al ritmo de la cumbia sortea en el daño un poco de amor e instinto.



 

Ficha Artística/Técnica:

ActúanPatricio AramburuMarcelo FerrariDarío GuersenzvaigFederico LissDavid Rubinstein
Vestuario y escenografíaGabriela A. Fernández
IluminaciónMatías Sendón
Diseño sonoroFernando Tur
Fotografía y diseño gráficoBrenda Bianco
Asistencia artísticaAdrián Silver
Asesoramiento de maquillajeGabry Romero
Asistencia de escenografía y vestuarioEstefanía Bonessa
Asistencia de direcciónJorge Eiro
PrensaSinkin & Franco
ProducciónJorge EiroDavid Rubinstein
DirecciónSergio Boris

Funciones: Sábados a las 23:00 (a partir de mayo a las 22:00)
Duración: 60'

Espacio Callejón
Humahuaca 3759 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Reservas: 4862-1167
http://espaciocallejon.blogspot.com/
Entrada: $ 50,- y $ 30,-

Los Compadritos, de Roberto “Tito” Cossa, dirigida por Gerardo La Regina. Por Teresa Gatto.