La pampa argentina como escenario perfecto para desarrollar y desordenar el relato acerca de la identidad nacional. Una obra tan potente como esclarecedora.
por Julia Laurent
Es como anuncia uno de sus personajes una tragedia in media res, comenzando por un principio no resuelto, con paradigmas que calan en lo profundo de las tradiciones gauchescas y en creencias tan vigentes como arraigadas en la actualidad.
Como en sus dos obras anteriores, El niño argentino y Ala de Criados, Mauricio Kartun es capaz de redescribir la historia reponiendo los comportamientos de la aristocracia altanera que ha sabido instruir valores de los más conservadores, capaces de revelarse sólo a través de la parodia.
La búsqueda poética de redescubrir lo lírico en lo promiscuo y chabacano, entre embutidos y cuchillitos de campo.
Kartun es capaz de sumergirse en la superficie de la apariencia para revelar la convención de una imagen, una apariencia del mundo rural tan pregnante como naturalizada.
Los patrones de la estancia mantienen encerrado a un insurgente, a un “rojo” como saben decir ellos. Un tipo capaz de revelarse y exponer a viva voz las condiciones y desigualdades del trabajo en el campo.
El anarquista que denuncia oculto en el aljibe es Juan Bautista, no el predicador y asceta judío que cuenta la literatura religiosa, sino otro con su misma intensidad y nombre, capaz de gritar hasta el cansancio las convenciones más astutas de los poderosos, desnudando los valores gauchescos tan idealizados por el folclore argentino.
Durante mucho tiempo el ámbito rural fue considerado un espacio posible para purificar las emociones tóxicas de la ciudad. Un espacio natural conquistado por gauchos y criollos amables.
Pero este misticismo aún vigente, es enseguida derribado en Salomé de Chacra mostrando las desigualdades y apariencias más desalentadoras de la añorable chacra.
La fascinación de la aristocracia por personajes marginales es una constante en las últimas obras de Mauricio Kartun, tensión que también puede observarse aquí en la niña Salomé, hija del patrón que asume su obsesión por conocer al peón insurrecto. Clama por su cabeza, se relame de pensar en esas ideas tan incorrectas que escucha con atención.
Salomé de Chacra, es una tragedia cargada de mecánica popular gauchesca, donde es posible ver todos los elementos de la tragedia clásica con anagnórisis y catarsis incluida. No falta la voz del fantasma, el muerto que regresa para advertir la desdicha y decir verdades que pocos escuchan. Como en toda tragedia la muerte es el motor de la acción y el ruido latente que atraviesa todo el relato.
No solo dramaturgicamente es extraordinaria, sino también en su resolución escenografica a cargo de Norberto Laino, que hace posible zambullirse en aquel ámbito rural de nuestra historia. Paneles de flores intervenidos con luces funcionan como un gran santuario vivo que aporta revelaciones gauchescas de las más cretinas. Abusos, desencantos e infortunios serán una constante en la aparente y ejemplar estancia de los señores bien.
Una vez más con la precisión política de la acción, Kartun exhibe la dialéctica anulada entre los miembros de una pequeña elite social y los otros, los marginales, los peones y obreros. Y el cruce inevitable entre estos universos siempre tiene la marca de una estructura social aniquilada que aún así consigue arraigarse todavía en la actualidad.
Pero como en todas sus obras, Kartun no configura personajes acabados ni buenos o malos, siempre son circunstancias sociales y políticas que el público conoce bien, las que determinan las acciones y motivaciones muchas veces incoherentes de sus personajes.
Es muy interesante el tratamiento de la información en el recorrido de la obra. No solo por sus recursos dramatúrgicos precisos y efectivos, sino también desde su puesta en escena que invita al público a ser testigo y cómplice de lo que hacen otros personajes. Guiños y suspicacias al espectador son revelados por alguno de ellos por momentos en el rol de corifeo o de prólogo como el caso de Gringuete -Osqui Guzman- el personaje del peón fiel que acompaña al patrón y nos devela en voz baja el porvenir.
Nuevamente la apuesta por el distanciamiento en el registro actoral evidencia el artificio necesario para eludir cualquier identificación unívoca con los personajes pero además, permite preservar y reforzar la fuerza poética de la ficción.
Kartun demuestra una vez más la farsa del relato histórico y habilita todos aquellos mecanismos ocultos que hicieron posible que eso suceda. “Una rural, eterna y ceremoniosa representación de la creencia” dirá su director.
La desmesura que sobrevive en la apariencia se desgarra en las actuaciones contundentes de Osqui Guzmán, Manuel Vicente, Lorena Vega y Stella Galazzi. Cuatro actores capaces de componer y sostener una tragedia extrema que se vive con intensidad durante toda la representación. Un final apoteótico la clausura y anuncia con sarcasmo que toda esa desventura en la pampa nos constituye y habla por nosotros a los gritos. Salomé de la chacra se vuelve así una obra más que necesaria.
Ficha Artística/Técnica:
Dramaturgia y dirección: Mauricio Kartun
Actúan: Stella Galazzi, Osqui Guzmán, Lorena Vega, Manuel Vicente
Vestuario: Gabriela A. Fernández
Escenografía: Norberto Laino
Iluminación: Alejandro Le Roux
Diseño sonoro: Tian Brass
Asistencia artística: Lorena Ballestrero, Gabriela A. Fernández
Supervisión coreográfica: Luciana Acuña
Funciones:
Viernes a las 21:00
Sábados y domingos a las 20:00
Entradas $70.-
Teatro del Pueblo
Av Roque Sáenz Peña 943 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Tel.: 4326-3606
http://www.teatrodelpueblo.org.ar